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28 de abril de 2022

Una bala para la vida ...



 

Una bala para la vida eterna del poeta,

dijo Cocteau

1837

  Se sostiene que existe una tendencia en los artistas –particularmente en los poetas–, por poner fin a su existencia, a través del suicidio. Es muerte que goza de fama entre los románticos, pese a que de agradable o amorosa tiene bastante poco, ya sea para quien pone fin a su vida, como para quienes quedan pendientes de su desaparición física. Las razones más comunes son el desengaño amoroso en seres hipersensibles, como son los artistas. O bien, la frustración por la falta de resultados artísticos, hasta el sueño prolongado y una vida al margen de la realidad, que necesariamente produce depresión. O la enfermedad incurable, como sucede con el común de mujeres y hombres. Pero en muchas circunstancias, el suicidio abre un signo de interrogación notablemente doloroso.

  Entre los métodos elegidos por los suicidas para saltar al otro lado, los más comunes son las heridas inferidas con armas de fuego, mediante disparo a la cabeza, al corazón –músculo preferido de la lírica–, o a la boca, imponiendo silencio al discurso poético. Claro que en los últimos decenios el envenenamiento por gas y la sobredosis fueron habituales en los suicidas.

  A continuación, una nómina de poetas muertos por mano propia que no agota los casos habidos, y es por tanto simplemente enunciativa. Y al cabo, la particular interpretación que hace Jean Cocteau, moderno príncipe de los poetas, del suicidio de Alekander Pushkin, aquí el más antiguo de la moderna literatura.  El apetito de eternidad, quizás sea común denominador del suicidio poético,  o no.

 

Alexander Pushkin –Rusia, 1837, Herida por arma de fuego–

Gerard de Nerval –Francia, 1855, Herida por arma          de fuego–

José Asunción Silva –Colombia, 1896, Disparo al   corazón–

Ángel Ganivet –España, 1898, Ahogamiento–

Gabriel Ferrater –España, 1912, Ahogamiento–

Georg Trakl –Austria, 1914, Sobredosis–

Francisco López Merino –Argentina, 1928, Herida          por arma de fuego–

Vladimir Maiakovski –Rusia, 1930, Disparo en la    cabeza–

Florbela Espanca –Portugal, 1930, Sobredosis–

Antonieta Rivas Mercado –México, 1931, Disparo al corazón–

Alfonsina Storni –Argentina, 1938, Ahogamiento–

Leopoldo Lugones –Argentina, 1938,    Envenenamiento–

Marina Tsvetaeva –Rusia, 1941, Ahorcamiento–

Jorge Cuesta –México, 1942, Ahorcamiento–

Cesare Pavese –Italia, 1950, Sobredosis–

Ernest Hemingway –Estados Unidos de         Norteamérica, 1961, Disparo en la boca–

Silvia Plath –Estados Unidos de Norteamérica,       1963, Envenenamiento por gas–

Pablo de Rokha –Chile, 1968, Disparo al corazón–

Paul Celan –Rumania, 1970, Ahogamiento–

Yukio Mishima –Japón, 1970, “Seppuku” –

Alejandra Pizarnik  –Argentina, 1972, Sobredosis–

Anne Sexton –Estados Unidos de Norteamérica,    1974, Envenenamiento por gas–

Alfonso Costafreda –España, 1974, Sobredosis–

Ana Cristina Cesar –Brasil, 1983, Salto al vacío–

Pedro Casariego –España, 1993, Arrojado al tren–

 

 

«Pushkin poseyó más que cualquier otro poeta el privilegio de fingir morir. La bala que lo mató le daba vida eterna en la tierra y en los cielos. Con una elegancia suprema, su obra, intraducible a fuerza de singularidad, atraviesa con soltura un mundo plural que considera cada vez más el genio como un privilegio aristocrático. En Pushkin, el gran señor y el hombre de pueblo se abrazan y componen el fenómeno propio por vencer los discursos terrestres. Reina por sobre las almas nobles, sin importar a quienes pertenezcan. »

 Jean Cocteau


(c) Carlos Enrique Cartolano. "Recuerdos del olvido", 2021

Ilustración: Francisco López Merino

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