234.
El futuro, como un querubín borracho,
zigzaguea y languidece. La rebeldía dejó de correr tras mis palabras.
Palabras
huérfanas de padre y descendencia.
(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021
///… toda comunicación de contenidos espirituales es lenguaje. La comunicación mediante la palabra constituye sólo un caso particular, el del lenguaje humano y del que está en la base de éste o fundado en él (como la poesía) (...) ... El problema originario de la lengua es su magia... Walter Benjamin -Sobre el lenguaje en general y sobre el lenguaje de los hombres///
234.
El futuro, como un querubín borracho,
zigzaguea y languidece. La rebeldía dejó de correr tras mis palabras.
Palabras
huérfanas de padre y descendencia.
(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021
233.
Estoy de
verso presente, dice la poeta Angélica Morales. Y me pregunto si el poema
es tatuaje o turbia emanación de la melancolía. No alcanza el cuerpo, y el
recuerdo más temido precipita piernas abajo sin taludes, ya sin tinta ni
sonido.
La pandemia es este desconocido abrazo de la
muerte; una conciencia diferente de cuanto no dijimos ni alcanzamos. Insisto en
la escritura, y el verso se puebla con suspiros, columnas de humo en la
distancia, animales de los enterramientos, voces difusas, espadas que blandió mi
pasado.
El
presente acaba resultando un diario deseo de futuros. Y los futuros, una diaria
incógnita del deseo. La realidad.
(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021
Ilustración: Haenuli Art (c)
232.
Sobre miserias del cuerpo trepa este amor de
esfinge, sin latitud ni latido. Continúo integrando la nómina de condenados a
muerte, aunque ahora el tiempo pesa y van descolgándose fantasmas entre
esperas. Todo dependerá de lo que
hagamos/ durar nuestro nombre, ha dicho desde Sevilla Miguel Veyrat; respeto
su magisterio y no cesa mi lectura.
La puerta de calle está cerrada; nadie llega
y nadie sale.
Amor
mío, mi compañía, mi apoyo permanente. Mi nombre está en tu boca, y en las
bocas de mis hijos. No me alcanzarán los brazos para que me pronuncien al
estrecharlos.
(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021
Ilustración: Gustave Moreau (c)
231.
La casa del poeta existe puertas adentro; de frontis
variable, su fachada sugiere solo necesidad de ingreso. La imagen verso a verso
atrae y es conjuro que cifra la palabra para alimento de dioses y campeones.
Ahora, el distanciamiento entroniza la
lectura, torna las puertas en batientes sin cerraduras, instala enjambres de
obreras en jardines interiores.
A la hora de escribir, siempre existió confinamiento. Quien diga lo contrario seguramente miente. La escritura conjunta, solo es creativa en el acto individual.
(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021
Ilustración: Complejidad (c)
230.
Continúo
inmóvil; la letra me adelanta, desviste al que hubiera sido, echa un sayo gris
sobre quien fui. Ella canta sin voz; marcha sin ruedas ni pies. La letra
multípara sangra con mi sangre, implora con mi voz, se oculta en mi sombra y
canta. Siempre canta.
Aunque
letra y voz siempre fueron las mismas, solo en 2011 las descubrí propias.
Entonces, volví a mi libertad de infancia, y dispuse de veinticuatro horas
diarias para escribir.
(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021
Ilustración: Campo de relámpagos (c)
229.
Caen celajes de la memoria; el recuerdo ha
muerto, o en realidad jamás nació ninguno de esta especie. Se han cerrado las
fronteras, y al mismo tiempo se alza el límite social. Transcurro antesalas del
anónimo, y al tomar distancia pierdo el nombre, deja de interesarme el nombre
ajeno.
La suma de experiencias gravita con peso
muerto. Miro sin ver; palpo sin reconocer; huelo sin que me atrape el abismo.
No hay paraíso perdido ni posible; el infierno dejó de arder. El frío polar
penetra mis sentidos; me he sentado a esperar que el dolor cese, ahora que la
vertical de humanidad cede.
Los deseos hilan palomas en altura. Ellas,
incontaminadas, arrullan todavía. Pero ninguna echará a volar porque el
aislamiento prosigue.
En
mi infancia, la libertad consistió en cincuenta metros de fondo, con flores,
viña, gallinas y huerta. Las palomas eran entonces simples vigías en lo alto de
cornisas. Jamás me atreví a molestarlas. La primera vez que contemplé a una
muerta, piedra y honda tuvieron el nombre de mi amigo Jorgito. Después su mamá
la cocinó, y la comimos; pero allí, no había vuelo que cupiese.
(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021
Ilyustración: Alamy Stock Photo (c)
228.
Artefacto
es hecho de la destreza; artificio, hecho
del arte. En el primero, prima la técnica, y en el segundo –el que prefiere
Borges–, la creatividad. Nicanor Parra define como artefactos, los dibujos a mano alzada en su cuaderno, que combina
con textos breves, quizás versos sueltos.
Considero que los caligramas
de Apollinaire son claros artificios,
como así también las imágenes tortuosas compuestas por escritura con pincel, de
León Ferrari. Estas últimas son mis preferidas. Ensayé estas experiencias, y mi
fracaso absoluto dio cuenta de las dificultades de la plástica, cuando en el
ensayo prima la expresión literaria.
Mis recuerdos de infancia, incluyen múltiples fracasos, al intentar reproducir las pinturas de Xul Solar que ilustraban tapas de la revista El Hogar. El naciente buen gusto por la plástica, no siempre podía responder con idéntico lenguaje. Para aproximarme a la verdad, lo mío serían palabras, y preferiblemente el verso.
(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021
Ilustración: León Ferrari (c)
227.
Encontrarse en sí, porque no existe el vacío.
Recurro a la memoria, mi continente, y al consuelo de actividades que me atraviesan
como sudestes de la renovación. Ahora, en soledad, cuando el ánimo gregario se
soslaya, la escritura conduce a cierres diferentes. Pero el oleaje no se
detiene; floto y flotamos en una línea de agua quieta, en interiores de la ola,
tras la piedra y su destino de arena.
Al
final de esta frase hay una constelación, dijo Rafael Felipe Oteriño en su Poética, porque por igual la realidad
nos aborda. Y el mundo está ahí,
aunque más lejos estos días.
Si
la comparación vale, desde aquella consulta decantaron en las vasijas vinarias
de la mirada, poemas de otros muchos libros que publiqué. Y por añadidura, debo
confesar que aún me tienta decantar viejos poemas al ejercer la propia
relectura.
(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021
Ilustración: Mar del Plata
226.
Mi cuerpo se alza sobre dos piernas aferradas
a la evolución. Ellas flaquean tras el paso largo, y bajo aceleración de
palpitaciones. Sobre tales columnas: el sexo dormido durante lapso prolongado,
y un vientre dos veces perforado, sensible al roce y del que todo contenido
intenta fugar hacia el exterior y las galaxias. Pese al vuelo verbal, este es
tiempo de alas breves incapaces de sostener el esqueleto más allá de un
instante de gloria. Mis manos duelen en cada articulación; confiesan la torpeza
del desuso, y solo sirven –como ahora mismo– a la hora de teclear. Le son negadas
caricias a mis extremidades superiores, como así a unos labios, secos y con
frecuencia ampollados. Y mi cabeza: ¡qué decir de ella!, siempre en hervor,
siempre acompasando al órgano cordial, incapacitada de corridas y entrega.
Cabeza abajo: ella vuelca por accidente y se derrama en angustia y llanto.
Confieso el crepúsculo. Aunque busco aún satisfacer deseos. Me detengo al descubrir la belleza en cada imagen. Mi existencia consiste en intermediar las artes.
(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021
Ilustración: Imogen Cunningham (c)
225.
Desde el inconsciente las palabras dictan, y después Imogen Cunningham
fotografía. Decía Pablo: … Noches con ejes claros, / partida, material,
únicamente voz, únicamente/ desnuda cada
día. / Sobre tus pechos de corriente inmóvil, / sobre tus piernas de dureza y
agua, / sobre la permanencia y el orgullo/ de tu pelo desnudo… Y mis
palabras brotaron verdes y grana, apilaron muros, diques, la corriente anarquista de mi adolescente. Y cincuenta y
ocho años más, como si fueran un simple parpadeo.
De Alianza (sonata), en Tercera Residencia son los versos
transcriptos. Insinúan la imagen desbordante de la amante secreta de Pablo
Neruda. Y mis primeras experiencias sexuales, como consecuencia. Increíblemente,
esos libros aún pueblan mi biblioteca; los que no presté se mantienen casi
nuevos. Son parte de mi cuerpo, indudablemente, pero contradicen a la carne
porque no envejecen.
(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021
Ilustración: Imogen Cunningham (c)
224.
No
hay mayor desnudez que la del inconsciente. Allí encontraré el primer idioma:
dolores de Adán, culpas de Caín, sospechas de Eva. Regreso a las primeras
lecturas: Descubrimientos espirituales
de Giovanni Papini, a mis catorce, y el Pablo Neruda de Tercera residencia, a mis quince. El deseo, la belleza, el arte,
montaban la potencia adolescente, y hubo brillo en placeres de toda desnudez.
Después Herman Hesse y particularmente Demián, a
despecho de las opiniones de don Julio.
Mis regresos al
pueblo natal en los veranos; las primeras pilas de libros, ingenuas todavía.
Las compras en librerías transparentaban lecturas de mi hermana mayor, y
recomendaciones formativas de mi madre.
(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021
Ilustración: Arnaldo Macedo (c)
223.
De consciencia a inconsciente, el cuerpo merma
y supera en voluntad al propietario. Sensaciones insospechadas: lo inédito ocupa
un ojo frío, el desierto vuelca arena en la pradera, un silencio de olvidos navega
ríos interiores y se prolonga en remansos de la mente. Porque hay otro lado
amenazante. Y es una condena a gritos el coro de la patria.
El cuerpo y la letra
vital de mi lenguaje, han montado diferentes ascensores. En vilo, la mirada
precipita su deshielo de las cumbres. En tanto, me invaden los constructores,
con su golpeteo de ladrillos y cemento.
(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021
Ilustración: Lexi Ames (c)
222.
La reunión de poiesis, fotografía y actuación, permitió a Anne Brigman contener en piel femenina permanencia y devenir. Sus desnudos son finas ironías triunfales, derroches y fracasos de la naturaleza, el pasmo de opuestos, arborescencias de una voz.
Tal como la ironía del desnudo, y el desnudo mismo, el trabajo con opuestos, básico en la literatura, consiste en aproximar o distanciar hogueras de la lectura. Me refiero a la pasión, que por letra seduce para proseguir con la lectura o sencillamente abandonarla. Es la experiencia que recojo en textos en los que adrede mi material poético alejó los opuestos para intentar seducir territorios de mayor profundidad. Imágenes para las que no estoy preparado, como por cierto Anne Brigman sí lo estuvo. ¿O acaso habrá minusvalía imaginativa en el común de los lectores, y se prefiera la imagen plástica?
(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021
Ilustración: Anne Brigman (c)
221.
Hasta el fin, podrán sobre mi nombre turbulencias y el cambio. Moriré –dice Borges– y conmigo la suma/ del intolerable universo.
Nada puede contenerse; la realidad fluye líquida entre las manos, para abrevar
sorpresas y terror.
(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021
Ilustración: Revista Esfinge (c)
220.
Por
qué se me niega el verso: la única
memoria, lo llama Borges. La mirada atrás jamás cancela, aunque es variable
hasta la incertidumbre. Nada es igual a lo que vimos, y cuanto veremos no tiene
ni precios ni vidrieras. La escritura es voto de confianza, pero es también un
acto de debilidad, y a su vez de
valentía. Todo cambia, y este yermo estraga imágenes que antes veneré.
Con herramientas en
crisis, armas cuyas empuñaduras cambiaron,
el interior muestra paisajes diferentes, rutas bloqueadas, derrumbes que
alteran la superficie navegable, torrentes por doquier, borrascas sin nombre.
(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021
Elsie Tenca Mariani (c)
219.
El
mismo aire salado al término del verano, ese que blanquea la madera y taja
carnes, aquel que siseaba en los pinos de la séptima batería, con mártires de
pie y agujas atravesando el miedo. Este digo, que ahora aúlla en la costanera a
cuatrocientos metros de mi ventana. Vuelve por su presa y deudas que acrecienta
el tiempo.
El viento: personaje
común a toda estación de mi existencia. Cuando fui pequeño, los ángeles
soplaban en lucarnas y banderolas de mis abuelos, y sonaban con un silbido
lúgubre, angustioso. Por las noches, en el dormitorio, acompañaron mis sueños
los bramidos del sudeste, y siseos del cañaveral que limitaba la casa. Cuando
llegó el tiempo de construir mi hogar del parque, quise contar con esos mismos
sonidos, y busqué las banderolas y lucarnas de otro tiempo. Siempre el viento,
aunque con otras rosas y vegetaciones diferentes.
(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021
Ilustración: Telew
218.
Esta
es la enumeración de heridas y armas causantes. Un tajo de cimitarra en el
vientre superior; mide unos veinte centímetros. Un disparo de mosquete en el
costado derecho –de aquí pendía una de las descargas de líquidos–. También
diferentes desgarraduras a ambos lados del vientre, que atribuyo a invasores
venusinos convivientes, que abundan en los quirófanos. Después, el cirujano me dijo
que allí se enterraron la luz y la cámara. Y en manos, muñecas y brazos:
disparos de cien dardos que arborizaron con azul la transparencia. Hay heridas ocultas
a la vista, como las de cuerdas vocales dañadas por el entubado.
Los
sentidos recuperan paulatinamente su temperatura. La mente está a salvo. El
poema retoma la senda de mi anhelo.
Hubo aviesas
traiciones de la herida principal y sus costuras. Emergentes incómodos, que
sobrenadaron los diluvios de interior. Los cuidados prosiguieron, después en mi
dormitorio, aunque sin lograr la
asistencia de mis médicos, cuando ya en vísperas de la emergencia sanitaria,
solo logré la colaboración de prácticos circunstanciales. Siempre presente, mi
amor de pareja compartió angustias inocultables.
(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021
Ilustración: Fogonazos (c)
217.
Ya
en el piso de terapia común, contemplo sobre mi frente una retícula roja: es el
indicador de luz de emergencia. Al proyectarse en los alvéolos del
policarbonato, dibuja un encadenado de mayor a menor intensidad. De a ratos,
creo fugar de la habitación, montando una estela roja. Entonces vuelvo a mi
escritorio, y aprovecho los primeros rayos de sol, que atraviesan la vidriera
martillada. Luz para contemplar mi cuerpo en libertad.
Pero son sensaciones
alcanzados en sueños, o en la semivigilia que alumbra el entusiasmo. En todo
tiempo ha sido irrefrenable el deseo de volver al escritorio y a mi tarea sin
tasa ni precio materiales.
(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021
Ilustración: Psicología del color (c)
216.
Finalmente comprendo: mis sentidos se acomodan a la écfrasis y la imagen
visual sobrenada las palabras. Por eso, creo siempre actuales mis libros
ajustados a dicha técnica: guíaLUCIANfreud
y La imitación de Marc Chagall.
La
écfrasis interpreta mi disposición emocional. Por eso, pienso escribir desde la
obra de Henri Matisse, con quien tengo bastante en común: él pasó por esta
misma operación. Claro que en otros tiempos de la medicina, ya operado no
soportaba estar de pie. Por eso debió abandonar el caballete y optó por la
habilidad de unas tijeras. La forma fue su continente, como en mí lo visual.
(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021
Ilustración: Henri Matisse (c)
215.
Ya en terapia intensiva, cada una de dos noches prendido a los dictados de una consola a mis espaldas, continúo escribiendo. Esta tarea de todos los días no me abandona, pero ahora es diferente. Primero encuentro una imagen, y después pretendo sumarle el texto. Claro que es imposible. Todo sucede en el sueño, operando un teléfono que no tengo, y lamentando no estar sentado en mi escritorio. ¿Cuánto se habrá perdido? ¿Arrancaré unos pocos versos a la esclavitud de esta sala de cuidados intensivos?
Las enfermeras y sus
voces mínimas. Tras el mostrador, la jefa de piso, y su energía de voz baja.
Quejas de otros enfermos. Una mujer que ha sido operada de tumores cerebrales,
no permite que los demás enfermos duerman, ya que pide a los gritos que la
desaten una, otra vez, y mil veces. Tratan de calmarla, pero no la desatan. Le
explican que está atada porque antes se ha arrancado sondas y cánulas. Necesito
dormir, como todos los demás.
(c) Carlos Enrique Cartolano "Scherzo", 2021
Ilustración: Los cuentos de Panapa (c)
214.
Cuando volví a encontrarme conmigo eran las 15 horas del 18 de febrero.
Largamente había luchado con las ligaduras de mis sentidos, batiéndolos uno a
uno, hasta liberarme. Por cierto: una de las experiencias más extrañas y aterradoras
que he vivido.
(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021
Ilustración: La Página (c)