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1 de abril de 2022

Por fin Eduardo Chillida...

 


67.

  Por fin Eduardo Chillida supo ponerle nombres a la sombra. Más acá de su escultura, en palabras fue que lo explicó, causa local la suya: mi país tiene una luz negra; el atlántico es oscuro. Yo, que trabajo con palabras, y experimento esta sensación desde siempre, me sumo al acierto verbal del soberbio escultor Chillida. No había logrado expresarlo; entonces él, sabio juez en la relación entre volúmenes y espacio, acertó al decirlo. Descubridor; fortuna de artista.

 Y no conforme todavía, nos iluminó con sus obras portentosas, con su administración de luces y silencio. Aquí también soplan nortes, oestes y sudestes, y nos falta un Peine del viento -1977-; acertaríamos al entronizar Elogio del aire, Música callada, Rumor de límites, en tantas e infinitas variantes y versiones. Necesitamos entonces pensar con estas formas, porque somos atlánticos, hijos de la sombra.

  Así como su admirada antigüedad griega entronizó al Coloso de Rodas, ya fuera en el puerto de los rodios o en el Monte Smith, cerca de Atenas, Chillida sembró obras que donan luz perdurable, homenajeen a Helios o Apolo, según se prefiera.

  Atesoremos en la mirada: Lugar de encuentros -1978-; Monumento a los Fueros -1980-; Homenaje a Jorge Guillén -1982-; La casa de Goethe -1986-; Elogio del agua -1987-; Elogio de la luz -1990-; Elogio del horizonte -1990-; Helsinki -1991-; Monumento a la tolerancia -1992-; Homenaje a Rodríguez Sahagún -1993-; Jaula de la libertad -1997-; Diálogo-tolerancia -1997-, o Berlín -2002, póstuma-.

  En mi caso, hubiera deseado conocer Jaula de la libertad antes de decidir la cubierta de Pajareras imaginarias.

 

Las artes, en sus diversas formas de representación, nos rodean. Somos sus sujetos, la emoción que sucede a la obra, nuestra palabra es interpretada a la vez por pincel, carbón, acorde y cincel, color, vacío, silencio y melodía. Cada uno de nosotros es arte de pie.


(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Peine del viento





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