96.
Las
voces del naufragio. Las primeras, digo, porque eran débiles, increíbles,
cargaban una mezcla de paraíso con amor carnal sin horizontes. Algo nuevo por
lo inesperado. Después, la edad se subió al jardín de interiores, la experiencia
se volvió muda, una vez por semana regué cuarenta tiestos o macetas, donde
otros tantos vegetales, ya condenados, morirían en silencio, como las plantas
mueren.
Como los humanos morimos, a salvo mis kalanchoes que seguramente ya escuchan
voces por detrás de mí. ¡Qué privilegio!
Cuido a las
criaturas vegetales, les pongo reparo y agua, les permito respirar como pocos
permitieron mi alivio. La poca tierra de que dispongo está ahora en macetas; extraño
alguna extensión mayor, en contacto con pájaros y lluvia, pero me conformo: el
ciclo vital se cumple. Plantas y animales son el complemento por excelencia del
hombre.
Ilustración: Kalanchoe daigremontiana
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