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25 de febrero de 2022

Francesca Woodman legendado ...

 


Francesca Woodman y ...



36.

  Francesca Woodman, y Alejandra Pizarnik al otro lado de la pantalla. De obras a la vista, inalcanzables en cuerpo. Una fotografió cuanto la otra dijo; ambas derrotaron marcas y moneda. Prosiguen la búsqueda en cada uno, y aún preguntan. ¿Qué esperamos para responder al horror de la belleza en lo profundo?

 

El arte en ellas fue profético: imagen y grafo, escritura y fotografía. Hoy me parece que caminaban juntas, abrazadas llegaron a tocar mi puerta, habitaron mi sueño, ocuparon mi ropa, vistieron mi nombre. Sé, sin embargo, que no se conocieron, que maltrataron a los dioses de sus cuerpos, y acabaron suicidadas por sus melancolías.

 (c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ángeles asexuados ...



35.

  Ángeles asexuados o con sexo visible. Demonios del sueño o del insomnio. Autores que habitualmente duermen o velan conmigo. Presencias de muchos que han muerto, o que estando vivos son distantes. Y mucha ausencia, y mucho silencio, e infinidad de palabras. Los hijos, hijos de mis hijos, los amigos y sus amigos, la belleza y sus admirables presencias físicas. Los labios. El arte en todas sus manifestaciones, el cuerpo humano como modelo, y un dios en cada cuerpo. La lectura y una generosa copa de vino. La muerte que se sienta a mi lado a cada instante, esa que todavía no me toca. Algún reconocimiento, y las expresiones de cariño. Todas esas cosas esculpen mi vida en medida equilibrada de caricia y frustración.

 

Pero es claro que antes montaba sobre la búsqueda, y me expresaba con preguntas –tal lo literario, un gajo de lo vital–. Ahora, no hay interrogante que se conteste igual de un día a otro, y la búsqueda perdió pie al abolirse las carreteras.


(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Ilyay Emilia Kabakov (c)

Esta fue una ...

 


34.

  Esta fue una escritura de conocimiento. Ha sido el vínculo con la naturaleza y con los otros, mis pares sobre el planeta. Me ha permitido saber hasta dónde podía llegar –y parece que cada día se puede ir un poco más lejos–; ofreciéndome la formulación del cuestionario y la paciencia para alcanzar respuestas. Creo firmemente que el poema es un medio de conocimiento. Que ya formulado ofrece un punto en que apoyarse, una roca donde pararse, una soga de la cual tirar, o con cuyo auxilio ascender. Esto ha sido cuando ya nada de todo eso se esperaba, coronando un saber alentador, mientras se inhalaba el aire más puro para cuerpo, espíritu y un dios alimentar.

 

En definitiva, un humano más; otro eslabón de la cadena, que mira por la evolución global. Aunque ahora deba uno acostumbrarse a la devaluación de todo: desde el amor hasta el bolsillo regresan al páramo de incertidumbre; también yo vivo el diario naufragio del futuro.

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Francisco Toledo (c)

Durante esta vida ...



33.

  Durante esta vida mía, varios amores terminaron calcinados en la hoguera de la pasión. Para algún amor fui inmaduro, aunque siempre los frutos de una relación imprimen memorias en las que el olvido no cabe. En otros hubo amor de regreso a las fuentes –que me hizo experimentar nuevas fuerzas y un entusiasmo casi adolescente–. Supe que las relaciones a distancia se debilitan. Pese al rejuvenecimiento que acompaña a toda relación con sana entrega, se está ausente de la contemplación y el espejo de la intimidad se empaña con facilidad. Así, alguna vez se renunció al amor cuando las esperanzas de entrega se mantenían en pie. Mi relación de la madurez, no exenta de pasión, me acompañó durante todo el tiempo de escritura de este libro. Hubo también atracciones intelectuales, amores de compañía y mutua asistencia, que sin ser apasionados como otros, me han permitido caminar hasta aquí, con satisfacciones y crecimiento en sociedad y legado.

 

La escritura es siempre un reflejo del estado de hálito. Así, mis poemas del período 2012 a 2015 –sobre todo los quintetos, que me devolvieron inconscientemente al culto de Francisco Luis Bernárdez, es decir a mis veinte años-, fueron aterrados por la carne, y la condena de lo efímero. Pero, me repito ahora: la vida misma es perecedera, y los momentos vividos entonces fueron glorias que, si pudiera, repetiría.

 (c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Francisco Toledo (c)

A mis setenta y ...


 

32.

  A mis setenta y tres años, la maduración no cesa. Sigo encontrando explicaciones, los conocimientos crecen y con cada sorpresa el paraíso original parece estar más cerca. Una cuestión central continúa rondándome, y cada día parece cargar con más razones junto a su ser perentorio. Al aproximarse la muerte me pregunto por los legados, por cuanto dejo, a quiénes cargo con tareas, a quiénes preocupo. Voy por la memoria en los otros. Me he convencido de que la muerte no tiene otra explicación más allá del silencio y la ausencia; por lo tanto no especulo con ella, solo lo hago en torno al tiempo que demore en alcanzarla. Seguramente habrá diversos signos que permitan notar que se aproxima: una o más operaciones, el progreso de una o más enfermedades. Está todo en ciernes. Y existe, además, una respuesta que he de alcanzar antes de que la parca me bese: ¿Por qué la escritura en mi vida? Y en dependencia de ello, qué, cómo y cuánto legado. Voy a intentar responderlo en los siguientes números.

 

Como la existencia de todos es variable, y cada uno pende del resto en curso y cambios, las elucubraciones sobre el tiempo y los finales se modificaron drásticamente. He recorrido con mis manos el rostro de la parca, un mapa de mi propia vida, con cumbres y bajíos. Continúo esperando, pero la escena y el decorado son diferentes.

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Miguel Ángel

20 de febrero de 2022

La desmesura resulta ...




31.

  La desmesura resulta del descontrol, aunque también de la necesidad. Por compensar el egoísmo, por no contrariar esta naturaleza generosa que me habita; seré vulgar al decirlo: disfruto dando. Pero también recibiendo; solo que muchas veces no sé cómo agradecer, y en esto mi generosidad falla. Pero dije desmesura, por lo que escribo, siempre abusando de la paciencia lectora. Y de la comprensión, porque admito que nunca fui lineal. Reconozco ahora que los excesos se deben a mis dificultades para abandonar temas o volúmenes, así como a mis cambios –son cíclicos y requieren emplearse en otras iniciativas o proyectos–. Ahora corrijo textos ajenos: podo, recorto, abono y siembro. Aunque finalmente es mi jardín el que esponjo y hago fértil.

 

Insisto en lo enriquecedor que es formar pares, el juicio crítico, la conjunción en antologías de letra impresa o de voz, la guía por puentes y pasillos del español o de la Biblioteca de Babel. En suma, compartir arte es signo de sólida amistad; una de las más perfectas modalidades del amor.


(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Carlos Cortés (c) 

 

Una buena cantidad...

 


30.

  Una buena cantidad de poemas en mis libros anteriores comenzaron con estas cuatro palabras, que hoy vuelven: la existencia consiste entonces en extraviar la pieza que me había completado. ¿O acaso, en la vida fue solo un repliegue haberla encontrado? ¿Y también perdido? Una cosa, siempre independiente de su valor material, una sensación, una palabra con frecuencia. ¡Siempre una palabra, y del lenguaje poético, por tanto cómo sugiere! Una persona, un par de veces, un amor otras tantas. O un libro, uno propio –para completar el legado–, uno ajeno que faltó en tal autor, en un ideario, historia o propósito. Acaso un día, un minuto que podía haber marcado inicios o final de otro de mis tiempos. De mis constantes. Algo, digo, que también sirviera al resto, o no. Que solo a mí sirviera a fin de completarme. Un mes, el nombre de un mes, dice uno de mis lectores. El propósito de mi escritura, dice otro. Los lectores me resultan impredecibles: son críticos, reescriben, interpretan lo que yo jamás quise decir. Pero son la pieza que completa la obra. Siempre faltan, y también extenúan.

 

Y también, por fortuna, están los más queridos. Cuando ellos me leen e interpretan, por escrito o en forma oral, por caso en presentaciones, reconozco en mí al Midas de mi nombre. Un Midas pequeñito, claro, pero con las mismas aptitudes de parto y belleza enriquecedora, y acompañado por una amante que lo alimenta de su mano.


(c) Carlos Enrique Cartolano. Scherzo, 2021

Ilustración: Carlos Cortés (c)

13 de febrero de 2022

La conciencia del fin...

 


29.

  La conciencia del fin se manifestó en Cuaderno siete. Todo cuanto escribí desde entonces –2017–, entrega o reclama una despedida. Es que vi llegar al demonio, aterrizado o vuelto a superficie desde el incendio en la profundidad. El caos digo, la guerra constante –como la muerte o el movimiento–. Entonces quise obtener todo lo deseado durante setenta años, y me impuse hacer el amor cada día, y cuanto dije lo escribí para mí y el resto, aunque también por levantar en mí la escritura de un dios. Rebelado, libé en los orígenes con vistas al cierre. Se venteaba el olor de carne humana quemada, la vía de ingreso a Roma se ofrecía, una vez más, sembrada con crucificados.

 

Después habitó la epidemia, después la pandemia, después el confinamiento, y clavé en ojos del monstruo mis ojos, dudé de toda mano, de cualquier abrazo, del beso con el que me conformé tantas veces aun consciente de que la entrega fallaba, o de que no me despedían.

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Painting home (c)


Encontrarme enla fronda ...

 


28.

  Encontrarme en la fronda para olvidar. Solo aquí, sin mi otra soledad. Por descubrir la tristeza en cada cosa, calzo huellas del vacío original. En trance de ser: la forma que sueña la piedra, dijo Miguel Ángel Buonarroti, o el poema que se desgañita grito por grito,  verso  a  verso –si de esta unidad se habla mañana, cuando la corriente fragüe–, en bocas de Allen Ginsberg y Charles Bukowski vueltos a la vida.

  Suponer que entonces descubro entre muslos y senos olvidados, la voz de Billie Holiday, cantando Sos mi emoción, seguramente cuando solo llevo dos años vivo y descubro el primer contagio, quizás debuto al retener o forzar una lágrima. Billie canta con su primera voz, virgen de alcohol y cocaína, ¡qué privilegio!, y en mi pecho canta. Ella canta y yo descubro el contagio: la emoción. Como una mancha de pintura indeleble, como endemia del ser en su universo.

  ¿En qué lengua Billie? ¿Acaso aquella olvidada por siempre? Eva primera de la palabra, anglófona de lengua mordida, suave dama morena vestida con satén.

 

Contagio con la belleza: eso enciende el arte. Estoy seguro de que las primeras señales fueron intrauterinas, y que las lecturas de mi madre, como así la música que se escuchaba en mi casa de la infancia, fueron señales para alumbrar al consciente, abriéndole camino en la expresión.

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Billie Holiday

Me deleite comprobar ...


 

27.

  Me deleita comprobar la vida al otro lado, el eco, la sociedad de cuerpos y emoción. Recorro el camino crítico de los descubridores, y compruebo el propio hallazgo. Seguramente, como tantos, estudié las circunstancias de creación en obras y artistas admirables, escruté tapices orientales, el fondo en los espejos y también en lienzos de da Vinci-, los camarines y  fuera  de  cámara  de cantantes adorables –aquellas hechiceras de mejillas brillantes por el llanto–.

  Recién corrí el vidrio martillado, no traslúcido, sólo por chistar al perro tirado sobre el pavimento a treinta metros. Me conformé cuando miró hacia mí y estalló el rítmico contento de su cola.

 

Mi retiro de 2019 encuentra lugar en una nueva casa. He dispuesto las bibliotecas según las necesidades de mi trabajo diario. Ahora estoy sobre el puente de mando, y el navío corta el océano con rumbo este.

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Alfius Debux (c)

Una nueva naturaleza ...


 

26.

  Una nueva naturaleza, dice. No es canto dice; cuento tampoco. Me faltan conceptos, dice, aunque los veo. Porque no es lo que se lee, sino lo que nace, y demora el brote, cuando el río tarda, por atender primero a lacrimales. Épica dice, y singular.  Ademán totalizador, dice. Como Stéphane Mallarmé. ¡Como Mallarmé!, y dice: ¡que universo y verso coincidan, no sólo en la fonética! La realidad es una espina cuando reúne; y un verso, la divinidad que contiene derrames, aunque siempre desafío. Como Las señoritas de Avignon.

 

El comentario de Rafael Felipe Oteriño para mi Pajareras Imaginarias, y Las señoritas de Avignon, de Pablo Picasso, tienen en común la denuncia de ruptura con todo lo anterior. ¡Tan fuerte es este cambio para mí!  Será necesario afirmar el nuevo camino, si quiero encontrarme cara a cara con la belleza.

 

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Gouines (c)

Se alejó rápidamente ...

 


25.

  Se alejó rápidamente; entonces noté sus alas. Una blanca, erguida, se agitaba con rudeza; la otra gris, retraída, casi colgaba sobre su izquierda. Se precipitó hacia la luz sonante, alumbraba como violín y musicaba estrellas. El arte es ese punto al que confluimos caminantes y prófugos, donde un sabio ingeniero repara alas y remienda corazones. Sé que se quemó al llegar; ella, muda. Después sus palabras abrieron cauce buscando el mar.

 

Ahora sé que no existe ángel que llegue como tal hasta mí. Sus naturalezas son frágiles, y ya próximos se corrompen sumando sexo y nombre. Me resultó imposible buscar restauración con uno de ellos.  Solo han atinado a curarme a mí.

 

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Electric Trends (c)

Coloco la copa...

 


24.

  Coloco la copa vacía a cincuenta centímetros, o quizás resulte menos. El cristal no es perfecto, y distorsiona lo que a su través puede verse; esto que viene armándose dosificado por la memoria: rasgos que rayan vacíos del aire. Hay facciones: primero los ojos, después la boca, al cabo un mechón de cabello que cubre el pómulo derecho, y que la mirada pone a mi izquierda. El filo del cristal refracta luz y oculta parte de la nariz. El conjunto se refleja en un segundo cristal, el que cubre mi mesa; entonces, las facciones de la mujer se invierten, y a mis ojos gobierna un extraño brillo en sus labios.

  La distancia y la memoria, asociados a la imperfección del cristal, mutan la imagen. No reconozco a esa mujer, quizás sí algunos rasgos por separado evocan un nombre, algún momento que ahora rescato de la bruma, palabras, de esas que suenan a mis espaldas. La firmeza del mentón me dice espera; el vacío de su mirada, desinterés; el brillo en sus labios lo puse yo. De esto último no me caben dudas. Pero la tarde me engaña con un reflejo débil. La distancia es misterio del tiempo, que mi hálito rehúye y a la vez extraña.

  Ella niega, me niega. Responde que no. Pone pieles seductoras por delante, aunque no son para mí. Sabe que no podré alcanzarla. Sé que más allá de la vista, todo es sinsentido. Sueños nada más. Sin carne, sin mañana.

Las horas de la tarde hermanan sombras y turbidez. El deseo me engaña; la belleza continúa lejos, y no sé si lograré alcanzarla. La necesidad es arma de doble filo; no la consuelan medias imágenes.

 

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: OK Chicas (c)

Mi corazón trepida ...


 

23.

  Mi corazón trepida por las noches; cuesta conciliar el sueño, o una vez a bordo me despierta. Es incansable este joven viejo, este viejo que ansía la juventud. Tanto temblor sucede mientras la memoria recorre los pasillos de la prisión. Ella, carcelera y amante, la hambreada de tiempo completo. La más dulce e implacable; puede saltar cercos, aunque también tenderlos. En este último caso, la malla de su tejido es acero de dureza elevada y resulta impenetrable.

 

Memoria del eterno retorno y mi equilibrio, memoria del desconcierto. Recuerdos de azúcar y de acíbar en pareja proporción. Sobre ellos tensé el músculo y se volvió espontáneo el canto.

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Pablo Picasso (c)

Los hechos del mundo ...

 


22.  

  Los hechos del mundo no son ni serán nunca todo lo que hay, dijo Ludwig Wittgenstein. Acaso algunos permanecen contemplando el afuera, cuanto aquí no se ve. Serán los más próximos a la luz, los profetas y los rapsodas, por eso ciegos. Así el poema, también la plástica, acaban montados sobre fronteras, en medio brumoso. Intentan tender un puente que conecte la búsqueda con el hallazgo, o aun persistir en la sorpresa. Se dijo que sólo la música puede trascender en único salto.

 

Quienes ven con más facilidad interior que exteriores: los poetas, de Jorge Luis Borges, quien a su padre llamó hacedor.  En la música, casi sin excepciones, la instrumental; mis preferidos porque antes emocionan: Wolfgang Mozart, Johannes Brahms, George Gershwin, y Astor Pantaleón Piazzolla. Y acéptese la mistura, sin que lo cultural nos acompleje.


(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Alfons Mucha (c)

8 de febrero de 2022

Nueve años con sus ...


 

21.

  Nueve años con sus ciento ocho meses y sus tres mil doscientos ochenta y cinco días, trabajé de mañana y de tarde muy cerca de la llamada villa 21-24 en CABA. Y aunque noches, sábados, domingos, no laborables y vacacionados estuviera lejos, mi cabeza recaía segundo a segundo en la barriada de postergados que desafía al poderoso, a escasos metros del edificio de la acería. Por eso ahora, cuando un político –¿cuántos como él, transidos por el miedo?– anuncia su deseo de dinamitar la villa, no puedo sino temer por mi integridad.

  Allá como aquí, el hombre es el mismo y eterno por vocación. Asume la tarea de completar el mundo, es homo quaerens conforme George Steiner, lo ocupa la creación, la pregunta por orígenes y término. También yo, claro. También cada uno de quienes vivieron, viven y vivirán en la villa 21-24, mientras esta ciudadela de emergencia exista. Mientras la emergencia de los postergados del mundo exista.

   Todos por igual transcurrimos el hueco que permiten los dedos del mudra vitarka y yacemos en la palma del mudra de la meditación (*), y así se nos torna asequible el único nombre, y seis destinos en única mirada.

  Anoto mientras suena Nabucco, de Giuseppe Verdi, y los versos de Temistocle Solera –un canto de libertad– me despiertan, de cautiverios de la pandemia que a todos sitia. A propósito, terminamos siendo postergados en tiempos de cambio y fractura: ¡Oh, mi patria, tan bella y perdida! / ¡Oh, recuerdo tan querido y fatal! / Arpa de oro de fatídicos vates, / ¿por qué cuelgas muda del sauce? /Reavive en nuestros pechos el recuerdo / ¡Qué hable del tiempo que fue!

(*)El Shakyamuni Buda con la mano derecha hace el mudra Vitarka (gesto de la predicación del Dharma), y con la izquierda el mudra de la meditación; se trata del señor del mundo saha, este en el que vivimos, lleno de sufrimientos, donde los seres sensibles deben soportar y resistir por su supervivencia.

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Shakyamuni Buddha


Mejor decir poema...


 

20.

  Mejor decir poema, que poesía. Esta parece inalcanzable –se la ve solo en los grandes maestros– y aquel es tan diminuto como se me permita ser.  Parto así del resultado y consagro la creación tras la sorpresa, por mi estar en mí apuntado al resto. Histórico y finito, huella y brizna. Poesía, en cambio, me suena a palacio de cristal  donde casi nadie –y por supuesto yo menos que cualquiera– puede permanecer.

  Aunque claramente el poema integra la poiesis, es el único capaz de rescatarme del marasmo. Y si recurro a la poesía, seguramente encontraré en ella un poema escrito por alguien, que alguna vez, pensó en mí y expresó lo que necesito leer.

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración. Isabelle Bonte (c)

 


El poema llega ...


 

19.

  El poema llega mientras me ducho, o antes, al levantar la persiana de mi habitación. Es como alzar un muerto, o descolgar un ángel,  girar la roldana cuando tira la correa. O después, al escuchar el chasquido de explosiones fragmentarias, cuando los chorros de agua golpean sobre mi cuerpo, el piso y las paredes. Supongo que estos hechos son palabras sin lengua, un idioma adánico al que alientan los chirridos y que todavía desconozco. El poema llega también con el corcho, con la lágrima o el chorro, con un silbido, o aun con los tres o cuatro últimos ladridos del can lejano, antes de que me tumbe el sueño. Y al soñar: llega el resto del poema. Mis barras gráficas son cuchillos que guillotinan, tronchan pies y tiempo. Es cuando ata en blanco la memoria, y yo desciendo por una escalera de carrara donde cada escalón lleva un nombre. Por debajo la noche, ese océano que sobrevive gracias a comer sus bordes, me habla.

  Es el otro, que habla una lengua diferente a la mía.  Ese que impulsa el sueño, como si fuera una muestra cinematográfica u operística, o un texto multisensorial, para que mi amanecido conozca y en consecuencia diga.

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Arno Brecker (c)

 


Ex nihilo ...

 


18.

  Ex nihilo, la fotosíntesis recorta mis azules, mis negros, y otra vez otorga el verde. Ante mí crece un jardín. Cada mañana celebro la primavera, soplo tentempiés de la renovación, aunque amarilleen y caigan las hojas, aunque suceda el más crudo invierno. En interiores un niño nace, descubro lenguas del origen, y todos vuelven a la vida. La escritura funda alquimias que la razón ignora.

 He aquí el arte. La escritura puede completar el ciclo vital, y asumir un puesto de combate contra el tiempo. Como la plástica, la música, el cine.

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Micofora (c)

 


Aunque tantas veces ...

 


17.

  Aunque tantas veces lo he cambiado, el espejo del tocador es siempre el mismo y envejece conmigo. La nada se adelanta, revisa las manchas de la piel en mi frente; lo confirmo: ellas se reflejan antes que el resto. Y Jean Paul Sartre ha dicho: la nada persigue al ser. Detrás del brillo la bruma envuelve, profundiza, absorbe. Hay una agenda, garras del precipicio clavadas en la espalda. Brillo de frente; una antorcha establece mi jornada, tiembla y amenaza.  

 Cuando ha costado tanto mantener encendido el fuego, es necesario protegerse del viento. Entonces, otra vez, se me impone buscar el interior de la caverna.

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Correo del maestro (c)


Acaso queda aquí...

 


16.

  Acaso queda aquí algo con sentido. Una palabra al menos. Hay un desfile de finadas certezas, el triunfo de la incertidumbre. Piel ajada, tacto áspero, desborde de cintura, huellas perdidas, el portazo vulgar, y el vacío cuando adopta rostros, o nombres propios. Geografías del desierto, cuando sólo se existe en el reflejo. Oblivion, yesca y pedernal.

 Más acá de la melancolía, la edad nos muestra una realidad para la que no estamos preparados, si no leímos ni razonamos lo suficiente. El encuentro con la nada nos somete al vacío, y el tiempo vuelve a ganar la partida.


(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Hello Creatividad (c)


¿Y si este recuerdo fuera...?


 

15.

  ¿Y si este recuerdo fuera solo un ser mental? Si la piel hubiera extraviado su experiencia, la memoria hiciese con el tiempo cuanto hizo con mi cuerpo: pura cosmética. Retoques que suman hasta vuelta de campana. Si ocupar el centro, mi protagonismo, la belleza, alguna autocompasión me engañaron. Si no estuvo el amor sino un antojo, si el placer se antepuso a toda entrega, si enmudecí cuando llamaba. Si es con razón que llora.

 Es que el placer es la más engañosa de las experiencias. Puede presenciarse lo que ocurre en superficie, pero descubrir lo subterráneo con el detalle necesario, puede requerir meses de relación. A veces es de necios o suicidas, declarar que se sigue al corazón sin reparar en razones.


(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Janet Toro (c)

 


Desde el más digno recato ...

 


14.

  Desde el más digno recato –¡oh, la sagrada, hechicera feminidad! –, ella susurró pidiendo que no le quitase el sostén. Él, esclavo del propósito, no la escuchó, y desprendió la última prenda que restaba al cuerpo para presenciar una gloria imaginada muchas veces. Los pechos eran delgados y por cierto no se sostenían, pero en aquel paraíso reinaban atezados los pezones, los retoños más turgentes de cuantos antes fueran vistos, que adornarían labios de él durante las siguientes horas.

  Entre otros triunfos del lenguaje, este de armar la memoria, para que todo vuelva a suceder. El tiempo, sujeto por sus cuernos, resiste.


(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Enoc Perez (c)


Esperanza y temor...

 


13.

  Esperanza y temor son inseparables, dice George Steiner. Asistimos al eclipse de lo mesiánico, agrega, y las gramáticas del nihilismo parpadean en el horizonte. Reconoce que los poetas somos concisos al expresar la sensación de extrañeza frente al vacío, y ante una nada que ni siquiera es nada.

  Llevo el libro conmigo y lo abro en el transporte público. Voy atado a mí cuando pienso en el placer de la interpretación, y nada se mueve en el entorno. La escritura es lo más cercano, y al mismo tiempo cuanto más dista del dolor y del olvido.

  Así, lectura y escritura son dos caras de la misma moneda, o sendos extremos de la soga que nos vincula al universo. Con la lengua conocemos y pensamos.

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Nueva Acrópolis (c)



19:50 del domingo ...


 

12.

  19:50 del domingo, Vieytes e Independencia. Expira el feriado, termina setiembre, y espero final de impresión de mi último libro. Me paro en el refugio del transporte público. Atrás, aprovechando alguna sombra, una joven pareja expresa sus sentimientos con un abrazo; él apoyado en una saliente del muro abre las piernas y ella penetra el ángulo para alcanzar el vértice. Sopla viento marítimo, ese del que me protejo en el refugio, y que ahora sacude el vestido suelto de ella revelándome formas de cintura y caderas en progresión perfecta.

   Es la brisa que arrastra el tiempo y recuerda otras imágenes, similares formas, potencias del deseo, la permanente comprobación de belleza al paso. La existencia es inspección de escaparates que a poco se hunden entre niebla y fronteras del cuerpo. Con cada imagen se renueva el único poema, y sé que ya no acabará este desfile de comprobaciones. Del deseo al sueño, de la ensoñación al manotazo de la realidad. Confieso mi total incapacidad de síntesis totalizadora; la crítica me acompaña y traigo a colación desbordes varios, tras cincuenta y cuatro años de carne enamorada.

 

Esa cuenta me coloca en la ocasión de entrega de mi virginidad.  Porque se entrega; de ninguna manera se pierde. Comprender cabalmente esto supone darle el mayor crédito al deseo, y embarcándose en él, vivir amando.

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Egon Schiele

Otra cosa es el cuerpo ...

 


11.

  Otra cosa es el cuerpo, representación física de la virtud que fluye sin fín. No son de aquel dolores y placer, diga cuanto dice la ciencia. El sentido se mueve en aire, en agua, es idioma entre nosotros. Nadie sabe del ocaso final; por lo tanto, en torno no hay certezas. Así dice Steiner: para nada fueron la clausura de jardines del Oeste, durante las crisis del orden imperial romano, durante los temores al Apocalipsis cuando se aproximaba el Año Mil, en el comienzo de la Peste Negra y en la Guerra de los Treinta Años. Y agrego: tampoco en la decadencia que supuso entrar al tercer milenio, con múltiples prevenciones materiales, aunque ignorantes del significado cultural que supuso ese momento.

  El cuerpo es mayúscula que sólo propone destacar el texto prosiguiente. En hiladas del verbo se apoya y renace la existencia.

   Podríamos decir que el cuerpo es mayúscula del nombre, que prosigue desbrozando el idioma tras la única palabra que acierte a imaginar lo que vendrá.


(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Amy Karle (c)



Es así, Jorge Luis Borges ...



 

10.

   Es así, Jorge Luis Borges de la memoria: mi materia es el tiempo/ soy cada solitario instante. En mí, tiembla la existencia, esta madeja de recuerdos que triunfan sobre el olvido cada día y cada hora, cuando con tus ojos me mira Jacqueline du Pré, y en manos que prodigó el jazmín se levanta la batuta de Barenboim enamorado.

  Porque nada muere. Somos finitos nosotros, cuando languidece-mos en pendiente y desguace. Jacqueline sigue viva, no deshojan los jazmines aunque tiemble la batuta, y quien la enarbole crea haber perdido su amor. Ahora, cuando otra vez suena el concierto para cello de Antonín Dvorák, todo vuelve a comenzar. Aunque los íncipit de occidente se vuelvan críticos advierte George Steiner (*). No habrá crepúsculo triunfal sin alborada de amor, donde el conjuro de dos anide, y alumbre un amor sin tiempo, evanescente.

  Suena la música mientras escribo. Bendigo a la tecnología que me permite fondo y figura, ámbito y protagonista. El sonido surca, mientras la furia desafía con atajos a la lengua. Quizás con ellos pueda atravesar espesores del intervalo, y entrever algunas cosas que solo al final comprendería.

(*) George Steiner. Gramáticas de la creación

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Nina la luna (c)