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23 de abril de 2019

Aún estás ...




  ¿Aún estás aquí? Ciño el pecho con los brazos y pregunto si acaso te cobijé lo suficiente. Las imágenes no se recuperan en bordes y color, aunque sí en profundidad. Quiero decir en impresión. Flashes que pueden tatuar la lengua con palabras nuevas. Él, el pequeñito sigue ahí, sentado en el cordón de la vereda, con cuatro o cinco años pero mirada de al menos quince, a un lado del acampe, junto a quien parece ser un padre derrotado, al que surcan la miseria y el desamparo. Se huelen humo y cítrico, acidez y espera, silencio del cantón, vigilia en torno a las ollas, y de los neumáticos quemados sólo quedan las manchas sobre el pavimento. Hasta la ceniza voló.
  El chiquito pregunta, y su experiencia joven es arma que asolará el campo de batalla cuando transcurran algunos años. Los automovilistas truenan reclamos mientras camino. Entonces soy sombra antes que cuerpo. Vuelvo cincuenta años atrás: las mismas culpas, idénticos patrones y más lágrimas. Más. Ríe la muerte.

Acampe en Avenida Luro. 12 de marzo 2018
(c) Carlos Enrique Cartolano. Pajareras imaginarias, 2018

Ilustración: Vadoaju (c)

No duermo ...




  No duermo. Cada instante es el último, y se entretienen conmigo detalles del inconcluso. Por aquí pasó el maestro que aún no ve título en su libro. Casi nos igualamos en edad y aspiraciones, pero él supera a todos en docencia. Será porque nosotros partimos de titulares y sólo acertamos en la repetición. Me defino víctima de un final abierto. Desperté en su boca.

Visita de Rafael Felipe Oteriño. 5 de marzo 2018


(c) Carlos Enrique Cartolano. Pajareras imaginarias, 2018

Ilustración:  Luisa Psicóloga (c)

Observo y monologo ...




 Observo y monologo, quiero decir: la escucho. En realidad me permito su habla, como mis respirar y latir. Para el resto hay silencio, sólo yo la sé parlante. Ella todo cobra, no cesa de analizar y concluir minuto tras minuto de cada día. Aunque yo dejé de hacerlo, ella todavía se sorprende. Profetiza y su actitud es de constante edición. Quién puede distinguir ya inéditos, si todo vuelve a transcurrir el cedazo y cuanto retiene su criba muta al infinito.
  Así, se cuentan innumerables versiones de la experiencia, múltiples ángulos en la mirada, todos los sabores, cierta música totaliza sonidos en una partitura, la suma de tactos y aromas. Eso que llaman universo circula conmigo ante un espejo.

El anciano y la memoria
(c) Carlos Enrique Cartolano. Pajareras imaginarias, 2018

Ilustración: Sair García (c)

Las grietas ...




  Los grietas de la piel se repiten cuerpo adentro. Son reveses de tiempo y dolor, llagas que no cierran, recuerdos en torno al fuego. De igual modo las palabras dichas u oídas que devoró el aire, siguen vibrando guitarra de cada cual adentro.

Música elemental
(c) Carlos Enrique Cartolano. Pajareras imaginarias, 2018

Ilustración: Jacopo (c)

Ella, emanación...




Ella, emanación tras elevaciones: supuesta, sugerida por agitación en brisas o conciencia, perfume o sintonía del venteo. Sé muy bien quién es cuando va y vuelve, penetra y abandona, tiovivo de palabras encendidas, hoguera que el ciclón  aviva. Es por su tiempo y a la vez sin tiempo, única y diversa, jalón de mi existencia, columna de humo o mármol. Me dice, la digo, monto en ella, me levanta y proyecta más allá de toda espera. Significa por insignificancia, calla por ser parlante, ve cuanto no diviso, toca y sale disparada. Ella, horizonte o vertical.  Va conmigo y suena, si me nombra.

Leyendo a Rafael Felipe Oteriño

(c) Carlos Enrique Cartolano. Pajareras imaginarias, 2018

Ilustración: Tangotraum (c)

Ese momento...




  Ese momento está aquí, y mil veces no debo perderlo. No hay otro en que mis planetas atraviesen la elipse del deseo. Cómo y hasta cuándo quedarte al margen pregunta Veyrat Miguel*, dice: pendiente, sin aceptar convites del tiempo propicio. Lo fugaz condena –reconozco-, porque tenemos por mitades carne y polvo. Aunque nos queda la palabra. Ella, joven, seduce, ilumina cada noche frutos del paraíso, resucita en cada cual a Paris frente a frente con su voto.

Fuga y olvido dice Miguel. 28 de febrero 2018

* El deseo, en Babel bajo la luna (2002 y 2018
(c) Carlos Enrique Cartolano. Pajareras imaginarias, 2018

Ilustración: Arno Brecker (c)

Por la vuelta...




  Por la vuelta aunque nada repite y en cuanto rumié hubo noticia. Acaso no son nuevos esta mancha en la piel y el trazo de la araña nocturna sobre el codo, pregunto. Porque de pasajes, cierres y aperturas sabe mi vida, más que de amor. De este último se parte o regresa, aunque midiendo diferencia entre instantáneas: entonces estuvo bravo el mar y hoy me recuerda a un plato de sopa. Antes la cintura flexionaba con energía y lograba dormir boca abajo sin molestia de espesores, y ahora qué. Acabo de enterarme de que aún respiro; con cada ráfaga sudeste compruebo mi ignorancia.

Continuidad, cese y nuevo lunes


(c) Carlos Enrique Cartolano. Pajareras imaginarias, 2018

Ilustración: Nicolás Robbio (c)

De acuerdo con ...




  De acuerdo con Marc Chagall, todo cuanto nace  del corazón es posible. La cabeza, regente y censora vive de límite y recortes; desde ella, abisma la orilla final. Creo también que la mayor dulzura es de cabras musicantes, que finalmente será posible renunciar a la gravedad, porque si quedo libre, migrará conmigo el mundo, así como lo veo. Con amor es más profundo el azul, radiante la luz, firmes las velas, fábula y leyenda mi memoria.
  Me alcanza un samovar. Después calcamos la torre Eiffel en la humedad de los cristales. Tantos pájaros llegan a libar de nuestros ojos.

Cualquier domingo contemplativo es Chagall


(c) Carlos Enrique Cartolano. Pajareras imaginarias, 2018

Ilustración: Marc Chagall (c)

El quinto turno ...




  El quinto turno y dilata la espera. El tiempo tejió por fuera una armadura y lagunó por dentro una corriente amarilla y doliente. La densidad es mayor en exteriores y la conciencia decae hasta ínfima profundidad.
  Me quedé sentado sólo por contemplar el desfile de hormigas, el verano que fuga por resquicios de la ventana. Ahora lo pienso: mi tiempo resultó un agitador sinfín de la escritura, aunque los poemas meditados por semanas ya no vuelvan y se repitan desmadres de palabra. Por cierto, viejos conocidos.
  Mi lázaro no te olvida. Conservo aún espumas y arena en la piel. Sólo mi amor somete al yermo.

Prolongada espera de sábado


(c) Carlos Enrique Cartolano. Pajareras imaginarias, 2018

Ilustración: Playa del amor ...

Ya sé qué ...




  Ya sé qué dirá, cuál palabra modula su lengua: ¡miscelánea! Y le digo que no. No hay mezcla aquí, porque el ingrediente ya llegó mestizo, zambo, mulato, aindiado si prefiere. ¿Acaso debo reiterar la inexistencia de credos en literatura, es más: en casi todo? Apostasía del género, repito. O: ¿cómo catalogar los silencios? Del vacío hablo, eso tan abundante en la obra, como en cada día y toda existencia, entre miradas y palabras. Y en cuanto a ingrediente me toque, también híbrido, cruzado con murmurios del mundo y sus fantasmas.

Saliendo a flote ya, isla y mar en torno


(c) Carlos Enrique Cartolano. Pajareras imaginarias, 2018

Ilustración: Andrés Abreu (c)

Realidad. Quién ...



  Realidad. Quién sabe. Mirada y su producto, la palabra: aquí todos pueden, pero antes deben comprender. La ecuación estética, ese tumor alojado en el cerebro, es distinto en cada cual, mantiene el tamaño de un grano de maíz, o se expande hasta alcanzar ambos globos oculares. Shae De Tar, lo ha educado fuera del cerebro, y lo ha prodigado, aunque cada noche vuelva a introducirlo al cobijo de su natural evolución, lo amure cercano a las caricias de otras miradas afines, prodigiosas.
  Ella se mueve del mainstream al vintage, reinventa surrealidad, sicodelia y lo sensual, la verdadera regencia del corpus –su ser desnudo confronta-: brote en la piedra, leño floreado, fuente del agua, parte de chispa y pluma, inversión de color, migración aviar, semilla-flor-fruto-mujer. Qué de estas fotos sin la mano de Shae De Tar, su pincel y su paleta.
  Hoy quedé pendiente de tres fotografías intervenidas por la artista. Así consisto en los últimos poemas, esos de fin y cierre. Con la ya conocida sensación de una potencia para expresar algo indecible, dilatado en tiempo y descampe. Aunque con vínculos de lo generoso, múltiple.
  En una de ellas, el cuerpo se reprodujo a través del doble espejo, ofreciendo dos mujeres de piel y pelo azules y caras casi tan rojas como la pintura de sus labios. Me he sentido absorto ante la evidencia de la gemelitud presente en cada cosa, en todo recuerdo y toda sensación. Por supuesto también en cada persona, como lo está en mí.
  En otra, el tacto sobre un cuerpo de mujer convenientemente cubierta, alcanza dimensión fantasmagórica. De sombra, al menos. Se siente pesada esa caricia; el deseo inyecta vida y muerte en dosis semejantes.

  Y en la última, acaso la obra que más despierte en mí, una mujer viste de blanco transparente, atemporal. De pie, sin identidad porque carece de rostro, se ha detenido de espaldas al agua, mientras la población de aves la rodea invitándola a volar. Algunas especies parecen a punto de picotear el blanco escaso que encierra el marco: me refiero al centro de la imagen, el cuerpo de pie, inmóvil, atento a ciertas leyes de herencia y mutación.

(c) Carlos Enrique Cartolano. Pajareras imaginarias, 2018

Ilustración: Shae De Tar (c)

Es preciso hendir ...



  Es preciso hendir lo imposible, pasar a su través como quien gasta el aire en sólo un soplo. Es necesario atravesar cada palabra haciéndola cósmica, inteligible en la tribuna. Pero se necesita vivir mucho más de cuanto llevo, para copiarle laberintos de lenguaje a cada oído. Será acaso del consenso un gobierno al cabo, como supo regir la diosa luna, o en cada bestia sosegó ferocidad aquel edén. ¿Quién, cómo, cuándo restablecer la magia, nombrar vocero, renacer al escucharse?

En soledad, sin voz

(c) Carlos Enrique Cartolano. Pajareras imaginarias, 2018

Ilustración: GQ (c)

El poeta va ...




  El poeta va sobre una balsa. Ese leño que flota es el poema.  El poeta trabajó largamente para construir un timón, y ahora llora su fracaso. Exánime sobre esa balsa a la deriva, con destino -se dice- incierto, ahora va desde el recuerdo, y náufrago sobrevive. Sólo el poema se ocupa; la balsa sabe de mareas, puerto y fondeaderos.

En propia línea de flotación, y derrotando al tiempo


(c) Carlos Enrique Cartolano. Pajareras imaginarias, 2018

Ilustración: Jennroig (c)

Tras la eterna primavera...





  Tras la eterna primavera confío en la salud del sistema nervioso, patrón del laberinto y los poemas. Cuernavaca me decís, la de Hernán Cortés, sepultura de Mingus Charles, allí Frida con Diego viven a distancia prudencial y su idilio es de turismo y fotografías. El laberinto es mi cosmos. Malinches, lenguaraces y ladinos tejen su red ante estas huellas de solitario escribidor. Es que me queda la boca, blasón y lanza:  ella rasga tiempo y potestades.

Fantasma de la esclerosis lateral amiotrófica.


(c) Carlos Enrique Cartolano. Pajareras imaginarias, 2018

Ilustración: Frida y Diego

Por este lado se pegó ...




  Por este lado se pegó alguna piedad en la mirada, términos médicos que acaban rigurosamente en sis –por eso son siempre afirmativos y difícilmente nieguen cuando los porcentajes del bioquímico acreditan–.
  Del otro lado del cuerpo no dejan de sonar campanas que llaman al recreo, ancho y profundo el valle invita a la carrera que abre el apetito, allí reina el beso y el amor sucede naturalmente en cada brizna de hierba y todo terrón del surco. Al fondo, tras la cortina de álamos plateados, continúa la proyección de buenas memorias. De esa única película, todos abrevamos para no olvidar.
  Aunque implacable en ese prado, cada día la lluvia borra los tatuajes. Despega aquello que el cuerpo cargó sin complicidad de pasión o enamoramiento. Los pegotes montan el viento, y a la vista siguiente preguntamos por cuanto sabemos, pero afortunadamente olvidamos para continuar viviendo. 

Arrecia en mí la artrosis


(c) Carlos Enrique Cartolano. Pajareras imaginarias, 2018

Ilustración: Frida y Diegop

En postrimerías ...




  En postrimerías, un animal me contempla. Él, de pie en mesetas del recuerdo, entre tinta y corrección. Espera parecerse, a sí descubrir en lo involuntario que resta todavía, en la piedad que mi carne concede al cabo del grito y los cerrojos.

Lo irreversible
(c) Carlos Enrique Cartolano. Pajareras imaginarias, 2018

Ilustración;: Bomarzo

14 de abril de 2019

Seis años atrás...



  Seis años atrás o dos mil quinientos intentos después por deslumbrar-me y a vos develar. En conato de palabras, como en mirada de Bourgeois-Louise tras arquear la anatomía por recobrar reflujos. Pero no nos enseñaron a olvidar dice Pariso-Valeria, la poeta de pie sobre la sal del mundo. Y todo vuelve, aunque no las palabras gastadas bajo lijas de población conviviente. Eso es entre vueltas a suceder y abismos del espejo, la diferencia y falsedad de copias, confesiones de un miedo atemporal que marchita al restar fuerzas.
  Un nuevo libro revela estar con glúteos sobre el piso, rodillas arriba hasta que duela, la boca otra vez abierta. Me descubra así como quien recuerda amores, aquel idioma de plétora y turgencia, el vacío tras aguas, idas sus mareas, el color en fuga. Cuando desvive el puente. Y esta borrasca mía en orfandades del único deseo.

No sé olvidar. Mientras, sucede al repetir
(c) Carlos Enrique Cartolano. Pajareras imaginarias, 2018

Ilustración: Louise Bourgeois (c)

Pero al término...




  Pero al término está el muro, un vacío o páramo sin vista horizontal (da lo mismo al caminante). El tiempo es la cesta con peces, espigas de trigo, tejido inacabado, preguntas al derecho y del revés en toda lengua. El interrogante jamás se extingue (ha superado mis anales, y también los tuyos). Digo que la única sustancia palpable es el pasado, el punto de acumulación, cuanto no diluye en vida. Hoy consistimos en batir extremos: la ciencia de alcanzar los bordes sin ocasionar derrames. Más allá quién sabe, se dijo Agamenón al contemplar la última hoguera sobre perfil reconocido. Y sujetó a Casandra evitando profecías.

Epílogos del carnaval


(c) Carlos Enrique Cartolano. Pajareras imaginarias, 2018

Ilustración: Solomon Joseph Solomon (c)

Es contenido ...




  Es contenido en tránsito el poema. De cauces, curso y torbellino. Difícilmente un río acabe con laguna; serán meandros, bifurcación o delta, absorción, nunca mar escaso. Al contrario del primer flujo, su torrente o magno acuífero, como quien parió nilos. Este poemario es hidrografía, cauce venoso, consagración del borde al extremar diez yemas. Este poemario es hidrografía, cauce venoso, consagración del borde al extremar diez yemas. Árbol. Acaso a flote la sensibilidad en palabras y espejo inventa relojes, deriva de esta orilla a la de enfrente, de mi voz a las restantes, de esta visión a tanta alterna, al remolino de coros, al remanso del idioma.

A quien no ha comprendido. Simplista o rústico quizás, a quien la realidad atribula


(c) Carlos Enrique Cartolano. Pajareras imaginarias, 2018

Ilustración: Símbolos, mitos y arquetipos (c)

Setenta ...





  Setenta y uno para otro más. Aquí llegué y estoy para comprender finalmente que no es esa mi edad, ni este mi cuerpo, que el tiempo y el mundo son otra cosa. Nada tienen que ver con los espejos, la primera plana de los diarios, ni las pantallas de cuarzo, alguna agenda, o los reclamos de una red que se dice universal.
  Mi tiempo (porque es naturalmente íntimo y transparente al resto) abreva en los cuarenta y cinco, que cumplo a cada instante en que reafirmo la escritura: mi huella en playa diaria, esa mutante sin cura.
  Este cuerpo mío, a salvo del decurso, tiene tapas de cartulina, folios, piel de tinta, y en días de sol sale a picotear simiente por orillas del arroyo. Entonces, es uno de esos gallitos pigmeos con plumas verdes, rojas, azules y amarillas.
  Y el mundo, por fin, es ese de la mirada en tránsito, tan diferente al de ayer, o quizás al de mañana.

En vísperas de carnaval, son disfraces…



(c) Carlos Enrique Cartolano. Pajareras imaginarias, 2018

Ilustración: Ingo Waschkies (c)

Cuál es la puerta...





Cuál es la puerta que eligió el poema en parición. Por qué punto del cuerpo volcó. ¿Será de éste, de un volumen histórico, o de cuanto ya algún porvenir presiente en mí? Será quizás acá, donde la esperanza engrosa, del deseo en la mirada, del plato con uvas dulces, transparentes, o el zigzagueo en él de una abeja, que han venido nadando en mi consciente desde hace un buen rato. O será allí donde mi dios nunca envejece: en la palabra, al fondo de la boca, por donde trago o desde el que escupo. ¿Por dónde llega el hijo al mundo? En qué conjunción de espacio y tiempo se adhiere a la existencia para que marquemos paso juntos. O es todo lo contrario: nada de conjunción, sino que el poema es hiato, arista de la quebradura, su ancho, altos de su abismo, y grito en la caída.
  He pensado por fin que soy yo quien vuelca. El poema me precede, viene patriando mi existencia: es esta cueva donde primero amanece y jamás alcanzo noche en soledad.

Jueves de recuerdos: la relectura


(c) Carlos Enrique Cartolano. Pajareras imaginarias, 2018

Ilustración: Humberto Valdez (c)

El violín de Man Ray




el violín de Man Ray –le violon d´Ingres-

  Acaso le faltaba pasión a Emmanuel Radnitzky –Man Ray-, y en su amor escaseaban caricias, tal como afirma la muchachita de apenas veinte… Tanto, tanto, que ella debió besarlo, luego de desnudarse, ya sentada al borde de la cama de él, y excitada tras presenciar los resultados de la sesión fotográfica anterior, porque el hacedor permanecía impávido, tan tranquilo, siempre más atento a la consecuencia artística que a la bellísima causante –su modelo-. ¿Cómo permanecer indiferente ante Kiki –Alice Prin- de Montparnasse (Francesita: châtillon-sur-Sene, 1901/ Sanary-sur-mer, 1953), aprendiz de linotipista, panadería y encuadernación, modelo libérrima, cantante, artista plástica, y sobre todo pródiga amante? ¿Cómo, si ella era la palabra, la música, el color, la belleza de pie, en total entrega? ¿Cómo? Acaso la surrealidad del “fotógrafo quieto”, pretendía ver a Kiki en ojos de otro, abrazando una marioneta de piernas tan largas que rozaban el escaso vello púbico de la modelo (Marionnette a fis). O con una estrella de mar sobre uno de sus pechos (L´etoil du mer). Acaso necesitó Man Ray que el terremoto de esa mujer lo despertara cada mañana con su dosis de amor inagotable, en nuevas variantes de placer y seducción, siempre “tan desnuda como un caballo”. O finalmente, debió ponerle cuerdas en la espalda, para lograr interpretarla en total placer.
  Porque ha dicho Ligidos-Gonzalo al comentar su libro de memorias, que la boca de ella era un incendio, que su corazón era una alcachofa: cada hoja, el nombre de un amante. Y que el ombligo del mundo en entreguerras, estaba en Montparnasse, con su corte de artistas, escasos en todo menos en vino y amantes (elmundo.es). Así debió ser; ya que en 2011 Midnight in Paris (Allen-Woody, oscar al mejor guión cinematográfico) lo confirmó, con algunas verdades y frondosa imaginación.  La lista de amigos y amantes a los que deleitó en poses y amor es extensa entonces: Maurice Medijzky, Gustaw Gwozdecki, Man Ray queda dicho, Jean Cocteau, Marc Chagall, Serguéi Eisenstein,  Guillaume Apollinaire, Anatole Litvak, Alexander Calder, Tsuguharu Foujita, Amedeo Modigliani, Jules Pascin, Moïse Kisling, Chaim Soutine, y hay más…
  Participó en ocho películas, pintó muchos cuadros, y algunos retratos de amistades. Alcanzó resonancia su exposición de 1927 y en 1929 la eligieron “reina de Montparnasse”. Entonces, una multitud la escoltó a La Coupule, donde se celebró uno de los más opíparos banquetes de que se tuviera memoria hasta entonces. Pero los años dorados languidecieron en la crisis económica, y en 1939 la guerra europea dispersó a sus amigos por todo el mundo. En la miseria, con su belleza hecha trizas, nadie quería escuchar las canciones con las que recorría los bares y cafetines de mala muerte. Tuvo problemas psiquiátricos y estuvo internada. En la primavera de 1953, la “mujer violín” se desplomó en la rue Brea. Ignoro si recibió algún homenaje tras su muerte. Aunque sí supe de las copiosas lágrimas derramadas por Man Ray.
  El 11 de octubre de 2007 a través de Sin Sentido, se editó el libro-comic “Kiki de Montparnasse”, debido a Catel y Bocquet. Traducido a varios idiomas recorre ahora el mundo y alcanza precios verdaderamente importantes. Desde 102 Franklin Street de New York, un fabricante de lencería lanzó una colección “sexi”, haciendo del apelativo de la modelo su marca: “Kiki de Montparnasse”. Abrió tiendas del producto en Manhattan y Las Vegas. Y hoy, 7 de febrero de 2018, tras leer la carta con azúcar de Kiki a Man Ray, se me ocurre este texto –por más memoria recobrada-.

… Siento un dolor en el corazón al pensar que esta noche estarás solo en tu cama, te quiero demasiado, sería bueno que te amara menos porque no estás hecho para ser amado, eres demasiado tranquilo. A veces tengo que suplicarte por una caricia, por un poquito de amor… Pero tengo que aceptarte como eres, después de todo eres mi amante y te adoro; vas a hacerme morir de placer, de amor y de pena.
Te muerdo la boca hasta que sangra y me emborracho de tu mirada indiferente y a veces mezquina…
Fragmento de una carta de Kiki a Man Ray, diciembre 1921

…Kiki reinó en esta era de Montparnasse, con mucha más fuerza de la que nunca fue capazla reina Victoria a lo largo de toda su existencia…
del prólogo de Ernest Hemingway para las memorias de Kiki:
Les souvenirs retrouvés, 1936


(c) Carlos Enrique Cartolano. Recuerdos del olvido, 2018

Ilustración: Kiki de Montparnasse 

El verano vuelve...




  El verano vuelve a su desahucio. ¿Creíste que sería distinto esta vez? La juventud que sonreía de frente en la ventana fue una mueca de la espera. El tiempo huye en intemperies y es trombosis de vinagres la memoria.
  Escucho el clic-clac de la cerradura y me inunda la ilusión del vino. Sé que la existencia es forraje para bestias. Y engordo.
Cielos de clausura


(c) Carlos Enrique Cartolano. Pajareras imaginarias, 2018

Ilustración: El artista y la modelo -film-


Arribo ahora...




  Arribo ahora a territorios de comprobación. Esta es la patria. Mutis por el foro; y él ya no suelta. Monto mi pegaso de alas quebradas, gravito desencanto en pétalos. Voy en antípodas del satori.
Espejos

(c) Carlos Enrique Cartolano. Pajareras imaginarias, 2018

Ilustración: Favim (c)

9 de abril de 2019

El cadáver desborda...




  El cadáver desborda otra vez frente al cristalino. Eso diría el maestro, y ahora aplica en mí perfectamente. Expuesto al balance, incómodo en andariveles de la letra, sueno extemporáneo, al menos a favor de una corriente de rescates que vino marchitando en últimos tres años. Acaso lo que debía decir ya está escrito, el ocaso apoye sus párpados en mi cuerpo, sobre la saga de tantas mañanas de discurso. Vacilo, divago, basculo en ámbar, negro ausente, me encandilo, la estación me ahoga las más veces, nunca tosí antes como ahora, las palabras se pegan a paladar y dientes, tardo en recurrir a la ducha (quizás por retener una mirada en fuga). Releo lo dicho, digo cuanto dije, lo invierto, estiro o comprimo. La verdad entra en sólo una palabra, aunque se resista, de con manos y pies en interiores del capullo. Este es mi estante. Como si todavía me fuera permitido concebir, moldeo una y otra vez al ángel libertario que me habita.
Incomodidades de la prosa,


(c) Carlos Enrique Cartolano. Pajareras imaginarias, 2018

Ilustración: Florian Imgrund (c)

Accidente-atentado-consecuencias





  Volverse sólo cuestión de números semeja área de bombardeo, un campo de batalla. Entre tanto dicho en estos últimos años, alguna vez definí al número como un ente de boca estrecha y corazón de lata. Del cual esperamos la muerte, el último reflejo, la hora final. Las guerras, la persecución y la violación de los derechos del hombre en todas sus formas, son afluentes del número. También la descomposición social, la corruptela cultural, la miseria y el hambre, el crimen en todas sus modalidades… Quiero decir: cuando todo se espera de la economía perdiendo de vista la naturaleza del hombre y su vitalidad, el sentido de la existencia humana, un futuro que merezcan las raíces y el pasado que honramos, se producen los accidentes que condenan la vida en cada uno y nos acercan a la muerte. Son verdaderos atentados.
  El accidente consistió en una burbuja de metano que epilogó tanto irresponsabilidad, como apetitos económicos desmedidos del capital mundial. El atentado: la imprevisión que generó el derrame de petróleo más importante de nuestra historia. Y las consecuencias, que están a la vista, comprometieron drásticamente las condiciones de habitabilidad del planeta. Productos del número, que el mismo número –por la vía de penalidades e indemnizaciones- jamás podrá obviar, ni siquiera disminuir.
  En el terreno de las etimologías, nuestra palabra derrame abreva en alejamiento, y en rama descendente. Por cierto, estamos en presencia del hombre que toma distancia del hombre, que pierde estatura moral y licúa su porvenir. En tanto, desborde es cuanto supera los límites, crea una ley propia al borrar los bordes, desata manifiesta furia contra un estado de situación o equilibrio en la convivencia humana. Más allá de medir y comparar, quien se refugia en el número y hace de él su horizonte es un criminal, y para peor escupe hacia arriba.


La plataforma Deepwater Horizon perforaba un pozo a 7 kilómetros de profundidad y a 64 kilómetros de las costas de Luisiana. La plataforma la operaba la subcontratista Transocean.
Otra empresa, Halliburton, había sellado el pozo con cemento y lodos pesados. Una burbuja de metano ascendió a la superficie el 20 de abril de 2010, provocando una explosión y un incendio. Dos días después se hundió la plataforma. Emanó al océano una cantidad  de crudo equiparable a la superficie de la isla de Manhattan.
No se selló la fisura hasta el 15 de julio de ese año.


Dos años después del vertido de 4,9 millones de barriles de crudo al golfo de México, la petrolera británica British Petroleum aceptó declararse culpable de 14 cargos criminales y pagar 4.500 millones de dólares en concepto de indemnizaciones; de ellos, 1.256 obedecen a una cláusula penal, la más alta en los anales de la justicia estadounidense (…)
BP se declara culpable de 11 delitos por negligencia y fallos de seguridad en la plataforma de extracción de crudo (…), en la cual una burbuja de metano provocó una explosión que mató a 11 trabajadores y dejó abierta una fisura en el pozo durante 86 días
(desde el 20 de abril, hasta el 15 de julio de 2010) (…) La mayor parte de la indemnización se pagará a la Fundación Nacional de Pesca y Vida Silvestre en un plazo de cinco años (…) (Sin embargo) queda abierta una plétora de casos por la vía civil, a los que la empresa aún debe responder. Hasta la 9.06.2014, BP ha pagado 14.000 millones de dólares en labores de limpieza y reconstrucción, y ha establecido un fondo de 20.000 millones para indemnizar a los afectados,
de los cuales sólo ha empleado 9.000 millones hasta aquí. La petrolera emplea a unas 23.000 personas en EE.UU. ((sobre un total de 74.500 en todo el mundo, resultando la octava empresa privada en importancia del concierto universal, según Forbes))
-Composición de diferentes fuentes de noticias-

20 de abril de 2010



Al servicio del dios





    Charles creció observando el cielo; traía consigo la estirpe de su padre, el almirante William Henry Smyth, quien lo sembró napolitano haciendo madre a la soñadora Annarelia. A sus dieciséis observó, desde el Cabo de Buena Esperanza, el Cometa Halley,  y aún como asistente de Thomas Maclear, también hizo honores al Gran Cometa de 1843. Desde muy joven, Charles Piazzi Smyth experimentó la vocación de un elegido y se preparó para responder a las preguntas básicas del hombre. Supo del estrecho vínculo que relacionaba el objeto de sus estudios con los fundamentos del poder occidental. En 1845 fue nombrado Astrónomo Real de Escocia, con sede en el observatorio de Calton Hill, y profesor de astronomía en la Universidad de Edimburgo. En plena luna de miel en Tenerife, descubrió las bondades de la atmósfera limpia. Y junto a su compañera Jessie, ya no dejó de fotografiar.
  A sus cuarenta años, el batallador Smyth había vaciado el cielo, y supuso que los mares estaban soberanamente bien ocupados o trazados, desde su padre en adelante. Por lo que volvió a la superficie terrestre y se dispuso a interrogar a Giza y sus pirámides. Para ello, viajó a Egipto acompañado por una cámara especial que le permitió fotografiar el interior de la gran pirámide –porque pudo iluminar sus disparos con magnesio-. Y entonces creyó poder contestar quién la construyó y para qué… Al explicar los nuevos conceptos de pulgada piramidal, pinta,  sagrado codo y temperaturas del monumento egipcio, publicó su libro “La Gran Pirámide”, texto fundante de la piramidografía, que desencadenó la piramidología. De paso hizo acción necesaria al despojo de tesoros egipcios, favoreciendo el interés por visitar el Museo Británico de Londres.
  A partir de entonces, trabajó noche y día, para alzar una cruz sobre el vértice de la pirámide. Tal fue su monumento mortuorio en Saint John de Sharow, cerca de Ripon. Porque el poder del hombre –que por conveniencia o descargo él atribuye a su dios- todo lo devora.


… Sobre la base de sus cómputos, Piazzi Smyth confirma el famoso año
4004 a.C. como fecha de creación del mundo según el Génesis.
Y en función de la longitud de ciertos pasillos de la pirámide, tampoco se priva de verificar las grandes fechas de la historia sagrada. Incluso llega a pronosticar la fecha de la segunda venida de Cristo, primero para el año 1882, luego para 1892, y más tardeen varias fechas más, hasta 1911. Uno de sus discípulos más famosos será Charles Taze Russell,
fundador de los Testigos de Jehová. Sin embargo, no tendrá ningún éxito en cuanto a la fecha efectiva del Apocalipsis…
Philippe Delorme, en Teorías locas de la historia (Edición en castellano - 2017): sobre la edición de “La Gran Pirámide”, 1859

(c) Carlos Enrique Cartolano. Recuerdo del olvido, 2018

Ilustración: My Bcic (c)


Alguien recordó...



  Alguien recordó el blanco mientras otro trajo el punto. Y en esto consiste, han dicho, la existencia: ocupación y yermo, agua o sequía, atasco y vía libre: abigarrar el texto o permitir paso campante a la palabra. Dije punto porque la coma, si es que alguna vez tuvo existencia fuera del garguero y la expresión, hoy fue digerida por un tiempo que difumina, evapora y hunde. Hay un mar en el lenguaje y poco queda a flote; la razón alza salvavidas, mientras el poeta prefiere las borrascas que llevaron a Ulises a la playa. Aun desnudo, aun descubierto por la de hermosos brazos. En la cuenta de horas y días, me abisma febrero, el impaciente, un dios que arroja a espesuras de brevedad. En la cuenta de horas y días, me abisma febrero, el impaciente, un dios que arroja a espesuras de brevedad. Por fin, digo, todo habla desde su deidad, expresa espera, la necesidad, una última palabra que pinte en cuerpo y alma, hasta unión y distracto. Cualquier saña es por un nombre, aun la de veinte compañeros que Circe liberó, esos que después murieron en el naufragio mientras Ulises montaba marejadas. Digo: los que eligieron entre punto y blanco, distinguieron espacio de multitud, no entretuvieron sus consigos. Al fin tocaron la única palabra.
Blanco y entrega disputan sus días,


(c) Carlos Enrique Cartolano. Pajareras imaginarias, 2018

Ilustración: Marc Chagall (c)

Borges execraba ...



    Borges execraba cópulas y espejos, quizás perseguido por el daemon de la multiplicación. Puedo comprenderlo. Pero cuando llego ocupado por murmullos de la multitud, porque durante seis semanas me perforó sin pausa el idioma de distancias (pregunto qué otra cosa es el poema), escucho a Cuttica Eugenio (1957: Buenos Aires, Nueva York, Milán), próximo, a la vez distante, y agradezco la repetición, esa plegaria. Él dice oración, que es murmullo devorando lejanías. Y lo acusan de ilusionista, de buscar texto en wikipedia, de guglear el poder femenino que aquí no encuentra, de copiarse del mar con las niñas de un oleaje que no acaba en Mar del Plata.
  No puedo responder más allá de la sensación, que en mi piel brota todavía pese a sumar diez años más que don Eugenio. Yo me quedo con las piernas de Anita, las extremidades múltiples de anitas transparentes, iluminadas, huecas, desde insinuación hasta evidencia. Y pregunto si esas piernas no son las del poeta. Cuando permiten descubrir belleza más allá del trigal, del humo, o conjunto de opinión, o paisaje remanido, exterior evidente digo. Acaso las piernas (con la silla) son propietarias de la imagen, pregunto, y me respondo: el mirador y la mirada, el ojo del dios que perdimos hace mucho, la oportunidad de levantarlo con el cuerpo. En el mar, en el aire, en la palabra, o el color.
Cuttica en Mar del Plata, al cabo
de otra compulsa


(c) Carlos Enrique Cartolano. Pajareras Imaginarias, 2018

Ilustración: Eugenio Cuttica (c)

No logré borrar...



  No logré borrar mi rastro de sangre y heces. Tampoco pude lucir máscaras en la piel. Preguntátelo: ¿quien mantiene el equilibrio a duras penas, se traicionaría? Recién, el golem de cópula y memorias se tragó al dios de sueños y comidas.  Ya no quedan manos; la lengua no se basta.

Cuanto fue líquido cristaliza
(c) Carlos Enrique Cartolano. Pajareras imaginarias, 2018

Ilustración: Daniel Barkley (c)

7 de abril de 2019

En efecto...




  En efecto, como sostuvo Vicente Huidobro, el mundo está en nosotros y no nosotros en el mundo. ¿Acaso entidades diferentes según individuo, herencia cultural, etnia, función social, sentido crítico, ojo y mirada? ¿Quién proclama “la única” definición del mundo? Y me contesto: sólo quien define para satisfacer sus apetitos económicos.
  Un campo de batalla. La población de muros y alambradas. Un laboratorio de ensayo científico aunque mercantilista. Allí donde el amor es deseable y tal vez posible. Un agujero donde esconderse. Cuanto queda luego del filtro religioso (lo permitido, que resulta al deducir de lo posible múltiples prohibiciones, casi ninguna justificada en naturaleza humana). La práctica del poder económico. Aquí, cuando sucede la última restauración del mapa geopolítico, y no sé aún si propicio para la vida. Lo que la contaminación va dejando a salvo. Un coto de caza. El plano de la fuga. Y tantas, tantas más.
  El mapa, el territorio, la suma, el espacio entrambos acaso, inquiere Houellebecq Michel, cuando insiste con su experimento artístico. El provocador francés dijeron, como si no fuera toda literatura un conato de provocación. El revolucionario pesimista, quien lleva el horizonte entre párpados, y por tanto el único capaz de anticipar cambios y regresos al hombre que sonríe.
  Arriesgo: nos habita un sistema de ventanas. La tarea consiste en abrirlas de par en par; la sinceridad extingue los entornados cobardes. Desatar los cambios a medias, creer a rajatabla en donaciones del cuerpo, incluyendo por supuesto sus partes animales –las verdaderamente sagradas–.

La revolución, de Huidobro a Houellebecq,
completa la mirada.


(c) Carlos Enrique Cartolano. Pajareras imaginarias, 2018

Ilustraciones: Vicente Huidobro y Michel Houellebecq ...

Antes tuve...




  Antes tuve un cuerpo entero: era el océano, regente del tiempo, la ausencia y las mareas. Antes desconfiaba del misterio; pretendía una sola profundidad de huella, el mismo peso en toda voz, lágrimas que midieran diámetro uniforme. Porque sin distinción sensaciones y objetos tenían precio, hasta soledad y cercanías. Y porque no estuve dispuesto a bañar mi deseo en medias tinas, no me conformaron carnes frugales ni evanescencia en las miradas. Creí que todo obedecía al orden de mi causa. Lo que podía rodar se desprendía y alejaba con facilidad; lo que entumecía tendía telas de araña y grumos del consciente. Los filos tajeaban la historia, en tanto las puntas romas cosquilleaban largamente demorando el corte.
  Antes no podía cargar con otro nombre, minimizar la falla, detenerme en medio del error. Me urgían condición y explicaciones, como roces del enemigo y loas, aunque sólo de los bien vistos. Antes admití la existencia del triunfo, oportunidad para la droga, la desigualdad, un coro desafinado, beneficio de usurpadores, la mixtura como regla y la desaparición del color puro.
  Hoy abro los ojos y sólo tengo medio cuerpo: un lago cristalino transparenta el fondo. Escucho llamados desde la orilla opuesta, cantos y fanfarria. Antes no supe ser amado. Antes estuve muerto.

Recupero a Huidobro:
“Por el camino de las hojas/ se van los ojos de la muerte”
-Exterior- últimos poemas- 

(c) Carlos Enrique Cartolano. Pajareras imaginarias, 2018

Ilustración: Ignacio Pinazo (c)