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31 de diciembre de 2015

insectos


como brillos de palabras repetidas/ plumajes
del edén aún en vuelo/ manantial de abel
abierto en todo filo a cada golpe del relato
o hasta el agua viva de pilatos/ somos
el recuerdo de los muertos y mantendremos
indemnes del olvido a los que sigan

con cada lumbre cada llama que se apague
engrosa la memoria/ somos crónica mutante
cada uno su insecto a la carrera ganándole
a la muerte/ somos polillas de la historia
en desayuno interminable.

© Carlos Enrique Cartolano. Lunángel, 2015


Ilustración: Bodyart Batanga ©

30 de diciembre de 2015

apariciones



…La humanidad entre signos de pregunta. Y
Dios afuera, como única incerteza.
Sergio Giuliodibari  -de Camino en construcción-
           
la última imagen la perdí entre caballetes
de artesanos/ ellos ignorantes frente
a mis versos me ofrecían cinturones
y bombillas. cómo/ pregunto en este día
cuando otros hacen fiesta bajo el sol/ cómo

reconstruir con piezas sueltas el rostro
de un dios acorde a mi deseo/ algunas creo
con el mecano de espejos y memoria/ otras
las más difíciles mordidas con frenesís

del festejo con hervores de arena y vos ausente.

© Carlos Enrique Cartolano. Sudestes, 2015

Ilustración: Remedios Varo

29 de diciembre de 2015

Lenguaje poético intenso y evocador



Acerca de “Apología del viento” de María Cristina Di Lernia


  Había supuesto la dificultad propia de este libro importante, por cierto intenso y extenso, en el pleno sentido de esas cualidades. Por eso fui planeando durante varias semanas alternando poemas, y después hice dos lecturas completas. Acabo de concluir la segunda y creo que mis juicios sobre la poesía de “Apología…” han madurado lo conveniente. Claro, sin que ello sea garantía de aciertos, ni aún de beneplácito de la poeta. 
  Casi sin quererlo utilicé “maduración”, tal una de las características de los trabajos contenidos en este volumen. Largamente esperado, largamente anunciado, pacientemente tejido por su autora; maduro, y por ello jugoso, intenso y extenso como dije al comenzar.
  “Apología…” consta de seis secciones o series de poemas. La primera de ellas, si verdaderamente se trata de “Poemas Secretos”, consiste en una violación del eventual “secreto”, ya que aquí encuentro franca apertura expresiva, tales como  en “Juro”:

… esta costilla
ha dolido desde el génesis
y habrá que extirparla
un día cualquiera,
sólo para que el corazón
disponga de un espacio
apropiado
a la tensión de sus latidos (Pág 17)

  La poeta enamorada busca espacio para que su corazón reboce en paz; esa su realidad, pero también devela deseos:

… Quiero la tarde en la que el páramo
huele a paraíso
y la espesura
desde la sombra urde el destino… (“Quiero”, pág 18)

  Impecable uso del lenguaje, sintaxis clara y limpia, absolutamente directa si es que algo puede ser catalogado de simple y directo en esta poesía de arterias tensas. Destaco aquí la belleza de los siguientes versos de “Dosis”:

… Siempre que no lleguen
los paseantes de a veces
que se instalan hasta disolver mis equipajes
y parten… (Pág 19)

  Como puede notarse, voy página a página anotando pasajes que considero de absoluta importancia. En rigor, merced a mi recurrencia al texto, han quedado pocos poemas donde no haya señalado algún verso o conjunto de versos. Con afán de síntesis, omitiré algunas de mis observaciones. Diré que considero valiosísimas la serie de imágenes de “Las otras” mujeres que coexisten en la poeta, esas…

… concilien los reclamos de mi sangre
y suelten sus sacos
de buitres o de alondras
y cabalguen sobre el fuego
de las vírgenes rotas de amor… (Pág 21)

y que valoro el tratamiento de la conjunción carne/ espíritu de la presencia poética, patente en todo el libro, y especialmente en este pasaje de “Cruz”:

sobre este cuerpo que casi reconozco
de tanto andarle adentro… (Pág 29)

  Hacia el final de la primera serie, considero central el poema “El lugar”. Aquí, la poeta se plantea la razón del “ontos” desde la “estancia”, es decir la potencia de “el estar” para echar raíces y gestar la esencia personal. Un licor añejo seguramente…

Hay un lugar
del que puedo volver sin olvidarme,
y regresar
cada vez que sea necesario parir la vida,
retomar esta carne,
esta manera de andar por el mundo,
sin olvidarme.

  La poesía, se ha dicho, confirma que el olvido no existe; la experiencia poética sinfín reitera la vida depurándola, la aclara y alivia.

  En la segunda serie, María Cristina Di Lernia, refiere a los “Poemas del Amor”. Y puntualizo desde ya que la poeta no es una mujer que llora; al contrario, parece ser una heroína que vuelve victoriosa de toda batalla. Es una mujer fuerte, y lo demuestra verso a verso en esta serie de poemas de amor. Hace poco, un poeta español expresaba en una red social su hartazgo por “los mocos” femeninos. Más allá de acordar o no con esta expresión, o con razones de un eventual cansancio, debo destacar que la postura de la autora de “Apología…” es novedosa entre nosotros, y se vincula con la mejor poesía de “resistencia de género”, representada entre otras por Gioconda Belli. Una mujer fuerte que da la espalda siempre, que combate el humo y mira a los ojos…

“… Puedo, desde el entrecejo de la loba,
herir de muerte las cenizas, enterrarlas…”

Aunque:

“… Puedo también el amor.
Puedo”  (“Puedo”, Pág 38)

  La fortaleza femenina permite a la autora limpiar el terreno, ver con claridad meridiana, aunque con la necesaria dosis de ternura:

“… la voracidad de las uvas
la vez…
la otra vez del cielo con las manos,
la otra vez de los pies en el infierno” (“Volar”, Pág 40)

  Y también en estas imágenes de las más bellas del libro:

“… cuando el alma
rebalsaba el corpiño de la noche
y la verdad era simplemente un pájaro
un hijo inconsulto de la tierra
la sed
la vez primera.” (“Magia”, Pág 45)

  Vuelvo a saltear multitud de notas, paso por sobre uno de los mejores poemas del libro: “Deserción y milagro” y me detengo en el que considero central en esta serie: “Sobrevivirse”. Está explícito aquí lo que comentaba al principio, acerca de la fortaleza femenina y la poeta “heroína”:

“… cruzar los límites y andar
como un héroe anónimo entre las barricadas
contra la destrucción y el mito.
Mientras allá lejos, como un alfil sin condiciones ni raíces
que sucumban,
nómade desde siempre,
aventurero sin huellas ni vestigios,
deambula, simplemente, el amor.
Lejos de la permanencia inconclusa
en la que se hunde cada vez el desacierto
hasta tocar el fondo del abismo
y regresar,
ciento por ciento
a sobrevivirse,
malherido y entero”. (Pág 55)

  La tercera serie de “Poesía Insomne” encuentra su climax en “La Piedra”, un poema depurado, redondo, de perfecta expresión sustantiva y verbal:

“Hay una piedra. Siempre.
Entre las rodillas de la luna. Siempre.
Bajando por las trenzas de la tarde. Siempre.
En cada uno de todos los caminos.
En el idioma de los sabios.
Detrás de las cortinas del verano.
Entre las manos de los vivos.
Debajo de la almohada de los muertos…
Siempre”. (Pág 70)

  Hasta aquí, en mi opinión lo más notable del libro. En la serie de “Poemas alucinados”, he preferido el dedicado por la autora a su progenitor; allí se formulan larguísimas preguntas que ponen a prueba el arte de la escritura de María Cristina Di Lernia. Por supuesto, con resultados óptimos:

“… ¿Quién sostendrá mi aullido
y acallará tanto frío animal
tanta tristeza?
¿Con qué voz destejeré el pan
y soltaré el dolor
ahora que tu frente es celeste
y me lleva de ronda
hasta tu podio de algas,
hasta tus ojos de cielo demorado?...” (“En memoria II”, Pág 86/87)

  En “Poemas por la tierra”, me he quedado con “Culpable”, de notoria actualidad y franco rigor:

“… Quiero saber su nombre
qué bandera oculta sus discursos
si su descanso perturba a las naciones
si alguna vez sufrió cosechas en su sangre
si asistió al funeral de una gaviota
cuál es la estatura de sus ojos,
cuáles son los espejos de su rostro…
quién oculta su firma…” (Pág 94)

  Finalmente en los “Poemas acontecidos” la autora se dirige a los poetas, a su ciudad, al Atlántico –nuestro mejor vecino- y finalmente a su nieto, a quien nombra heredero en la siembra verbal:

“… Entonces, es necesario que crezcas hacia adentro
para que no olvides
la condición labriega
de esta humanidad de imponderables…” (“Canto para Tomás”, Pág 104)

  En suma, un libro que debe retenerse en la biblioteca. Alto estándar de calidad literaria, elevada exigencia de la autora en su escritura, notable equilibrio y contenido homogéneo. Destaco, finalmente, el acierto en la elección de los epígrafes cuya existencia es autónoma, y a la vez integran el contenido del libro sumando emoción.

Carlos Enrique Cartolano
27.12.2015





poemar


quien  sacuda su sombra despida soledades
extirpe cuanto calló/ ese que esté en gotas
del propio rocío/ alambique palabra/ rescate
nombres al poema/ ese digo

será seré contigo a salvo poesía/ cuelaluz
pupila en alto penetración de espejos plumas
al sudeste piel con flor al resto/ aire/ azules
en vertiente: animal en pie ánima una/

sólo mar amor.

© Carlos Enrique Cartolano. Sudestes, 2015

Ilustración: Marina Abramovic (c)

28 de diciembre de 2015

la playa



la realidad se cuece en sustantivos/ nada
existe antes del nombre cuando éste sutura
apariencia con roce y sensación/ al principio
está la superficie única piel esa membrana
limita el piélago y al otro surte diferencia

real entonces brote polvo chispa de quien nace
esta guerra la libran los sentidos/ la marea
rompe en la mirada funda al mencionar y desde
hilo propio/ el hombre es arena y grano es dios
de sí aguja su costura planos de poder orilla.

© Carlos Enrique Cartolano. Lunángel, 2015

Ilustración: Spencer Tunick

27 de diciembre de 2015

Valeria Pariso:



La permanencia de una voz alentadora




A las tres de la tarde el sol cae a plomo sobre las baldosas rojas. Irisan el aire flamas transparentes que asocian la realidad exterior con ardores de la conciencia. Quizás por mi nueva lectura de la poeta Valeria Pariso, que esta vez incluye sus dos últimos títulos: “Donde termina esta casa” y “Del otro lado de la noche”. Lectura conjunta, en el orden que creo cronológico, y sin que medien más que unos pocos minutos entre uno y otro libro. Experiencia enriquecedora que confirma y sorprende. ¿Cómo es esto?

Conozco a Valeria desde 2012 y ha sido, sin ninguna duda, la poesía que más me ha movilizado desde entonces (considero por cierto que mi opinión no es aislada). Y digo que esta lectura confirma los valores literarios de Valeria Pariso, tanto porque además devuelve en página impresa poemas que tengo leídos a partir de la diaria invitación del blog de la poeta (http://tantotequeria.blogspot.com). Y por último dije que sorprende: esta es una poesía de la diaria realidad que penetra la esencia humana y revela el sentido erótico de cuanto “sucede”, como de cuanto “hacemos”. Que no es poco. Yo diría que ¡es todo lo que podemos esperar de la expresión poética! Aquí no hay graves recorridos intelectuales; tampoco delirios que motive la efusión literaria. Se trata de una senda para operar interiores del lector, se trata de completar lo que jamás podrá completarse, aunque no podamos cejar en la tarea. ¿Qué otra cosa nos cabe en la existencia?

El erotismo, dice Georges Bataille, “es la aprobación de la vida hasta en la muerte”. Creo que la poesía de Valeria Pariso respeta con notable justeza la definición del pensador francés. Y así como esta concepción fue y es revolucionaria, el trabajo de Valeria –sobre todo en sus dos últimos libros- pone al derecho y en claro cuestiones básicas que más de una vez la cultura deforma, tergiversa, corrompe.

En el primero de los libros, considero central el poema “13”, al que continúa por cierto el “14”:

Donde termina esta casa existe un muelle.
Un muelle sirve/ básicamente/ para
dos o tres cosas/ primero: para leer
poesía en la parte de abajo/ segundo:/
para esperanzarse en la parte de arriba/ y tercero:
para fotografiarlo/ o dibujarlo/ o inventarlo/
según la desesperación/ con que se necesite
un muelle.

Es la vida que busca un punto desde el cual proyectarse en la palabra, una rampa de lanzamiento: el libro mismo, el abrazo de la persona querida, la mano que trabaja junto a las propias. También para Cora, que

… a los trece/ podía pasar doce sombrillas
después del muelle/ y a los quince/
Osvaldito la besó/ apretadísima al muelle/
sin que la madre supiese nada de nada.

Como es lógico, junto a la contención amorosa campea su opuesta –la soledad-, como se aprecia en el poema “21”:

Me conmueve
la ficción inconfesable del olvido/ el
recuerdo inmóvil donde todo sucede.

Quiero decir: esta memoria nuestra/
a la intemperie.

Y nos recuerda a Foucault en sus definiciones sobre la literatura, cuando refiriéndose a su vecino permanente (el mar), Valeria pregunta en el poema “24”:

¿Estaremos siempre a merced de un mar
que insiste en una didáctica de repetición:
golpe salado sobre los pies heridos/
golpe salado sobre los pies heridos?/
¿Dirá la ola: esto queda en tu memoria/
esto no?

El mar como la palabra escrita se sirven de la reiteración para alcanzar la maravilla. Sólo a través de la literatura es posible revivir, devolverse actividad y sentido en la memoria. Estos libros son receptáculos de experiencias íntimas que la poeta comparte con nosotros.

… Debíamos guardar/
muchos caracoles.
Realmente muchos.

Todos los que la ira del mundo
separó del mar. (Poema “26”)

La tarea del poeta consiste en devolver a la humanidad los tesoros perdidos, impedir a toda costa el olvido;  por supuesto influir en la cultura de masas, cavar nuevos surcos y ofrecer cosechas hasta aquí desconocidas. Ese camino es el que continúa de uno a otro libro, como si el segundo se ocupara de las cuestiones que quedaron pendientes en el primero, ofreciera “comenzar” a completarlas. Como si “donde termina esta casa” se hubiera cernido la noche, y la tarea hubiese consistido en transitar “del otro lado…” para rescatar la verdad de amor y dolor (¿no se trata acaso de las dos caras de  una misma realidad?). 

Aquí caben las mismas consideraciones que formulamos para el primer poemario, pero en “Del otro lado…” se pone de manifiesto el trauma de un dolor profundo, del que emerge la palabra reveladora, combativa, que sana. Se encuentran la confirmación y la sorpresa; vivimos la poesía de Valeria como propia en todos los casos. Aunque rescato como “central” el poema “23”:

Quién te dirá de mí,
quién te dirá del canto
que encierra
la última tristeza,
las flores sin olvido,
la palabra sin aire,
la aridez de este paso,
la cicatriz del tiempo,
el temor, mi temor,
el cielo de las manos,
mis manos,
quién te dirá mis manos,
quién te dirá el dolor.

Una aclaración que juzgo pertinente: cuando hablo de “sorpresa” me refiero a “conmoción”, a la potestad de esta poesía para evocar en nosotros la emoción de la autora, en igual o aún mayor medida. ¿Somos los lectores quienes estamos a su lado en el poema “29”?

A veces pienso,
con qué habremos sujetado,
vos y yo,
el cuerpo a la intemperie,
la voz al corazón y el corazón al hueso,
las manos al lenguaje
y el lenguaje a la tierra,
con qué los habremos sujetado,
que hagamos lo que hagamos
no se sueltan.

O en el “32”:

No entendíamos por qué
en el cuerpo
todo el tiempo nos aparecían
regresos y despedidas
regresos y despedidas
como si una ciudad completa
no estuviera decidida a irse
de nosotros.

Y esta maravilla de la disposición amorosa en la mujer:

… Sin piedad, como una jabalina,
el universo me arrojó el amor.

Y yo estaba,
ay Dios mío,
ahí.

La fortaleza de la poesía de Valeria Pariso está en los cierres, en el hallazgo de los universales que a todos mueven por igual. Amor y dolor. Y ya dijimos que los creemos fenómenos de la misma especie: el hombre. La disolución del ser por causa del sentimiento mayor, que es vocación y destino de la existencia.

Recomiendo la poesía de Valeria Pariso. Recomiendo su lectura; el seguimiento de su producción incesante. Poesía que me mejora, y que seguramente operará efectos similares en cualquier otro.




Carlos Enrique Cartolano

Mar del Plata, 27.12.2015

nuevo tropo


subo bajo entro salgo/ la máscara gobierna
suben rostros ocultos bajan confesos penitentes
con bonetes y agujeros en sus capuchas

la naturaleza tras anteojos de sol/ es virtud
ocultar: entran al cosmético en puntas de pie
salen desmemorias/ qué de la vida pregunto

la existencia es metáfora del deseo tuyo mío.

© Carlos Enrique Cartolano. Lunángel, 2015

Ilustración: Órbita literaria (c)

26 de diciembre de 2015

conciencia


la noche copia el laberinto/ no hay diferencias
entre cuanto soy y cómo veo. la misma música
al despertar antes concilió duendes
del cuerpo/ hace seis horas fui mi noticia
alimento para el sueño y soledad de sólo uno

cuando hay horizonte/ plano de espera una mirada
o conciencia de extravío el mismo atolladero
qué diferencia hay entre llegar y ser partida/ viaje
o simple estancia/ faro en mitad del caos o bien
esta caracola con memoria de mareas y abandono.

© Carlos Enrique Cartolano. Lunángel, 2015

Ilustración: El universal (c)

25 de diciembre de 2015

derroche



naufraga una llave se pierde el sudeste
más propicio/ cuando cae una mirada y nadie
la sostiene cuando un ojo derrama su horizonte
y el otro resiste esa gloria

en cada mirada el universo menos un ápice
y en tu destino falta esa esquirla
una oferta en destierro/ ojeo a la marchanta
dicen aunque quien prodiga conoce

se leen con auras las auroras del desierto
es consciente en otros tu deseo/ la falta
te nombra pinta del complementario
y sólo alumbra a quien le valés.

© Carlos Enrique Cartolano. Lunángel, 2015

Ilustración: Mujer después de los 40 (c)

24 de diciembre de 2015

remoto


ya no el sahara ahora lejos de su ruta en
liaochengshih shandong es china/ república popular
rebelde aunque potencia -es algo extraño-
donde antoine pierde el motor/ a duras penas
aterriza la cita literaria es otra vez su principito

esa sopa transparente fideos chinos y de arroz
se parece a la nueva vigilia del poeta. acaso
abandonado pregunto/ quizás no existan para él
traiciones ni olvidos porque lleva su tierra
el asteroide subido a los pies a su palabra:
no es antoine se llama juan y sigue por aquí

lo miro lo leo es un manjar/ yo quedo satisfecho.

© Carlos Enrique Cartolano. Sudestes, 2015


Ilustración: Shandong

22 de diciembre de 2015

giros


detrás de escena la manzana es rastro
línea en dos piquete de sabor
fruta en falta/ con su almuerzo es surco
sin semilla/ ausencia
sangre abierta
temblores de vestal/sepulto o digiero

tu boca el moro de tus ojos trazas
de miel entre dientes/ olvido o brisa
turbión con ruedas su ofrenda
me devuelve desvalido

recuerdo redondez entre las manos
delgada piel paladar del paraíso
la llamo mi memoria/ gira el mundo
y ciñe su cintura.

© Carlos Enrique Cartolano. Lunángel, 2015

Ilustración: William Glackens

repleción


prefiero a veces que boyen tus últimas
palabras/ ellas me recorren reflejan en mí
su lozanía y si no tienen respuesta escrita
es porque ya forman parte de mi piel
y profundidades

la vida misma son esas palabras/ nuestras huellas
múltiples superponiéndose huyendo de sí
y volviendo a encontrarse en forma o diferencias

qué hay sino una entrega de razón/ repentina
a la vez como esta copa que desborda en la mirada.

© Carlos Enrique Cartolano. Lunángel, 2015

Ilustración: Sul Ponticello (c)

13 de diciembre de 2015

otras nubes



serpentina sobre el mutante con besos
de humo mi sudeste de anchas palmas
lleva nombre/ trae ausencias la memoria
un mismo viento ese rostro
de mareas si orilla avenida del alma
océano de sábanas el azul tu pezón vos
al viento piel del agua/ nube espera
este mechón de cielo

camino junto al mar
 la visión devuelve:
hay sólo un punto donde mi boca humea
cuando hay sabores y delicias de tu aroma.

© Carlos Enrique Cartolano. Lunángel, 2015

Ilustración: Noticias News (c)

rapiñas



el grito del aguilucho precede a la presa
suena silbidos su sobrevuelo y chirria el espanto

así  triunfa el cortejo de la muerte/ mi sueño
parte en dos la mañana. adentro hay más
de anoche y  los haces primeros semejan
rapiñas de luz

te pienso al trasluz del tiempo/ él incapaz
de impedir la sucesión de picotazos la presión
de unas garras la primera lágrima
que echó a rodar cuanto no se alcanza: un misterio
en heredades.

© Carlos Enrique Cartolano. Lunángel, 2015

Ilustración:  Bob Steele (c)

almohadas



la conciencia tironea con sol en los cereales
y un alba de papeles levanta los rincones
mañana de tus manos en las mías/ corriente
de miradas piel de losa
amanece tu luz/ resplandecen clavas
y el deseo devuelve mi hombre de las sombras

es hora de médicos antídoto antídoto exclaman
puentes vueltos de la noche
longitudes de veneno/ mis vocifieras
rugen zarpan muerden
con nudo de lenguas y aquel abrazo ciñe

pero te has ido dice el río
no estás dijo el sudario
después silencio extrema cuanto escribo.

© Carlos Enrique Cartolano. Lunángel, 2015

Ilustración: Huelva Sur Libre (c)

soplos



es un soplo el poema/ brisa del alma
carga nombres arteria en alto encadena
ata a la vez descose y libra

sudeste son palabras en pira pila cima
culmen es garganta en equilibrio canta
y cuece/ soplo el poema es corto

versos ladrillos maderos breves puestos
a arder en línea/ telaraña monigote
de versos muñones de mi vida

incompletos/ soplos cuanto más
para alcanzarte en menos tiempo.

© Carlos Enrique Cartolano. Lunángel, 2015

Ilustración: Isadora Duncan