Descubrir
desde la contemplación
1460
En 1460
murió Enrique el Navegante, quien
descubrió a través de otros, y nunca se hizo al mar para confirmar sus cartas
de navegación en ruta a La India. Murió mirando el océano, no desde las
riquezas del palacio que su padre Juan construyera en Sintra, sino en Punta de
Sagres, cuya fortaleza somete al océano tras ese choque milenario de
titanes. A su muerte, fue sucedido por Manuel el Afortunado; este, no navegante, acumuló riquezas de oriente hasta que
su corona declinó, y no se repuso económicamente en su tránsito a la Casa de
Braganza, tras el dominio español.
El mar. El joven mar.
El mar de Ulises
y el de aquel otro
Ulises que la gente
del Islam apodó
famosamente
Es-Sindibad del Mar…
Dijo
Jorge Luis Borges en El oro delos tigres
(El mar). Pero en el caso del primero de los monarcas mencionados, sin
correr aventuras personalmente, sin embarcarse, y mucho menos extraviarse o
seguir la ruta de sus antiguos minoicos. Enrique dedicó su reinado a dibujar
cartas de navegación, preparar y despachar expediciones, inventariar
resultados, renunciando al matrimonio y a cualquier otra distracción que le
impidiese consolidar el reino y sus finanzas.
… El mar de grises
olas de Erico el Rojo,
alto en su proa,
y el de aquel caballero
que escribía
a la vez la epopeya y
la elegía
de su patria, en la
ciénaga de Goa…
Continuó diciendo Borges, con la referencia a Luis Vaz de Camöes, el
poeta que mejor interpretó el alma del pueblo portugués, de su historia siempre
oscilante entre heroísmo –epopeya– y pérdida
–elegía–.
Los
avances de tiempos de Enrique el Navegante en el Atlántico, y luego en el
Índico, se debieron a la excelencia en la construcción de navíos portugueses,
que aquel monarca en persona diseñaba y ajustaba siguiendo los relatos de peripecias
de los exploradores.
El incesante mar que en
la serena
mañana surca la
infinita arena.
Concluye Borges su poema "El mar", luego de invariablemente aludir al otro
reino, el británico, a Trafalgar, a Nelson, y a consecuentes requiebros del
Duque de Medina Sidonia.
Solo
quien contempla el mar puede saberlo joven, rebelde, desafiante de toda
serenidad, incesante por sobre todo, desgranando roca al infinito para donarnos
su arena.
En el año 1416 Enrique fundó junto al cabo San Vicente una villa llamada Tercena Naval, que es hoy la ciudad de Sagres, y estableció allí una escuela naval, varios astilleros y arsenales.
Fue en esa escuela donde se formaron los navegantes que luego realizarían los viajes de exploración que consolidaron el imperialismo portugués en numerosas colonias. Enrique fijó su residencia en la villa por él fundada y se apartó voluntariamente de la vida cortesana de la metrópoli, dedicándose a perfeccionar los planes para dominar un océano que la imaginería popular había poblado de monstruos y catástrofes. Las arriesgadas expediciones marítimas ordenadas por Enrique llegaron a oídos de la Iglesia y de monarcas y emperadores. El papa Martín V, don Juan II de Castilla y Enrique V de Inglaterra lo tentaron para que aportara a su causa los conocimientos, tanto militares como de navegación, que le habían hecho famoso en la época. Enrique, que fue el creador de la cátedra de medicina de la Universidad de Lisboa, era el mayor matemático de su tiempo, aplicó el astrolabio a la navegación, e inventó las cartas planas. Sin embargo, rechazó estas proposiciones y siguió con sus sueños de expansión del Imperio portugués.
Así fue cómo sus
navegantes iniciaron una serie de descubrimientos que llevaron el estandarte
lusitano a lugares que hasta entonces solo formaban parte de la leyenda. En
1418 Bartolomé Perestrello descubrió la isla de Porto Santo y, al año
siguiente, Juan Gonzalves Zarco y Tristán Vaz Tejeira descubrieron la isla de
Madera. En 1432 Gonzalo Velho Cabral descubrió Santa María, primera tierra
insular del archipiélago de Las Azores, en pleno Atlántico. No obstante, la
obsesión de Enrique no eran las islas, sino aquel mar terrible que los marinos
de la Edad Media creían imposible de cruzar. Después de doce años de arduos
trabajos, ordenó equipar una nave con todo lo necesario para una prolongada
travesía y puso al mando a su escudero Gil Eannes. El primer viaje de Eannes,
sin embargo, se llevó a cabo solo hasta las Islas Canarias, de donde regresó
sin haberse atrevido a continuar el periplo más allá del cabo Bojador, en el
territorio africano. En 1434 Enrique logró convencer a Eannes para que se
hiciera a la mar y explorara la costa africana, marcando el inicio de una
importante serie de descubrimiento y conquistas.
En 1441 envió a dos
de sus capitanes para que recorrieren la costa del Sahara, descubriendo uno de ellos
el cabo Blanco, mientras el otro llevaba por primera vez esclavos negros a
Portugal. En 1443 Nuño Tristán descubrió la isla de Arguim, donde Enrique
estableció una factoría, y en 1445 Juan Fernández penetró en Sudán y llegó
hasta el país de los tuaregs, siendo el primer europeo que exploró el interior
del continente negro. Al año siguiente, Álvaro Fernández descubrió Sierra
Leona, mientras que en 1457 Luis de Cadamosto y el genovés Antonio Molle
descubrían Gambia. Enrique el Navegante murió en Sagres en 1460, el mismo año
en que Diego Gómez descubrió el archipiélago de Cabo Verde.
Fuente reproducida
Biografías.com. Otras fuentes de Internet.
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