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1 de julio de 2008

Cadáver exquisito de MARATHONICA Punta Alta




Potpurrí infinito: miles de kilómetros de lírica inolvidable


Por el fresco olor salvaje a primavera
que te crece
palabras sin
rostros volvían de los vientos...

Un abril telúrico y aciago
me surcaba cicatrices:
cinchado entre la sonrisa y mi pereza
cinchado entre lo brusco y lo que es:
Mi temor de estar encadenado
con oscuras y vagas ilusiones
encendiendo las velas
invocando milagros
para deshacer el maleficio heroico
del poder.

La ráfaga azul de un hada
del sinsentido me abrazó
y luchar y sufrir, juntar espinas
es mi oficio, tal vez, en esta vida
distante aunque te ame
para no extrañarte.

Olor a especias, a vapor de olla,
a pino, a mermelada, a beso
la foto de una madre
que nunca tuvo hijos...

No era tu tiempo de guerrera,
bandera blanca.
Tu memoria alojada en anaqueles
es una mancha de tabaco.


Durante los días 27, 28 y 29 de junio, un grupo de poetas y narradores se reunió en Punta Alta, desarrollando la Marathónica convocada por la Fundación de Poetas René Villar. Se trabajó mucho, y como en toda Marathón, no quedó tiempo para otra cosa que no fuese la literatura. De un lado al otro, del Teatro Colón a la Biblioteca Alberdi y viceversa, muchos versos cayeron del recuerdo, de la imaginación, de las bocas, de los bolsillos, de las carteras... Me puse a juntarlos y traté de armar con ellos un poema. Costó mucho porque al principio no cuadraban... Finalmente, quedó como pueden ver más arriba. ¿De quién es este cadáver exquisito? Subtítulo: Cofradía del Salitre; versos 1 y 2: Héctor Soulé Tonelli; versos 3 y 4: René Villar; versos 5 y 6: Sergio Soler; versos 7 y 8: Manuela Calvo; versos 9 y 10: Horacio Gómez; versos 11 y 12: Lucía Benedetti; versos 13 y 14: Gladys Acha; versos 15 y 16: Amaranta Guevara; versos 17 y 18: Virginia Rubio; versos 19 y 20: Matías Saitam; versos 21 y 22: Sonia Hegen; versos 23 y 24: Alejandro Paiva; versos 25 y 26: Iris Cadelago; versos 27 y 28: Carlos Cartolano. Como podrán notar quienes compartieron la Marathónica, hubo algunos que no perdieron un solo verso... O muy cuidadosos, o demasiado amarretes... ¡Los desafiamos a que nos manden alguno que otro hijo!