67.
Por
fin Eduardo Chillida supo ponerle nombres a la sombra. Más acá de su escultura,
en palabras fue que lo explicó, causa local la suya: mi país tiene una luz negra; el atlántico es oscuro. Yo, que
trabajo con palabras, y experimento esta sensación desde siempre, me sumo al
acierto verbal del soberbio escultor Chillida. No había logrado expresarlo; entonces
él, sabio juez en la relación entre volúmenes y espacio, acertó al decirlo.
Descubridor; fortuna de artista.
Y no
conforme todavía, nos iluminó con sus obras portentosas, con su administración
de luces y silencio. Aquí también soplan nortes, oestes y sudestes, y nos falta
un Peine del viento -1977-;
acertaríamos al entronizar Elogio del
aire, Música callada, Rumor de límites, en tantas e infinitas
variantes y versiones. Necesitamos entonces pensar con estas formas, porque
somos atlánticos, hijos de la sombra.
Así
como su admirada antigüedad griega entronizó al Coloso de Rodas, ya fuera en el
puerto de los rodios o en el Monte Smith, cerca de Atenas, Chillida sembró
obras que donan luz perdurable, homenajeen a Helios o Apolo, según se prefiera.
Atesoremos en la mirada: Lugar de
encuentros -1978-; Monumento a los
Fueros -1980-; Homenaje a Jorge
Guillén -1982-; La casa de Goethe
-1986-; Elogio del agua -1987-; Elogio de la luz -1990-; Elogio del horizonte -1990-; Helsinki -1991-; Monumento a la tolerancia -1992-; Homenaje a Rodríguez Sahagún -1993-; Jaula de la libertad -1997-; Diálogo-tolerancia
-1997-, o Berlín -2002, póstuma-.
En
mi caso, hubiera deseado conocer Jaula de
la libertad antes de decidir la cubierta de Pajareras imaginarias.
Las artes, en sus
diversas formas de representación, nos rodean. Somos sus sujetos, la emoción
que sucede a la obra, nuestra palabra es interpretada a la vez por pincel, carbón,
acorde y cincel, color, vacío, silencio y melodía. Cada uno de nosotros es arte
de pie.
(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021
Ilustración: Peine del viento
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