CONTENIDO DEL BLOG


28 de mayo de 2022

Tras de mí las cicatrices ...

 


126.

  Tras de mí las cicatrices, barcos abandonados, cuerpo, alma y memoria desmembrados en quince viviendas, otros tantos nombres, calles y vecindarios, al cabo de setenta y tres años. Por cierto: siete ciudades, dos países, y tan solo una vida. Por la noche, en sueños, recorro pasillos, habitaciones, patios y jardines, abro y cierro puertas  y ventanas, escucho aullar al viento y hay fragor de lluvia en los techos de chapa. Y cuando recuerdo –porque no siempre los sueños caben en la memoria inmediata–, sin dudarlo reconozco la segunda de mis casas, aquella de mi infancia, la que ocupé con mis padres entre los cuatro y trece años. La primera parte de la vida –aseguran, y he podido comprobarlo– nos signa y determina. Si como dice Carlos Fuentes, los sueños que no recordamos son los que gobiernan la escritura, seguramente en mis poemas vivo con ficciones o recuerdos del olvido en aquella morada de los primeros años. Por eso, la interpretación en mucho de cuanto me sucede ahora, la forma con que resuelvo mi escritura, mi propio razonamiento, me parecen francas alegorías de la infancia.

  Aquella casa –o mejor dicho, aquellas dos casas, porque hablo de la de mi familia inmediata, junto a la de mis abuelos paternos– tenían enormes jardines, patios embaldosados, bien atrás las huertas que atendían mis padres y mis abuelos.  Frutales generosos, gallineros, multitud de animales, recorrían el ciclo vital varias veces por año. Me parece ver todavía las incubadoras, criadoras y comederos, mi padre arrodillado contemplando los nacimientos, mi hermana y yo preparando alimentos para los recién nacidos.

  Había allí una diaria cosecha de tesoros, y yo no lo supe hasta mucho después, cuando la existencia hizo lugar en mí a un ser adulto.

 

Es posible continuar cosechando tesoros; de hecho, más allá de los muros de mis quince casas, y allende siete ciudades. Siempre el arte me miró de frente; fui rico en hallazgos y sorpresa.

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Bill Viola (c)


Me resulta arduo ...


 

  125.

  Me resulta arduo distinguir vida de existencia. Hay sendas paralelas, coinciden orígenes y un fin previsto. Con frecuencia pregunto a la vida y contesta la existencia. Otras veces, en pleno suceso consulto al discurrir,  pero es la vida quien me alumbra.

  Vivo para existir en mí y el resto; lo confirma la escritura: mi ancla, este velamen, la existencia repta y vuela por igual. En tanto la vida quita y da; ella es insuficiente, exagerada, liviana, dilata, consume, me ahorca y libera a la vez.

  La existencia ve; la vida contempla. Ando en mi existente y la vida experimenta. La existencia diluye y pierde transcurridos; la vida coagula en mi memoria.

 

  Quizás sea el pulmón de artista, que más infla la vida. Y tal vez la existencia no tenga otro sentido que el de encontrar espacio al pensamiento. El mundo es número, género, tiempo e imagen. Pero hay tantas miradas como ojos observen, y por tanto la realidad versiona por millones y millones.

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Bill Viola (c)


Próxima Centauri ...



 124.

  Próxima Centauri, la estrella enana más cercana al sol, y su exoplaneta B, descubierto en 2016, serían en opinión de los científicos, patria de adopción para el caso de que los anunciados cataclismos climáticos tornaran inhabitable nuestro planeta. Las investigaciones asignaban al planeta grandes extensiones de agua, como así una temperatura superior a la del congelamiento.

  Aunque nadie ofreció –con alguna certeza– imágenes del horizonte planetario, ni describió el carácter meridiano de su oscuridad, es probable que toda especulación de habitabilidad se desvirtúe tras la erupción de febrero 2018, que parece haber arrasado el exoplaneta.

  Vivimos la realidad de solo un agua, con certezas de regreso; del único fuego que siempre apagamos; del viento que asegura herencias a la memoria; de la misma tierra que debuta cada primavera. Pero no solo un hombre, muchas caras calza la verdad, e infinitos sacos carga la rapiña del dinero y la crueldad. ¿Habrá tiempo para la mudanza? ¿Adónde iremos? ¿Acaso no serán solo los poderosos quienes tengan lugar asegurado en confines del universo?  

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Merecadoses (c)

Acompañando la melodía ...

 


123.

  Acompañando la melodía de Erik Satie, nada menos que el diseño de Pablo Picasso, el escenario de Jean Cocteau, la coreografía de Leónide Massine y el ballet compuesto finalmente por Sergei Diaghilev. Parade fue estrenado en mayo de 1917 en el Théâtre du Châtelet de Paris, con la orquesta dirigida por  Ernest Ansermet. Al parecer la idea original fue de Cocteau, quien tras escuchar en concierto Tres trozos en forma de pera, de Satie, concibió la idea de un ballet en el que dos grupos de artistas de circo llaman la atención del público para su presentación; interpretación a partir de la cual Satie, con algunas contribuciones de Cocteau, compuso la música.

  El poeta Guillaume Apollinaire describió Parade como un tipo de surrealismo, une sorte de surréalisme, cuando escribió la nota crítica en 1917, acuñando la palabra tres años antes de que el Surrealismo emergiera como un movimiento artístico en París. Los comentarios no se hicieron esperar; algunos fueron favorables, pero el del crítico musical Jean Poueigh resultó francamente negativo. Erik Satie reaccionó, dirigiendo al crítico una postal en la que le comunicaba: Señor y querido amigo: usted es un estúpido; un estúpido sin música.

  Enorme gloria para esa reunión de artistas; las obras de todos ellos perviven un siglo después. Al músico original Erik Satie –de quien se dijo fuera el último de los grandes clásicos–, más allá de la sentencia de ocho días de prisión impuesta tras la denuncia de Poueigh, todas sus obras, y esta en particular, le permitieron resucitar periódicamente en las salas de concierto y escenarios de ballet.

  Historias que con acertado texto y buenas imágenes ofrece la  realización  cinematográfica Satiefictions –sus realizadores Anne Katrine Peitz y Yulian Tabakov–, que he visto en un canal de televisión por cable, pero que todavía no logré encontrar con gratuidad en los archivos de internet. Sería deseable que se pusiera al alcance de todos, porque considero este film –siguiendo el juego de palabras– fuente de auténticas satisfacciones.

  La reunión de artistas –y talentos– en una obra, asegura aceptación durable de público. Cuanto mayor experiencia en la representación artística, más espectadores –lectores–, satisfechos. 

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Alamy Stock Photo (c)


Al cabo de cinco días ...



122.

  Al cabo de cinco días retiro la venda y compruebo que la herida ha cicatrizado. Solo queda una manchita de color borgoña, que seguramente desaparecerá en poco tiempo más. Ahora me huelo la mano y recuerdo otra herida, que late todavía, aunque por dentro.

  He aquí la frontera del hombre: cinco días y algo más de ochenta años en el mejor de los casos. Entre esta cicatrización y la existencia: taludes a sendos lados del camino.

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Love in touch (c)

 

Shakespeare pisa ...


 

121.

  Shakespeare pisa en terreno blando, porque continúa escribiendo libre de todo fiel. En cambio Dante Alighieri, con pisada firme, de tan clara comprensión propia, resulta docente en la lectura. Su creación, es en definitiva, reflejo de la obra pretendidamente suprema, y seguramente hoy sirve menos a nuestro crecimiento que la del autor de Rey Lear.

 Por cierto ambas obras –la de Dante, y la de Shakespeare– pretendieron la eternidad, esa desconocida de todos. Pero mientras Shakespeare, con el bagaje de la mejor tradición griega partió del hombre, Dante lo hizo desde el dios del Occidente cristiano.

(c) Carlos Enrique Cartolano."Scherzo", 2021

Ilustración: Shakespeare y Dante


En las creaciones ...

 


120.

  En las creaciones de Tolstoi, agrega Steiner, los personajes intervienen como competidores de Dios. Según sus propias palabras, interactuarían como dos osos peleando en el bosque; hay un inmenso orgullo en esta apreciación, pero también hay miedo.

  Se trata en definitiva de la rivalidad con Dios inherente a la poiesis.

Nota: Las mayúsculas en Dios, pertenecen a Steiner.

 Rivalidad que bien contuvieron los sabios de Sión con el castigo, poder divino debutante en el Génesis. Algo que acabadamente reveló Michel Foucault, cuando se refirió a la contención obrada por las grandes historias.

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Tolstoi


Steiner se pregunta ...

119.

  Steiner se pregunta por el ser dios de Shakespeare. Ese que en el soneto 38 se ufana de no faltarle tema a su musa, es el mismo que en el 55, dice obtener recia rima, jamás piedra opacada, y siempre memoria viva. Alude así a la inmortalidad de la obra literaria, que solo la mano de un dios puede cobrar. Pero es en el soneto 76, donde ironiza: vestir palabras viejas en nuevo modo es todo mi arte, y donde termina diciendo: casi cada sílaba mi nombre clama. Y en ese casi, dice Steiner, hay un mundo encerrado.

 Así, la idea de eternidad, que el común existente no encuentra ni comprende ya en la realidad actual, se confina en el arte. Otra vez es el tiempo gran rector de la obra humana. Y las manifestaciones del hombre deben distinguirse según sean artísticas –durables– o inicuas –pasajeras y contingentes–.


(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Sonetos 

George Steiner ...


 

118.

  George Steiner pregunta por el ser creador, el fuego que Prometeo encendió en cada uno de nosotros, los competidores del dios universal, o nuestro dios individual, ardiendo en cada cuerpo. ¿Cómo se distingue la condición de creador? ¿Acaso nacemos dioses, aunque pequeños, como pretendió Vicente Huidobro?

  Algunos continuamos apostando al papel, la radiofonía, y sumamos los canales de la virtualidad tanto en libros como en multimedia. Pero muchos otros se conforman con sus manifestaciones en redes sociales, sin pretensiones, como necesaria fluencia de interiores. ¿Serán estos los nuevos románticos que creaban en enfermiza soledad, sin confiar en publicaciones de cualquier índole? ¿Llegará acaso la oportunidad en que todos por igual cumplan con el destino del hombre: crear y recrear? ¿O esto ya se cumple, y acabadamente? ¿Acaso el poder silencia por peligrosa esta común  marea de manifestaciones individuales?


(c) Carlos Enrique Cartolano."Scherzo", 2021

Ilustración: Arte colonial


Confesiones públicas ...

 


117.

  Confesiones públicas en torno. Antes en la cola del teléfono público, en bares, galerías y farmacias. Eran teléfonos que funcionaban por breves intervalos, y frecuentemente quedaban fuera de uso. Esos artefactos negros tragamonedas, o los sapos azules y verdes de mostradores ignotos.  Pero entonces, quien hablaba se esforzaba para que su voz no se difundiera. Después hubo cabinas telefónicas, pero duraron poco y las venció en raudo avance el ejército de celulares, según decimos, o móviles, como se los conoce en España.

  ¿Podemos alimentar la escritura con lo que escuchamos?

  Ahora, las confesiones se mezclan en torno, y los confesantes suenan a desprejuicio. Algunas veces parecen recitar proclamas que distingan a los comunicados como gente progre, de cabeza abierta, digna de admiración y respeto. Por caso hoy, la señora del asiento trasero del colectivo, cuando establecía que desde tiempo atrás había superado la confusión, que mantenía una posición clara desde siempre, que por qué no podía ver las cosas como el otro, ¿acaso porque era una mujer y se le imponía aceptar la opinión del hombre?

  Los confesores, a la vez recíprocos confesantes, se protegen bajo los pabellones de sus interlocutores, pero claro que también están los que prefieren regar con voces del otro los ambientes de turno.

  ¿Podemos abastecer al poeta con esas palabras que nos circundan, indescifrables algunas, llanas o hirientes otras?

  Confesiones públicas: una jungla de intimidades al alcance del oído. Para continuar conociendo, aprender, tomar distancia o reaccionar. 

  Jungla a la que se atribuye orden en las redes sociales, el último escalón en el maremágnum de intimidades confesadas.  Claro que en estos escenarios tiene lugar asignado el poder, moderador sin sexo aparente, pero que poco a poco se ha vuelto predecible, mientras no cesan las lenguas en su tarea de desvestirlo, o ponerlo en evidencia.

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Stock Photo (c)

Suzanne Valadon ...

 


116.

  Suzanne Valadon atravesó ventana abajo el espacio mediado entre Erik Satie y el empedrado parisino. Tuvo fortuna al pararse solo con ligeras contusiones. Pero esa mujer cayó por la ventana, porque era demasiado para su sexo cuando epilogaba el siglo XIX; hasta se había atrevido a pintar desnudos masculinos, algo en verdad impensado. Aun para el peculiarísimo orden de Satie.

  El músico de las plumas bailarinas terminó con el corazón destrozado, y decidió no tener nada que ver con mujeres desde entonces. Y lo cumplió, al menos vedando testigos de lo contrario.

  Tirar una mujer por la ventana al sentirse superado. O incomprendido, en manos de un orden diametralmente opuesto. Eso, para quien el orden es solo uno y personal, con exclusión de cualquier otro.

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Suzanne Valadon

 


Mi piel fue afinándose ...


 

115.

  Mi piel fue afinándose con el paso de los años. Ahora no solo se lastima al simple roce, sino que es capaz de incorporar por ósmosis sonidos, sabores, temperies. Mi piel guarda memoria extensa, y todo cuanto se le presenta es sometido a su experiencia del pasado. Poco es nuevo, por cierto. Pocas sorpresas pueden atravesarla.

  Nada la atraviesa, digo, salvo el color inesperado, y también la fotografía sin color, lo cual parece un contrasentido, aunque no lo es en realidad. El negro es nueva suma y fin del color. Mi piel aprecia el arte; su gusto no envejece.

  Es un edificio amplio; por cada rigor una ventana. Lo habitan multitud de modelos, cada uno a su vez con infinitos espejos. Es el arte; difícilmente un humano pueda apreciarlo en su totalidad y lo que reciba será infinito.

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Lucas Cranach 

El idioma asume ...



114.

  El idioma asume distancias; es ágrafo el vacío y solo en extremos se escribe. Esperanza y oportunidad se debaten a través de mil poemas, y siempre resta una palabra sin escuchar, la que el espacio abruma o desvanece.

  El poeta es rehén de su discernimiento; debe lograr que al dirigirse al opuesto, sus sentidos fluyan simultáneos en solo una virtud. Por las márgenes habrá de escribir, mientras la corriente derroche acentos.

 Son poco los virtuosos que contagian sus emociones con facilidad, solo con palabras, sin abusar de tonalidades o escenarios. Llevo una vida probando herramientas.

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: La Mono Magazine (c)


Me preguntás...


 

  Me preguntás para cuántas cosas ya no tengo tiempo. Y yo me pregunto: de las que abarque el lapso presumible, cuáles tendrían prioridad y cuáles podrían renunciarse. Es terreno de absoluta incertidumbre, y en la disputa Agamenón continúa discutiendo el poder de Aquiles, mientras llora en adentros a Ifigenia. Las lágrimas nos han quedado; mojan mi rostro y los de muchos más.

  Pero fue destronado quien lloraba; es mi corazón que lagrimea en su abandono.

  Ahora comprendo: no es que agote el tiempo, sino que cada vez son más las cosas que reclamo a su arbitrio.

(c) Carlos Enrique Cartolano."Scherzo", 2021

Ilustración: Erika Kuhn (c)

 


13 de mayo de 2022

Hoy, un poema...



112.

  Hoy, un poema ha logrado que el día avance sobre la noche. Después, su recuerdo iluminará mi sueño. Ese poema, sencillo, con unas pocas palabras del léxico habitual, logra resumir todas las aspiraciones del tiempo restante.

  La sabiduría consiste en encontrar la palabra que me baste. Por cierto, algo distante para mí.


(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Erika Kuhn (c)

 

 

Cultivo y cosecho ...

 


111.

  Cultivo y cosecho en solo un tiempo. Estaría de regreso con cada hora que transcurre. Pero cuando me abstrae la escritura, el viaje de ida me parece interminable.

 Tengo aún presente un tiempo en que regresaba de la abstención. Entonces, con todo el día a disposición de mi escritura, me sabían a gloria los tragos sustantivos y verbales de un paraíso propio, que comenzaba al recordar el sueño y tenía confín al encontrarlo otra vez.

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Xul Solar (c)


Corazón, monarca...

 


110.

  Corazón, monarca de mi cuerpo, estoy pendiente de tu corona. Lucharé por estabilizarte.

 Adusto en apariencia, aunque adicto a la dulzura desde que tengo uso de razón. La ternura y el requiebro conspiran contra el corazón.


(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Ricardo corazón de león


Difícilmente, el mismo...

 


109.

  Difícilmente, el mismo gorrión se pose dos veces en mi ventana durante el verano. Tampoco el estornino, aunque es probable que meses después lo hagan muchos de sus descendientes. Las calandrias, en cambio, se acostumbran a despertarnos y deambular en nuestro derredor por varios años; durante mi vida he creído reconocer a más de una de ellas por cada lustro.

 La debilidad del cuerpo consiste en sentirse lejos de pájaros y ángeles. Parece imposible seguirlos; pero es necesario, aunque más no sea, escucharlos cantar.


(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Mi calandria 


Del amor, se dijo...


 

108.

  Del amor, se dijo que es una entelequia. No lo discutí entonces, y ahora lo razono; claro que, como en muchos significantes del idioma en uso –sea cual fuere la lengua–, hay múltiples significados. Así, el amor, pero también la felicidad o el gozo, el sexo, la personalidad en sentido de imagen, la pareja humana, y tantas más –simplemente enumero–, son entelequias. 

  En una primera acepción, así se llama a toda cosa, persona o situación perfecta e ideal que solo existe en la imaginación. Pero también denomina a todo aquello vago e impreciso, al margen aún de la realidad, que en un futuro más o menos inmediato puede hacerse preciso. La paradoja del amor y de la felicidad, como en todas las entelequias, reside en que culturalmente nos conformamos –al menos provisoriamente– con los estándares que alcanzamos, sin perder de vista los ideales de profesión.

  En su segunda acepción, entelequia es el modo de existencia de un ser que tiene en sí mismo el principio de su acción y su fin. Dijo por primera vez Aristóteles: el alma, entelequia del cuerpo orgánico. Y Leibniz llamó entelequias a sus mónadas, aunque en este caso el filósofo deja en manos de un dios histórico –mónada primera–, y al margen de substancia o situación, la generación de esencias derivadas.

  En el sistema de creencias biológico, conocido como vitalismo, según Hans Driesch, las cosas vivas están animadas por una entelequia similar al concepto freudiano de id, el Elan vital, el Qi, el prana, o el orgón según Wilhelm Reich. Aunque en estos últimos estados, entelequia se confunde con energía.

  Finalmente Hegel se refiere a entelequia en su obra Fenomenología del espíritu; y aquí comulgamos de buena gana, si es que reemplazamos el dios anónimo o de turno, por el espíritu creador.

 

  Es necesario a veces el paso atrás; en mi caso abrazar a Hegel, cuando sumo más de sesenta años pensándolo superado. En cuanto al amor, es aquello que vivimos con la más sana intensidad del cuerpo habitado. No sé si eso y entelequia son la misma cosa.


(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Irán Carpet

 

10 de mayo de 2022

Todo está escrito...


 

107.

  Todo está escrito en el vuelo de una mosca. Solo zumbido y silencios varían al infinito.

 

  Y en cada uno de mis pasos, actualizo y edito la biografía.

(c) Carlos Enrique Cartolano."Scherzo", 2021

Ilustración: Arturo Méndez (c)


En ocasiones "Scherzo"...


 

106.

  En ocasiones Scherzo comparte naturaleza y frecuencia propias de un diario. Condición que primó en Cuaderno Siete y Pajareras Imaginarias. En otras, vuelve al tono de ironía melancólica que marcó su inicio.

  Hoy me emociona pensar que mi cuerpo se ha parado sobre las huellas de Jorge Paolantonio. Pero solo en sus fragilidades, en el pobre corazón que no alcanza; nunca en la suma de lectores ni en la contundencia de los textos del querido amigo muerto.

  Creo que los afectos, cuando son intensos, transmiten historias, la intimidad secreta, revelan lo callado, tanto deseo vital, mucho de tierra y silencios.

  Para Jorge yo era como un personaje de telenovela latina. Me llamaba con ambos nombres, más allá de que yo así los uso; lo hacía sonriéndome. Yo sentía que por sobre todo me respetaba; ese fue un privilegio difícil de igualar.

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Eikoh Hosoe (c)


Hay una hora de la tarde...


 

105.

  Hay una hora de la tarde en que el cristal espeja y multiplica por dos o tres al insecto. Me acerco y la mosca alza vuelo. La inexactitud gobierna a todo ser vivo; nosotros, como el insecto, nos debemos a eslabones previo y posterior, fuentes y destinos de la existencia. Jamás superamos referentes, y toda soledad de espíritu es imperfecta. Pienso en las cartas que escribiré cuando parta con regreso incierto. Joaquín Giannuzzi me asiste cuando versea: Un final inexacto, sometido/ a un desesperado anhelo personal. Y mágica coincidencia: lo ha dicho en el poema La mosca final.

 

  Cumplo mi tarea, soy eslabón del que mis hijos penden; me anudé a la existencia casi setenta y cuatro años hace cuando mis padres estiraron la cadena. Fui inexacto antes de nacer; tanto resistí, que ellos habían pensado en adoptar a un refugiado de guerra –porque de la postrimería venimos todos; en mi caso, de la recién finita guerra europea–.Ahora que me asomo al otro lado, la cadena afloja y me acompaña a rastrón cuando camino.


(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: El País (c)


Restan doce días

 


104.

  Restan doce días, pero el verano ya se muestra en piel y ventanas. Mis vecinos sacan medio cuerpo afuera al asomarse, y se despojan de cuanto les molesta en las manos. Yo soy el inferior, y pareciera que gobernara leyes de la gravedad en mi edificio. Pero no; recibo involuntariamente los desprendimientos vecinales. He pensado en detallar un inventario de planta baja; es fácil consignarlo en torno a mis ventanas. A saber: medios broches de ropa; bollos de papel tissue, estrujados tras usos diversos; colillas de cigarrillos a granel de largos diversos; algodones y gasas multicolores, utilizados para quitar pintura de uñas,  maquillajes, y vaya a saber qué otras substancias que fugazmente cubrieron cuerpos superiores; comprobantes de compras o pasajes; faltantes de despensas y heladeras; envoltorios varios de alimentos;  latas de cerveza; bolsas de espesores y colores siempre caprichosos, algunas que denuncian orígenes comerciales; cajas deformadas; tapas de cajas que permean la humedad; cáscaras de frutas; restos de polvo; sobrantes de materiales de construcción; trozos de azulejos y otros revestimientos; heces de animales, tan reiteradas como las colillas de cigarrillos.

  Las quejas son inoperantes; los carteles son causa de burlas, tachaduras y groserías por escrito. Todo es aquí tan anónimo como los factores naturales, la desidia se contagia y envilece, la voluntad individual no alcanza para contener la lluvia de elementos. Y cada cual se abstrae en sus problemas de existencia, sin que sepamos si pretende resolverlos o endosárnoslos. En algunos casos, los vecinos demuestran ser conscientes.

  Un ejemplo: con motivos obvios y reiterados durante la jornada, a las nueve de hoy salí con mi perra, y coincidí con el dueño del perro blanco que suele desprenderse del contenido de intestinos frente a mis ventanas, y no en el espacio verde que pertenece a su edificio. Al verme, el vecino, atónito, sólo atinó a tomar distancia y buscar un espacio alternativo.

 

A un año y medio de habitar el edificio, la situación se mantuvo sin cambios. El terreno se ha contaminado bajo mis ventanas; los senderos pavimentados están poblados de heces caninas. Se trata de un reducido retrato del mundo contemporáneo; y a las quejas suceden impotencia y silencio.

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Los protegidos (c)


Trascendencia o inmanencia ...

 


Trascendencia o inmanentismo

1970

 

Una inexplicable oscuridad brotaba del olor de la tinta al espesarse (…)

Había percibido algo inexplicable en la fisonomía agonizante

de su marido. Algo nuevo. Le sería dado, pues, resolver el enigma…

Yukio Mishima –Patriotismo–

 

  En un acto público que la poesía, como consigna y necesidad vital convocó, pregunté a las dos panelistas –Silvina Vuckovic y Carolina Bugnone–, ambas poetas, acerca de sus legados literarios, cuestión en la que, asistido en este momento de mi vida solo por la más franca incertidumbre, necesitaba conocer el parecer de mis colegas para intentar forjar opinión propia. Supe que en ello, y en esta hora a todos, nos cabe un signo de interrogación, lo cual ya dice bastante sobre el tema.

  Sucede que en mi bandeja de historias a utilizar había apilado días atrás textos relacionados con la trascendencia en Yukio Mishima (Tokio, 14 de enero de 1925 – 25 de noviembre de 1970), y una traducción de su cuento, quizás el más interesante: Patriotismo. Interesante, como en toda literatura, porque es autobiográfico y además anticipatorio, cumpliendo así –a mi entender–  con el más encantador misterio de la ficción. Porque siempre un conocer ordena la escritura, para nuestro alumbramiento, y la revelación a cargo de la palabra.

  El 25 de noviembre de 1970, Mishima, de 45 años, miembro conspicuo del ejército irregular de autodefensa japonesa, o Sociedad del Escudo, se autoinmoló ante sus propios soldados, mediante el seppuku –lo que los occidentales conocemos como harakiri–. Yukio era un idealista, también rebelde, extrañamente a la vez defensor de las tradiciones milenarias del Japón, y destacado narrador, que estuvo a punto de merecer el Premio Nobel en 1968. Por cierto, era el más leído en Occidente entre los escritores de su país. Cuando Mishima estuvo nominado, se llevó el premio Yasunari Kawabata, considerado el maestro de Yukio; aquel declaró entonces que el premio debía haber sido otorgado a Mishima. Pero la Academia Sueca ya consideraba un obstáculo que los candidatos profesaran ideologías conflictivas para su tiempo.

  Y en esos años, Occidente culminaba su avance sobre Japón, y Estados Unidos imponía allí la economía de mercado, forzando el olvido de las tradiciones.  El suicidio ritual de Mishima, planificado durante dos años nada menos, era un testimonio de amor al emperador, una exhortación a reconstruir las bases espirituales de su nación, a apoderarla para su defensa –la consideraba un arsenal sin armas–, y a quitar del territorio toda ingerencia extranjera, así como sus consecuencias. Japón se interesa solo por el dinero –había dicho–, y olvida su dignidad, el heroísmo que lo caracterizó durante la reciente contienda.

  Mientras la reconversión japonesa hacia occidente se profundizaba, Mishima iba contra la corriente, deploraba su mala suerte después de haber sido rechazado por sus antecedentes de tuberculosis, al intentar enrolarse en el ejército. Deseó tanto intervenir como kamikazeel viento divino– de sus más caras tradiciones–, y solo pudo colaborar en la industria del armamento.

  Yukio Mishima se interesaba por su legado, no solo estético, sino también ético. Por eso necesitaba testigos, quienes acreditaran el legado aun judicialmente. Trascendencia era el propósito, aunque sus soldados, y los jóvenes ahora próximos a la izquierda,  desoyeran el alegato final, así como un avance ante el inmanentismo occidental que ganaba más y más espacio en Japón. Él era un idealista aguerrido, difícil de conformar, y era también un pesimista existencial, contrariado por los condicionamiento durante los primeros años de sus existencia –Asistí a un banquete de sinsabores, cuando aún no podía leer el menú, escribió–. Llegaré a ser en mi vida un poema, dijo y dispuso morir con el ritual de los samuráis. Fue el primer seppuku, después de la rendición japonesa; todo un símbolo que legó a las posteriores generaciones. Camus había dicho que el suicidio es algo planeado en el silencio del corazón, como una obra de arte. Y Mishima lo planificó durante dos años, intentando reponer las perdidas ética y estética de la muerte.

  Dijo Carl B. Becker: Cuando en Japón alguien muere con un estado firme de mente, a los que quedan no les corresponde criticar eso o desear que la persona no hubiera muerto en esa situación. Los que quedan deben respetarlo y no resentirse, rechazar ni lamentar una muerte que a ellos podría parecerles prematura.

  En suma, Mishima dejó un gran legado literario, una modalidad espléndida en la narración, y la obra con que obtuvo la fama fue Confesiones de una máscara,  cuando contaba con solo veinticinco años. En ella justamente narró la vida de un joven que no acepta el mundo en que le toca vivir y que no puede integrarse a la sociedad de su momento. En las antípodas de Mishima puede ubicarse al escritor japonés, que ahora alcanza notable fama, y que es sempiterno candidato al Nobel: Haruki Murakami. Porque mientras el primero pretendió devolver Japón a los dioses lares, esos que corren con la sangre de cada uno de los nacionales, el otro, en un escenario globalizado, se interesó por sorprender a occidentales y orientales por igual. Una literatura de gran mercado, pero que muere en su interior, dentro de sí, de muerte natural podría sostenerse, y sin mayores consecuencias literarias.

 

El veintiocho de febrero de 1936, al tercer día del incidente del 26 de febrero, el teniente

Shinji Takeyama, del batallón de transportes, profundamente perturbado al saber que sus colegas más cercanos estaban en connivencia con los amotinados, e indignado ante la inminente perspectiva del ataque de las tropas imperiales contra tropas imperiales, tomó su espada de oficial y ceremoniosamente se vació las entrañas en la habitación de ocho tatami de su residencia privada en la sexta manzana de Aoba-cho, en el distrito Yotsuya. Su esposa, Reiko, lo siguió clavándose un puñal hasta morir.

La nota de despedida del teniente consistía en una sola frase: “¡Vivan las Fueras Imperiales!”. La de su esposa, luego de implorar el perdón de sus padres por precederlos en el camino a la tumba, concluía: “Ha llegado el día para la mujer de un soldado”. Los últimos momentos de esta heroica y abnegada pareja hubieran hecho llorar a los dioses. Es menester destacar que la edad del teniente era de treinta y un años; la de su esposa, veintitrés.

Hacía solo dieciocho meses que se habían casado…

Fragmento de Patriotismo, de Yukio Mishima


(c) Carlos Enrique Cartolano. "Recuerdos del olvido", 2021

Ilustración: Estética de la muerte 


Esta existencia ...

 


103.

  Esta existencia de cicatrices abiertas, fracturas a medio soldar y palabra siempre inédita, ha puesto sobre el tablado una mujer de grandes senos. Hay una multitud de nonatos colgando de sus pezones. Una grieta recorre el cuerpo desnudo de esa mujer, permitiendo adivinar a su través brillos y bruma, diamantes y ceniza. 

  Vivo separando huestes en gratuitas y onerosas, suponiendo amor en las miradas, esperando aquella otra voz que a gritos confesó su hipocresía.

 

  Pero el mutismo crece; quienes deben explicarse callan.  Son menos cada vez las entregas gratuitas; quienes no han nacido todavía, se mantendrán en condición incompleta. ¿Quién se atreverá a repetir que madre hay una sola?

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Lactancias (c)


He citado a Joaquín...

 


102.

  He citado a Joaquín Giannuzzi con una frase, y ahora dudo de ella. Supongo que sintetiza una serie de recomendaciones del maestro, y contiene bastante de mi experiencia. La frase es: para volar hay que treparse a una mosca. La objetividad minimalista; antes lo mínimo concreto, si de alcanzar altura lírica se trate, insistía el maestro. Dieciséis años después pregunto por obediencia y rebeldías. Tantas veces dictó la sangre alzando a media altura y fue baldía mi poiesis. ¿Quién desmiente al maestro?

 

… El sapo alcanzaba / una región más vasta, / no extraña precisamente sino / ajena, una manera / de sobrevivir lo exactamente necesario. / Precipitado, aventurado a la existencia, / como un sapo simplemente, más allá / de la belleza / que da paz y enloquece a los hombres / el único significado de todo eso / era la húmeda piel verdosa, / vistiendo a un dios obstinado / en la razón secreta de sí mismo…

Joaquín O Giannuzzi, poema “El sapo”, de “Las condiciones de la época”,1967


(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Por la senda del haiku (c)


Prosopagnosia ...

 


101.

  Prosopagnosia digo: me cuesta reconocer rostros y también la comparación, los parecidos. Di primacía al lugar para escribir; este paisaje que tiene que ver con mi concepción del cosmos y del hombre –mi hombre–, su palabra –mi palabra–. Paraje donde las ventanas sientan la gloria. La abertura me trepa: es la mirada. Porque el sitio hace al tiempo, la búsqueda infinita, y su escritura. Aquí mi cuerpo echa sombra y ella me iguala. Aquí mis dedos atienden la letra, y siento su olor en ambas manos. Pero no sé quiénes pasan; me cuesta reconocer rostros y también la comparación, los parecidos. Dicen que ellos me saben aquí, y existo porque viven. Prosopagnosia, digo.

 

  Acaso los cuarenthumanos que me circundan crean que lo han visto todo; y seguramente así debe ser. Solo que arman el universo propio con otros fragmentos, diferentes a los míos. No los reconozco, no les veo el parecido en mi sombra. A veces me creo fuera del tiempo, y sin duda me equivoco: se trata de mi ser antiguo.


(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Rene Magritte (c)