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Muchas cosas cambiaron junto a mí y tras fronteras inmediatas. Pero las
de cada primera vez no se olvidaron; el recuerdo las conserva inalterables. La
realidad por tanto se compone de infinitas versiones de objetos, opiniones,
geografías e imágenes en general. ¿Sucede lo mismo con las personas? ¿O acaso,
en las de cercanías, nuestra sensibilidad social asume las mutaciones, y
refresca la composición del personaje, hundiendo en el olvido perfiles
anteriores?
Algo que en redes sociales parece imposible. Porque aquellos a quienes
conocimos a la distancia, en perfiles fotográfico y de preferencias, permanecen
iguales a su primera vez. En este terreno son posibles dos conocimientos: el de
la pantalla, y el del encuentro personal, si llegase a producirse. Y este
último, si bien puede refrescar el perfil original, tampoco será de alguna
profundidad hasta tanto la socialización no se transforme en hábito. Es decir,
cuando esa persona alcance la categoría de cercana.
Podría mencionar
varias experiencias de amistades en redes. La característica de todas ellas es
la fatuidad, el conocimiento parcial que obtenemos de las personas a las que
llamamos “amigo”. Existen en mi caso amistades que se cuentan con los dedos de
una mano, en las que subsiste el interés por conocer personalmente al “amigo”,
y finalmente establecer si asume o no dicha condición. Menciono ahora los
ejemplos de dos poetas: la mexicana Isabella de Jesús Bautista y el español Miguel
Veyrat; hay otros. Pero lo que importa es que las amistades que comenzaron
fuera de la red, se mantienen sin que existan dudas, y son generalmente
durables.
(c) Carlos Enrique Cartolano, "Scherzo", 2021
Ilustración: 20 minutos (c)
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