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28 de abril de 2022

Una bala para la vida ...



 

Una bala para la vida eterna del poeta,

dijo Cocteau

1837

  Se sostiene que existe una tendencia en los artistas –particularmente en los poetas–, por poner fin a su existencia, a través del suicidio. Es muerte que goza de fama entre los románticos, pese a que de agradable o amorosa tiene bastante poco, ya sea para quien pone fin a su vida, como para quienes quedan pendientes de su desaparición física. Las razones más comunes son el desengaño amoroso en seres hipersensibles, como son los artistas. O bien, la frustración por la falta de resultados artísticos, hasta el sueño prolongado y una vida al margen de la realidad, que necesariamente produce depresión. O la enfermedad incurable, como sucede con el común de mujeres y hombres. Pero en muchas circunstancias, el suicidio abre un signo de interrogación notablemente doloroso.

  Entre los métodos elegidos por los suicidas para saltar al otro lado, los más comunes son las heridas inferidas con armas de fuego, mediante disparo a la cabeza, al corazón –músculo preferido de la lírica–, o a la boca, imponiendo silencio al discurso poético. Claro que en los últimos decenios el envenenamiento por gas y la sobredosis fueron habituales en los suicidas.

  A continuación, una nómina de poetas muertos por mano propia que no agota los casos habidos, y es por tanto simplemente enunciativa. Y al cabo, la particular interpretación que hace Jean Cocteau, moderno príncipe de los poetas, del suicidio de Alekander Pushkin, aquí el más antiguo de la moderna literatura.  El apetito de eternidad, quizás sea común denominador del suicidio poético,  o no.

 

Alexander Pushkin –Rusia, 1837, Herida por arma de fuego–

Gerard de Nerval –Francia, 1855, Herida por arma          de fuego–

José Asunción Silva –Colombia, 1896, Disparo al   corazón–

Ángel Ganivet –España, 1898, Ahogamiento–

Gabriel Ferrater –España, 1912, Ahogamiento–

Georg Trakl –Austria, 1914, Sobredosis–

Francisco López Merino –Argentina, 1928, Herida          por arma de fuego–

Vladimir Maiakovski –Rusia, 1930, Disparo en la    cabeza–

Florbela Espanca –Portugal, 1930, Sobredosis–

Antonieta Rivas Mercado –México, 1931, Disparo al corazón–

Alfonsina Storni –Argentina, 1938, Ahogamiento–

Leopoldo Lugones –Argentina, 1938,    Envenenamiento–

Marina Tsvetaeva –Rusia, 1941, Ahorcamiento–

Jorge Cuesta –México, 1942, Ahorcamiento–

Cesare Pavese –Italia, 1950, Sobredosis–

Ernest Hemingway –Estados Unidos de         Norteamérica, 1961, Disparo en la boca–

Silvia Plath –Estados Unidos de Norteamérica,       1963, Envenenamiento por gas–

Pablo de Rokha –Chile, 1968, Disparo al corazón–

Paul Celan –Rumania, 1970, Ahogamiento–

Yukio Mishima –Japón, 1970, “Seppuku” –

Alejandra Pizarnik  –Argentina, 1972, Sobredosis–

Anne Sexton –Estados Unidos de Norteamérica,    1974, Envenenamiento por gas–

Alfonso Costafreda –España, 1974, Sobredosis–

Ana Cristina Cesar –Brasil, 1983, Salto al vacío–

Pedro Casariego –España, 1993, Arrojado al tren–

 

 

«Pushkin poseyó más que cualquier otro poeta el privilegio de fingir morir. La bala que lo mató le daba vida eterna en la tierra y en los cielos. Con una elegancia suprema, su obra, intraducible a fuerza de singularidad, atraviesa con soltura un mundo plural que considera cada vez más el genio como un privilegio aristocrático. En Pushkin, el gran señor y el hombre de pueblo se abrazan y componen el fenómeno propio por vencer los discursos terrestres. Reina por sobre las almas nobles, sin importar a quienes pertenezcan. »

 Jean Cocteau


(c) Carlos Enrique Cartolano. "Recuerdos del olvido", 2021

Ilustración: Francisco López Merino

Descubrir desde la contemplación ...

 


Descubrir desde la contemplación

1460

  En 1460 murió Enrique el Navegante, quien descubrió a través de otros, y nunca se hizo al mar para confirmar sus cartas de navegación en ruta a La India. Murió mirando el océano, no desde las riquezas del palacio que su padre Juan construyera en Sintra, sino en Punta de Sagres, cuya fortaleza somete al océano tras ese choque milenario de titanes.  A su muerte, fue sucedido por Manuel el Afortunado; este, no navegante, acumuló riquezas de oriente hasta que su corona declinó, y no se repuso económicamente en su tránsito a la Casa de Braganza, tras el dominio español.

 

 

El mar. El joven mar. El mar de Ulises

y el de aquel otro Ulises que la gente

del Islam apodó famosamente

Es-Sindibad del Mar…

 

 

  Dijo Jorge Luis Borges en El oro delos tigres (El mar). Pero en el caso del primero de los monarcas mencionados, sin correr aventuras personalmente, sin embarcarse, y mucho menos extraviarse o seguir la ruta de sus antiguos minoicos. Enrique dedicó su reinado a dibujar cartas de navegación, preparar y despachar expediciones, inventariar resultados, renunciando al matrimonio y a cualquier otra distracción que le impidiese consolidar el reino y sus finanzas.

 

 

                   … El mar de grises

olas de Erico el Rojo, alto en su proa,

y el de aquel caballero que escribía

a la vez la epopeya y la elegía

de su patria, en la ciénaga de Goa…

 

 

  Continuó diciendo Borges, con la referencia a Luis Vaz de Camöes, el poeta que mejor interpretó el alma del pueblo portugués, de su historia siempre oscilante entre heroísmo –epopeya–  y pérdida –elegía–.

  Los avances de tiempos de Enrique el Navegante en el Atlántico, y luego en el Índico, se debieron a la excelencia en la construcción de navíos portugueses, que aquel monarca en persona diseñaba y ajustaba siguiendo los relatos de peripecias de los exploradores.

 

 

El incesante mar que en la serena

mañana surca la infinita arena.

 

 

  Concluye Borges su poema "El mar", luego de invariablemente aludir al otro reino, el británico, a Trafalgar, a Nelson, y a consecuentes requiebros del Duque de Medina Sidonia.

  Solo quien contempla el mar puede saberlo joven, rebelde, desafiante de toda serenidad, incesante por sobre todo, desgranando roca al infinito para donarnos su arena.

 

En el año 1416 Enrique fundó junto al cabo San Vicente una villa llamada Tercena Naval, que es hoy la ciudad de Sagres, y estableció allí una escuela naval, varios astilleros y arsenales.

Fue en esa escuela donde se formaron los navegantes que luego realizarían los viajes de exploración que consolidaron el imperialismo portugués en numerosas colonias. Enrique fijó su residencia en la villa por él fundada y se apartó voluntariamente de la vida cortesana de la metrópoli, dedicándose a perfeccionar los planes para dominar un océano que la imaginería popular había poblado de monstruos y catástrofes. Las arriesgadas expediciones marítimas ordenadas por Enrique llegaron a oídos de la Iglesia y de monarcas y emperadores. El papa Martín V, don Juan II de Castilla y Enrique V de Inglaterra lo tentaron para que aportara a su causa los conocimientos, tanto militares como de navegación, que le habían hecho famoso en la época. Enrique, que fue el creador de la cátedra de medicina de la Universidad de Lisboa, era el mayor matemático de su tiempo, aplicó el astrolabio a la navegación, e inventó las cartas planas. Sin embargo, rechazó estas proposiciones y siguió con sus sueños de expansión del Imperio portugués.

 

Así fue cómo sus navegantes iniciaron una serie de descubrimientos que llevaron el estandarte lusitano a lugares que hasta entonces solo formaban parte de la leyenda. En 1418 Bartolomé Perestrello descubrió la isla de Porto Santo y, al año siguiente, Juan Gonzalves Zarco y Tristán Vaz Tejeira descubrieron la isla de Madera. En 1432 Gonzalo Velho Cabral descubrió Santa María, primera tierra insular del archipiélago de Las Azores, en pleno Atlántico. No obstante, la obsesión de Enrique no eran las islas, sino aquel mar terrible que los marinos de la Edad Media creían imposible de cruzar. Después de doce años de arduos trabajos, ordenó equipar una nave con todo lo necesario para una prolongada travesía y puso al mando a su escudero Gil Eannes. El primer viaje de Eannes, sin embargo, se llevó a cabo solo hasta las Islas Canarias, de donde regresó sin haberse atrevido a continuar el periplo más allá del cabo Bojador, en el territorio africano. En 1434 Enrique logró convencer a Eannes para que se hiciera a la mar y explorara la costa africana, marcando el inicio de una importante serie de descubrimiento y conquistas.

En 1441 envió a dos de sus capitanes para que recorrieren la costa del Sahara, descubriendo uno de ellos el cabo Blanco, mientras el otro llevaba por primera vez esclavos negros a Portugal. En 1443 Nuño Tristán descubrió la isla de Arguim, donde Enrique estableció una factoría, y en 1445 Juan Fernández penetró en Sudán y llegó hasta el país de los tuaregs, siendo el primer europeo que exploró el interior del continente negro. Al año siguiente, Álvaro Fernández descubrió Sierra Leona, mientras que en 1457 Luis de Cadamosto y el genovés Antonio Molle descubrían Gambia. Enrique el Navegante murió en Sagres en 1460, el mismo año en que Diego Gómez descubrió el archipiélago de Cabo Verde.

 

Fuente reproducida Biografías.com. Otras fuentes de Internet.

 (c) Carlos Enrique Cartolano. "Recuerdos del olvido", 2021

Ilustración: Retrato de 1470




Los rostros incompletos ...



100.

  Los rostros incompletos de la vida. La muerte a medias, así como la obra: su legado en boca ajena. La caja de fósforos y un paquete de velas sin abrir. La poesía, siempre pendiente. La palabra regresa. Y la melancolía.

                           

  Contamos siempre con un parcial de vida, como solo sabemos algo de la muerte. Miente quien predique el saber universal; el resto nos busca porque precisa de nosotros la concordia, una chispa creativa, contagiarse emoción desde el recuerdo.

(c) Carlos Enrique Cartolano, Scherzo, 2021

Ilustración: Lorenzo Quinn (c)

 

Pregunta Miguel Veyrat ...

 


99.

  Pregunta Miguel Veyrat si la memoria es un olvido que olvidamos. Contesto la pregunta con lo inconcluso; en vida y obra los finales sorprenden, tanto como un recuerdo a mitad de la agonía, cuando ya heridos y desprovistos del acero solo resta la experiencia. Cada paso reproduce una huella aislada y prescinde del millón restante.

 

  Cuando la huella se imprime con el suficiente ímpetu creativo, y se destina a un sentimiento superior, sirve a toda la humanidad.

(c) Carlos Enrique Cartolano, "Scherzo", 2021

Ilustración: Crea tu blog (c)


Últimas imágenes ...


 

98.

  Últimas imágenes a través del ridículo alambrado diplomático. Cada contendiente pone de pie la realidad utópica a costa del otro. Esclavos en Corea del Norte, robots económicos en Estados Unidos de Norteamérica. En bordes del desafío se miden claudicación y mentira. Evocación nazi en ambas propagandas.

 

  A un palmo de confrontación y guerra. La vida puesta en juego solo por predominar en las economías de exportación, y en la invención de armas y dispositivos de vigilancia y control.

(c) Carlos Enrique Cartolano, "Scherzo", 2021

Ilustración: Robots ...


En mí aún ...


 

97.

  En mí aún hace almácigo la poesía, acentúa sabor-sonidos-ritmo-sobrevida. Del género deseo, familia de voces y especie duermevelas, dicen. De su supervivencia en una humanidad que jamás satisface sus deseos, redundantes saben los sabios. Los poetas solo la hacemos en cada movimiento y cada mirada, seguros de que muertos nosotros, los almácigos continuarán creciendo en los demás.

 

  También en la palabra, el ciclo vital está garantizado. Espero lograr la publicación de este y otros que le seguirán. Planifico poemas dedicados a Matisse y a Picasso; las imágenes necesitan su término de gestación, y su escritura es interior por el momento.

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Cecilia Vicuña


Las voces del naufragio ...

 


96.

  Las voces del naufragio. Las primeras, digo, porque eran débiles, increíbles, cargaban una mezcla de paraíso con amor carnal sin horizontes. Algo nuevo por lo inesperado. Después, la edad se subió al jardín de interiores, la experiencia se volvió muda, una vez por semana regué cuarenta tiestos o macetas, donde otros tantos vegetales, ya condenados, morirían en silencio, como las plantas mueren.

  Como los humanos morimos, a salvo mis kalanchoes que seguramente ya escuchan voces por detrás de mí. ¡Qué privilegio!

 

Cuido a las criaturas vegetales, les pongo reparo y agua, les permito respirar como pocos permitieron mi alivio. La poca tierra de que dispongo está ahora en macetas; extraño alguna extensión mayor, en contacto con pájaros y lluvia, pero me conformo: el ciclo vital se cumple. Plantas y animales son el complemento por excelencia del hombre.

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Kalanchoe daigremontiana 


Pigo gancho...


 

95.

  Pido gancho, el que me toque es un chancho. Cuando jugábamos a la mancha cuidábamos la rima, pero sobre todo marcábamos las vocales en chancho, con particular contundencia. Que la expresión se recordase sin esfuerzo, se volviera pegadiza, y que el insulto tatuara al oponente.

  En las últimas marchas en apoyo a un presidente que perdió las elecciones, mujeres y hombres de clase media en mi país, volvieron a utilizar el apelativo, marcando otra vez las vocales, bien abiertas, con inusitada contundencia. Decían:  no les den de comer a los chanchos. Otra vez los oponentes, la agresión social, la discriminación, el pretendido regreso a un país de elegidos y a salvo de los morochos. Nunca más inclusivo, querían decir.  Otro nunca más, ahora bien diferente: un paraíso para mal llamados gorilas (*).


  Desde que en 1946 un diputado crease una metáfora desafortunada, tildando a los nuevos congresales de aluvión zoológico, muchos animales han participado en acontecimientos nacionales.  Además de gorilas y chanchos, se recuerda a quienes como moscas u hormiguitas caían de los aviones en vuelos de la muerte, como así supo haber peludos, palomas o aguiluchos en la política, y también comadrejas que exterminar, en la mal llamada conquista de un desierto que no era tal.

(*) gorilas, llamaron los estadounidenses, en la Guerra de Corea, a los nacionales que defendían su país de la invasión yanqui. Eso porque los esperaban en la espesura de las copas de los árboles, atacándolos desde lo alto. Todo lo contrario de lo que gorila significa hoy en mi país: un antiperonista, o si lo prefieren: un vendepatria. 


(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Discriminado... 

24 de abril de 2022

Continúo siendo aquel ...


 

94.

  Continúo siendo aquel niño sentado al sillón del peluquero Nieto, en mi pueblo. Entonces pedía una media americana, como todos los de mi edad en los años cincuenta. Ese corte tenía que ver con el cabello de los soldados estadounidenses de la segunda guerra, y de la posterior administración en Alemania y Japón. Cortes de máquina a los costados y en la nuca, las orejas libres, y arriba bien corto, aunque de tijera. Moda americana, moda militar en los jovencitos. En casi todos, en realidad; hasta Perón mismo, que nos legó el asadito y la conciencia nacional, también lo usaba.

 Ahora parece volver, sobre todo en las figuras del deporte y la pantalla, en los jóvenes más populares. Pero este corte del siglo 21 tiene un pasado oscuro: es el corte nazi. Acero por debajo, y arriba un prado prolijo, aunque en ocasiones bastante más largo que el de la media americana.

  Y no es casual que las prédicas racistas de la actual administración Trump, reproduzcan en mucho los desmanes del nacional socialismo en la Alemania hitlerista. Entonces se perseguía la pureza de una raza, y quienes estaban por debajo de los estándares terminaban en las cámaras de gas. Ahora, los militares estadounidenses dicen llevar la democracia a nidos de ratas. Y parece ser que el único camino para entronizarla es el exterminio de roedores humanos en cada país intervenido, colonia de su American way of life, o a un territorio militarmente arrasado.

  Así como el año pasado en mi país, ciframos esperanzas de renovación en el gobierno de los Estados Unidos. Para el bien de todos, aunque no estoy muy seguro de las querencias del pueblo de aquel país; es todo muy oscuro y la verdad –o falsedad– parcial, junto con la publicidad, componen un espeso velo que impide el cabal conocimiento.

(c) Carlos Enrique Cartolano, "Scherzo", 2021

Ilustración: Corte "nazi"



Población no es lo mismo ...


 

93.

  Población no es lo mismo que pueblo. Las luchas del pueblo persiguen su dignidad –son populares–. En cambio, lo poblacional tiene más que ver con el poder y su decisión de controlar, administrar y empujar a las masas en determinado sentido. Por eso, la siguiente frase fue una verdadera definición de nuestra historia:

Se hace saber a la población que el país se encuentra bajo el control operacional de la Junta Militar… Y así, terminamos con la dignidad bajo las suelas. De popular, nada.

 

  Durante momentos posteriores a 1976, y aún hoy, muchas veces se intentó retomar el control operacional. Seguramente como pobladores, podemos ser confundidos con carneros, pero siempre habremos de defender nuestra dignidad de pueblo, que es la de humanos.


(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Arte Copto


Cuando algo se hace ...


 

92.

  Cuando algo se hace demagógicamente popular, se desgasta y pierde prestigio. Paradójicamente, eso puede alcanzar el rango de impopular. El pueblo no perdona lo que se repite, y por tanto aburre. Todo habrá de renovarse permanentemente; la serie implica evolución para continuar sorprendiendo.

  En el terreno de la poesía, desafortunadamente, la palabra azul se ha gastado.

 

Hay otras muchas palabras gastadas, o en camino de serlo. Nombres propios, novelas, cuentos, poemas, y hasta autores. Días pasados me sorprendí cuando alguien en redes expuso su preferencia para próximos Premios Nobel a un brasileño, que sinceramente creía que ya no figuraba en los gustos de casi nadie. Y sin embargo, no es así. Hay cosas, libros, autores, que son impopulares solo para mí.


(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021}

Ilustración: Flickr (c)


Muchas cosas cambiaron...


 

91.

  Muchas cosas cambiaron junto a mí y tras fronteras inmediatas. Pero las de cada primera vez no se olvidaron; el recuerdo las conserva inalterables. La realidad por tanto se compone de infinitas versiones de objetos, opiniones, geografías e imágenes en general. ¿Sucede lo mismo con las personas? ¿O acaso, en las de cercanías, nuestra sensibilidad social asume las mutaciones, y refresca la composición del personaje, hundiendo en el olvido perfiles anteriores?

  Algo que en redes sociales parece imposible. Porque aquellos a quienes conocimos a la distancia, en perfiles fotográfico y de preferencias, permanecen iguales a su primera vez. En este terreno son posibles dos conocimientos: el de la pantalla, y el del encuentro personal, si llegase a producirse. Y este último, si bien puede refrescar el perfil original, tampoco será de alguna profundidad hasta tanto la socialización no se transforme en hábito. Es decir, cuando esa persona alcance la categoría de cercana.

 

  Podría mencionar varias experiencias de amistades en redes. La característica de todas ellas es la fatuidad, el conocimiento parcial que obtenemos de las personas a las que llamamos “amigo”. Existen en mi caso amistades que se cuentan con los dedos de una mano, en las que subsiste el interés por conocer personalmente al “amigo”, y finalmente establecer si asume o no dicha condición. Menciono ahora los ejemplos de dos poetas: la mexicana Isabella de Jesús Bautista y el español Miguel Veyrat; hay otros. Pero lo que importa es que las amistades que comenzaron fuera de la red, se mantienen sin que existan dudas, y son generalmente durables.

(c) Carlos Enrique Cartolano, "Scherzo", 2021

Ilustración: 20 minutos (c)


Escribo dos conjuntos ...



90.

  Escribo dos conjuntos de textos a la vez. Elijo ahora por extensión; aunque en ambos es idéntico el propósito, en uno de ellos vuelve a reverdecer el lenguaje poético, que jamás podré ocultar, ni en vida ni en lecturas de porvenir.  En el otro me prodigo desde lecturas y observación, vuelvo a la écfrasis, a la crítica, me confirmo al recorrer la historia y armo mis columnas radiales.

 

  Al releer estas páginas, peso la dificultad del intento. Mis días prefieren Scherzo, y casi todo se reduce a su forma.  Comprendo que volveré a Recuerdos del olvido, con otras armas y al cabo de este recorrido. Allí está todo por ser dicho, y creo saber cómo lo diré. 

(c) Carlos Enrique Cartolano."Scherzo", 2021

Ilustración: Blog Sepin (c)

Amor en lengua ...



Amor en lengua materna

1970

 

  ¡Qué año ese!  Cuando Paul Celan saltaba al Sena desde Pont Mirabeau, yo me interné en un matrimonio feliz en descendencia, aunque complejo y doloroso en sus extremos. El amor es siempre difícil cuando de él todo se pretende, desde la mayor felicidad hasta restañar previas heridas e inmunizar para vínculos por llegar. Todo es imposible. En vida de Celan lo supieron Gisèle Lestrange –su mujer–, Ingeborg Bachmann –una relación extramatrimonial que mantuvo el poeta durante veintidós años– y también su confidente Nelly Sachs. Porque todo lo que él amó, y todo aquello por lo que se estremeció, dejó huellas en su literatura. Su correspondencia es frondosa, especialmente la que mantuvo con esas tres mujeres que mencioné antes. El amor tuvo en Celan dos aliados permanentes: la poesía y el idioma alemán.

  Sus padres, judíos confinados en campos de exterminio murieron cuando Paul –sobreviviente del genocidio judío– era joven todavía. La misma lengua materna, sinónimo del amor de su madre, fue el idioma de los carniceros nazis. Tal su desgarro literario iniciático. Él se empeñó en escribir en esa lengua, y hasta aquí su poesía rescata y jerarquiza el idioma alemán. Más allá de la famosa frase de Theodor Adorno, la poesía fue posible en la posguerra y para Paul Celan, que compartía con Heidegger la idea de que el lenguaje es morada en que el hombre habita sostuvo: Uno solo puede expresar su propia verdad en la lengua materna; cuando emplea un idioma extranjero, el poeta miente.

  La poesía de Celan en alemán, fue lo que la prosa en Kafka: el pináculo literario del idioma. Y en sus cartas, y en sus amores, por cierto. Pocos días después de conocerla, la primera correspondencia de Celan fue un poema que dedicó a Ingeborg; una propuesta de amor en alemán. La belleza del arte literario se impuso una vez más a la muerte. La poeta ardería en su lecho tras dormirse con un cigarrillo encendido; él como queda dicho eligió el suicidio en el poco deseable año de 1970. Pero cartas y poemas sobrenadaron aguas del Leteo, y hoy resultan pródigas en estremecimientos de la lectura.

Piensa En Egipto. Cuantas veces lo leo, te veo ingresar a ese poema: Eres la razón de vida, también porque eres y seguirás siendo lo que justifica mi palabra. […] Pero no es eso solamente, la palabra. También quería estar mudo contigo.
De Paul Celan a Ingeborg Bachmann, carta del 31 de octubre de 1957.

En Egipto

((para Ingeborg))

 

Tú debes decir al ojo de la extranjera: ¡Sé el agua!
Tú debes, a ésas que sabes en el agua, buscarlas en el ojo
            /de la extranjera.

Tú debes llamarlas del agua: ¡Ruth! ¡Noemí! ¡Miriam!
Tú debes adornarlas, si tú yaces con la extranjera.
Tú debes adornarlas con los cabellos en nube de la /extranjera.
Tú debes decir a Ruth a Miriam y Noemí:
Vean, ¡yo duermo con ella!
Tú debes a la extranjera junto a ti ornar del modo más /bello.
Tú debes ornarla con el dolor por Ruth, por Miriam y /Noemi.
Tú debes decir a la extranjera:
Ve, ¡yo dormí con éstas!


(c) Carlos Enrique Cartolano, Recuerdos del Olvido, 2021

Ilustración: Die Geträumten (c) 

Horizonte 1: La brújula ...

 


-Horizonte I-

La brújula de Bartolomeu Dias

1488

  Desde que conozco el mar –y eso fue a mi corta edad, porque nací junto a él–, me interesó mirar el horizonte durante lapsos bastante largos, imaginando el otro lado, pensando cuál y cómo sería la orilla opuesta.

  Al alcanzar edad suficiente continué con mis observaciones, aunque con el cuerpo sumergido, mi labio superior a ras del agua, desafiando al oleaje, y experimentando la competencia que libraban gravedad y flotación a costa de mi cuerpo. Como si yo fuera la aguja indecisa de un brújula declinando de norte en la superficie, hasta sur en la arena del fondo.

  Comencé a imaginar aquella costa al frente con algún fundamento cuando me interné en los atlas, y tracé líneas imaginarias desde las playas argentinas hasta las presuntas orillas opuestas. Así descubrí el Mar Índico, tal como antes lo hizo Bartolomeu Dias –o Bartolomé Díaz, en caso de castellanizarlo–, y supe que el trazo pasaba rozando el sur de África, más precisamente por el Cabo de las Agujas –o Cabo das Agulhas, como lo bautizara el navegante portugués del título–. Y desde allí el mar se llamaba con otro nombre, aunque era el mismo mar salado, como siempre sucede en el planeta tierra, donde lo que no es tierra es agua de uno u otro sabor.

  Por supuesto, que el portugués llevaba su brújula, y en eso volvíamos a coincidir, pero aquella era un artefacto aunque antiguo, con aguja hecha y derecha a su fin, no como mi cuerpo oscilante que nunca tuvo demasiado de aguja. Y en la brújula de Bartolmeu Dias, la aguja marcó el norte justito al llegar al extremo sur de África, sin declinación ninguna. Como si la hubieran pegado allí, y la punta extrema en cuestión fuera verdaderamente su lugar en el mundo.

 

La expedición de Bartolomé Díaz es considerada uno de los logros de mayor importancia en la navegación portuguesa del siglo XV. Esta consideración es debida a que Díaz abrió una nueva ruta desde Europa hasta Asia, cruzando los océanos Atlántico e Índico. Fue vital para la economía  de su tiempo el descubrimiento de la ruta hacia India. Díaz era un acompañante de la Corte Real de Portugal, y también actuaba como superintendente de los almacenes de la familia real, y maestro navegante de un barco de guerra llamado San Cristóbal. En 1486 el Rey Alfonso V, encomendó a Díaz la misión de encontrar una conexión con el Océano Índico, luego de las expediciones fallidas del navegante portugués Diego Cao. En 1488, el explorador alcanzó el Cabo de Buena Esperanza, entonces llamado Cabo de las Tormentas, y continuando 150 km hacia el sur halló el paso tan deseado, al trasponer un segundo cabo. Este nuevo accidente geográfico, fue bautizado por Bartolomeu como Cabo das Agulhas, porque allí la declinación magnética era nula. Es decir, coincidían –y coinciden hasta hoy– el norte geográfico y el norte magnético. Justamente, este es el punto  donde las agujas quedan clavadas, inmóviles.

 

En fecha no precisada de 1488, conforme Britannica.com


17 de abril de 2022

Valéry vivió...


88.

  Valéry vivió, durante los últimos siete años de su vida, una relación amorosa intensa, loca para su tiempo, diferente aun para este siglo. Enamorado hasta las vísperas de su muerte, cuando fue abandonado por Jeanne Loviton –alias Jean Voilier–, novelista treinta años menor que él, y con una ajetreada vida sentimental anterior. Ella lo abandonó para casarse con el editor Robert Denoël, acusado de colaboracionista y más tarde asesinado.

  Valéry murió dos meses después de la separación, colmado de ternura, poesía y desgarro por esa historia secreta. Tras su muerte se encontraron los ciento cincuenta poemas de amor, ya corregidos por el poeta, que no hace mucho integraron parcialmente Corona y coronilla. Asomarse a ellos supone reafirmar que la poesía siempre será un acto de amor, y que la pasión encuentra el sitio más adecuado en el poema, porque siempre seduce contagiando.

  Un amor que alcanza su cenit:

 … Oh rosa de placer, cuyo placer es llanto,

rosa húmeda a la espera de una caricia errante

por sus bordes de cáliz donde la carne es flor…

 pero que acaba en desgarro:

… Lo que será, pronto ya no será:

mañana está muriendo en este mismo día:

detrás de mí, que perderé lo que amo…

porque siempre, y aún hoy:

… La vida es rica en falsa pedrería …

 Anoto estos dos últimos textos; la propia experiencia apoya con fuerza una piedrita en el pecho, y oprime. Lo dije antes y Valéry acuerda: la vida es rica en falsas pedrerías, como es rico el deseo –agrego–, al que no puedo tildar de errado ni de falso. Finalmente, todo amor se pierde, mientras la memoria se afana en devolverlo al genuino ardor, una y otra vez.

(c) Caros Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Loco por tí (c)


En el agua, más ...

 


87.

  En el agua, más que en otros elementos, aprecio la alternancia de proximidad y distancia. Me resulta habitual detenerme frente al mar y escrutar el horizonte, esperando siempre divisar la otra playa –la opuesta–, creer que se reiterará esta naturaleza de arroyos interiores y competencia de orillas. Al cabo, me convenzo cada día de la imposibilidad del fenómeno, y espero que en vez siguiente el mar transcurra entre taludes.

  Rememora la existencia por nacer, cuando al quitar atención a su estatura, el cuerpo se sumerge. Bien lo expresa Paul Valéry en el cuarto poema en prosa de su póstumo Alfabeto: La propia voluntad y el albedrío general de los hombres se configuran en el recreo de las aguas. Acaso haya un aroma en este aire insulso y vaporoso cuya compleja flor inquiera los recuerdos y abrigue o dé color a este impreciso afán del ser desnudo. Los ojos se extravían o se cierran. La duración flaquea, sin contactos. En sueños, el espíritu se descose las venas.

  Como si el agua abriese jaulas del cuerpo y liberase el alma. Un espíritu amante en libertad, olvidado de sus condicionantes: espacio y tiempo, porque estaciona siempre dispuesto a su fusión en líquido que suma, iguala, integra en corriente o mareas.

  Después de múltiples ensayos y al cabo de doce años de intentar los veinticuatro textos convenidos para su Alfabeto, Valéry abandonó el proyecto. Sin embargo, el poeta legó varias alternativas por cada una de las letras del alfabeto –excluidas, como se sabe las muy poco frecuentes K y W de su lengua–. A los sesenta y seis años, el poeta desechó ese trabajo que amaba profundamente, y en cuyo desarrollo había reflejado su vida hora por hora de una jornada. Y, como queda dicho, con muchas variantes. Pero Valéry estaba en condiciones de entregarse a otro amor, el más intenso de su vida.

 

En sueños, el espíritu se descose las venas… Presiones que me impuse, que se impone el poeta. Inacabado siempre es un sueño que se repite y me lleva cuarenta años atrás, cuando fui dependiente en una acería.  Como tantos trabajos que tuve, mi tarea estaba muy lejos de lo que me gustaba o quería hacer. El sueño me lleva allí, a un día en que me he quedado en casa, no he ido a trabajar; el sueño me lleva hasta la noche anterior de este mismo día en que sueño. Y mi angustia es enorme: ¿por qué he dejado de ir a trabajar allí? ¿Cómo atento de esta forma con mi medio de vida, y con quienes dependen de mí? Y cuando el sueño se ha transformado en pesadilla, comprendo que en realidad hace mucho que no voy a trabajar porque he dejado de pertenecer. Eso sucede en un estado previo a la completa lucidez, cuando aún no he salido totalmente del sueño. Y volveré a soñarlo, quizás. O por el hecho de haberlo escrito ahora, mi inconsciente no volverá a engañarme.

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Advocate (c)

Mi corazón se purga ...


 

86.

  Mi corazón se purga con brincos, saliéndose de sí por expresar latidos y cercanía. Él salta y se acomoda en pecho ajeno, para el coro que reclama mi naturaleza. Así el poema amolda a formas de expresión, crece en temperatura y valencias de universo. Pero, como el orgasmo, el poema es involuntario. Ambos nacen de la persistencia en el amor.

 

La persistencia en el amor, dije.  Y creo ahora que ese puede ser mi estilo personal, como el de muchos en la vida. Acaso existe un amor sin insistencia, sin vuelta a cero y nuevamente puesta a andar. A veces siento que lo que hice y lo que hoy hago, apuntó siempre a escribir el poema; no uno, sino el único. Y para mi consuelo, leo lo mismo en otras vidas.

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Gabriel Orozco (c)

Cielina, poeta...



85.

  Cielina, poeta que la ondulación bajo redes me alcanza, dice querer desde el silencio.  Tal vez habla Cielina de este mal que enfermó mi corazón, y que en tantos anida como frustración durante un tiempo incontinente. Nadie detrás, y al frente la danza de impulsos eléctricos que conciben ahora mínimo grosor en pantallas oled. Otra vez, de uno a otro lado de una lámina de papel –la página–, se reinventa un mundo minuto a minuto del siglo.

  ¿Pero qué mundo? ¿La realidad, acaso? ¿Un mundo continente?  Repito: una realidad unitaria, cuanto desde el silencio pueda amarse, sin intercambiar miradas, descreyendo de cinco sentidos, confiando solo en mareas de texto, fronteras afuera de la patria que nos toca –más grande o más pequeña, según optemos–. De esto se trata, creo hoy, 26 de noviembre, próximo a mis setenta y tres años y denso en experiencias. Elijo el plural “experiencias”, porque le hago zancadillas a las posturas monolíticas: la experiencia puede compararse con la más dura capa de quitina sobre la piel, en tanto la aceptación de nuevas experiencias permite la auténtica libertad de movimiento.

 

Pero nadie ama aquí como puede hacerlo en presencia, y la mayoría de las opiniones carecen de sinceridad. He aprendido a conformarme con los reflejos de una realidad mutante, siempre sujetos a mi previa opinión. Nunca más tomar decisiones a partir de embelecos informáticos. Adquirí la Poesía Reunida de Juan Gelman, porque la necesito, más allá de que hiciera la operación por el canal virtual. A toda costa defender la libertad: la auténtica, digo.

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Makoto Azuma (c) 

Se tiene un maestro ...

 


84.

  Se tiene un maestro en la existencia literaria; solo uno, creo ahora. Mientras se avanza en años y textos, hay tres o cuatro escritores que se acercan, personalmente o por reiterada lectura, complementando lo aprendido del primer y único maestro. Pero en todo caso, siempre confirman su legado.

  Recuerdo ahora una comunicación telefónica de 1997, cuando yo daba a conocer los poemas de La resurrección de Neruda. Estoy gravemente enfermo me dijo entonces. Vivió siete años más, aunque no volví a verlo. Soy deudor de lo mucho que recibí de él; culpable por no haberlo frecuentado más asiduamente, entre los años 82 y 97, pero he sido fiel a sus enseñanzas y recomendaciones. Y es esto último, finalmente, lo que en poesía importa. Cada poeta ha de ser enlace en la evolución del género, testimoniando legados, época y compromiso social.

  Reflexiono en torno a las palabras enlace y evolución. Cuando escribo este texto, Rafael Felipe Oteriño acaba de decirme que aunque yo proceda de Joaquín O. Giannuzzi, he dejado de transparentarlo.

 

Entre dos maestros compuse este texto; ahora advierto por qué cito a Rafael, cuando recuerdo a Joaquín. Es que fue Giannuzzi quien me presentó a Rafael, allí por los ochenta. Las casualidades no existen.

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Joaquín Giannuzzi


Extendí la jornada ...




83.

  Extendí la jornada de trabajo al doble y más. Ahora dedico a la escritura y su difusión entre ocho y nueve horas diarias. Parece lógico que concluya el día extenuado; este género, que me sostiene entre aguas de ensayo y flujos de poesía, me ha permitido explorar cavernas antes desconocidas. Alumbro en la profundidad; mi herramienta es nítido espejo en las cavernas.

  Para paliar el cansancio, he dividido mi día de trabajo en dos partes. Entre ellas duermo una siesta de una hora, u hora y media.

 

Me he dicho que la escritura es mi profesión. Ella ocupa el tiempo de trabajos por los que transcurrí durante cincuenta años, más lo que robaba a la familia y al descanso para responder a mi necesidad de escritura. Conservo solo una tarea con alguna significación económica: la editorial. Pero es tal el placer que me produce editar lenguaje poético, que debo considerarlo más próximo a profesión que a trabajo.

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Reuters (c)


Tras su muerte ..

 


82.

  Tras su muerte, el artista representado solo por composiciones y artificios, alcanza el reconocimiento que jamás obtuvo en vida. 

 

Aunque a nadie se le ha ocurrido morir para ser reconocido. No acertó quien murió joven; eso fue un triunfo del destino, que permite recordar al muerto cuando aún no se había equivocado.

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Leonardo Favio