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30 de octubre de 2011

Motivos del cangrejo



Abrazo


Gravitan arenas
Con cada mirada
Para-caídas:
Sobrevolante entierra
De aire destrocado
Y está. Sobre toda
Palabra cierne el puño
Y hereda-sentencia-escribe.

Sujeto el aire
La tierra estruja y besa
Y el mar: este abrazo de horizontes.

El idioma
Códice de intimidad
-Armado con abrazos
Sorpresa en los puntos
Tiempo perdido
En cada coma-
Sólo sirve entre dos
Algo o bastante más
Que estos
Dos
Interlocutores aficionados.





Cerrojos y tenazas


De servidumbres
Cárceles disoluciones
Como el cangrejo:
Abrazo itinerante marea
Tras marea amarrado
Llega con pinzas abiertas
Se jubila con pinzas cerradas.

Cangrejo cerrojo
Abrazo pinza y tenaza
Abrojo del alma: cangrejo.

Cuando besa hace
Clac-clac el cangrejo
Ocho brazos
Dos tenazas
Dependiente afectivo
Clava sus pinzas cuando abraza.

Pero es breve
Su intimidad sin lumbre
Ni palabra. Sin verso
Ni prosaica seducción.
Al bies como cámara
De filmación paralela
A la rompiente. Matón
Delincuente del abrazo
Constrictor.




Interior


Aunque en la arena
Ese otro abrazo que se alza
El que incluye. Puesto
Dentro. Atesorando
Cerrados los brazos siempre
Sin pinzas ni tenazas
Sin cerrojos
Sin abrojos
Tras cada dos ojos.

Es el alma aferrada
En abrazo
Con cada matriz
Puesta a germinar
Dispuesta a parir
A crear
Preparada. Saltando
Sobre el agua. Sobre la arena
Sobre la mirada
Sobre cada cangrejo exhausto
Exangüe exánime del alma
Que lleva abrazada.

Como el abrazo
Cernido desde la altura
Sobre la humildad
De ciertas miradas.



Preguntas de cangrejo



¿Basta la poesía?
¿O sigue en alguna prosa
Triste como planeador
De diario humedecido?

¿Alcanza cada orilla
Violenta las fronteras
Orada madera vidrio y acero
La palabra por asalto
Abalanzada?

¿O es una colonia
De baño o de peluquería
Que concluye dando náuseas?

El verso con miel
La palabra que acaricia
Esa como la mano
Acostumbrada
A la piel que ama
Y reconoce:

¿Admite herencias
Gana territorios
Crece y se prodiga
Triunfa gobernando
Acaso se defiende?

¿O muere desflecada
Machacada por acreedores
Ofendida con cielos opacos
Descolorida y rifada
Muda de opinión
Barata como escoria
De bruces en la tierra?

El cangrejo pregunta
¿Quién responde?

(c) Carlos Enrique Cartolano. De Brida, 2011

29 de octubre de 2011

El arte del alejandrino


 

por Julio Aumente

Paisaje con campanas


Son ya las seis y media y es domingo. Febrero
trae uno de sus días soleados y dulces
en los que ya se siente rozar la primavera.


Desde este mirador veo Córdoba: sus torres
y sus casas bañadas en el sol de la tarde,
con un silencio apenas roto por unos pájaros
o por llantos de niños en las casas cercanas.


A veces toda la ciudad vibra entera
y el aire es dulcemente rasgado
por la campana de un convento que toca a Vísperas.
Primero es el Císter, luego la Encarnación,
lejos se oyen apenas Santa Isabel y el Corpus.


Después viene el silencio a dominar de nuevo.
Por la campiña se vuelve el aire tenuemente violeta
y en la sierra los montes oscuramente azules,
¿acaso no es la tarde como una nueva aurora?
San Jerónimo cubre su perfil de naranjas.


Un rumor de caballos sube desde la calle.
Las campanas repiten su llamada insistente
y los pájaros huyen de las torres. El Ángelus
se extiende en toda Córdoba entre sol y silencio.


En la blanca azotea de un convento apartado
del mundo por ligeras celosías de madera,
una monja recoge las ropas ya secadas.


La última campana ha cesado. Imperceptiblemente
la tarde va dejando jirones de sí misma
en las cumbres más altas de Sierra Morena.


Lejos hacia Granada las luces van huyendo
y ni un rayo de sol queda ya en los tejados.


Los jardines ocultos van despertando al frío
y de un balcón oscuro surge un rumor de música.
La noche viene lenta casi como la muerte
que se espera, no llega y de pronto ha llegado.



Sarcófago de Córdoba

Allí se reclinó el cuerpo cansado
de aquel que buscó y no halló la absoluta belleza,
verde jardín que refresca el surtidor,
no más, no más sino dormir eternamente.


Filósofo abúlico o dacio mílite,
noble patricio o emperador divinizado,
en tan deslumbrador rectángulo de mármol
rosado mineral, tal si de Paros,
con luz lunar iluminada luce
vegetal o animado relieve caliente e inmortal
en cuya puerta, innominada, resquicio cierto incita
a traspasar el dudoso dintel ignoto.


Puerta indecisa que separa
sucio mundo presente de un más dichoso prometido;
Hades funesto así lo aceptas sin pavor alguno,
senda de luz y silencio abierta ante tus pies,
niebla acogedora te envuelve en tu mortal deceso,
esplendor evanescente que hace traslúcido el frío alabastro.


Sarcófago de Córdoba que en ti mismo devoras
cruel ciudad desdichada a la vulgaridad entregada con desidia.


Descansa ahora y luego resucites,
corta fusión perecedera,
para de ti volver, alta realeza,
polvo o aire, del agua, triunfal de nuevo en ti reconvertirme.



El poeta Julio Aumente (Córdoba, 1921-Madrid 2006) fue el más joven del grupo de poetas de Cántico. Formó parte del Grupo desde el primer momento junto a Bernier, García Baena, Ricardo Molina, Mario López, Ginés Liébana y Ginés del Moral. En la primera etapa de Cántico, Aumente publicó tres poemas y en la segunda, ocho, entre los que se encuentra un poema titulado "Paseo marítimo".

No terminan de convencerme los prólogos que Luis de Antonio de Villena dedica en Visor a los poetas de Cántico. El de García Baena está, además, repleto de erratas y da la impresión de que fue ejecutado con todas las prisas del mundo, como si ya estuviese cobijado tiempo ha en un cajón, expectante para el momento. Algo parecido le ocurre al prólogo que dedica a la Poesía Completa de Julio Aumente: su visión privilegiada termina en prepotencia erudita.

Claro, luego viene la poesía y toda muda, se trastoca. Después de los sonetos barroquizantes y gongorinos de El Aire que no vuelve (1955), puede leer uno El Silencio (1958). Aunque cambiante, la poesía de Julio Aumente empieza a contener desde este libro los temas que le preocuparán siempre. Me detengo en este libro porque habla de la soledad y la desolación, temas que lo acercan a Cernuda y a Machado. Articula su poesía alrededor de la dicotomía cernudiana de la realidad y el deseo, de los ambages y límites que impiden fecundar la plenitud del deseo. El deseo es el único que permite aspirar a la plenitud.

En la fotografía (circa 1948) de izquierda a derecha Julio Aumente, Pablo García Baena y Miguel del Moral 


22 de octubre de 2011

Un prólogo: ¨el¨ prólogo


La novela de aventuras:
un objeto artificial
que no sufre ninguna parte injustificada…



Stevenson, hacia 1882, anotó que los lectores británicos desdeñaban un poco las peripecias y opinaban que era muy hábil redactar una novela sin argumento, o de argumento infinitesimal, atrofiado. José Ortega y Gasset –La deshumanización del arte, 1925- trata de razonar el desdén anotado por Stevenson y estatuye en la página 96, que ¨es muy difícil que hoy quepa inventar una aventura capaz de interesar a nuestra sensibilidad superior¨, y en la 97, que esa invención ¨es prácticamente  imposible¨. En otras páginas, en casi todas las otras páginas, aboga por la novela ¨psicológica¨ y opina que el placer de las aventuras es inexistente o pueril. Tal es, sin duda, el común parecer de 1882, de 1925 y aún de 1940. Algunos escritores (entre los que me place contar a Adolfo Bioy Casares) creen razonable disentir. Resumiré, aquí, los motivos de ese disentimiento.



El primero (cuyo aire de paradoja ni quiero destacar ni atenuar) es el intrínseco rigor de la novela de peripecias. La novela característica, ¨psicológica¨, propende a ser informe. Los rusos y los discípulos de los rusos han demostrado hasta el hastío que nadie es imposible: suicidas por felicidad, asesinos por benevolencia, personas que se adoran hasta el punto de separarse para siempre, delatores por fervor o por humildad… Esa libertad acaba por equivaler al pleno desorden. Por otra parte, la novela ¨psicológica¨ quiere ser también novela ¨realista¨, prefiere que olvidemos su carácter de artificio verbal y hace de toda vana precisión (o de toda lánguida vaguedad) un nuevo toque verosímil. Hay páginas, hay capítulos de Marcel Proust que son inaceptables como invenciones: a los que, sin saberlo, nos resignamos como a lo insípido y ocioso de cada día.  La novela de aventuras, en cambio, no se propone como una transcripción de la realidad: es un objeto artificial que no sufre ninguna parte injustificada. El temor de incurrir en la mera variedad sucesiva del Asno de Oro, de los siete viajes de Simbad o del Quijote, le impone un riguroso argumento.

He alegado un motivo de orden intelectual; hay otros de carácter empírico. Todos tristemente murmuran que nuestro siglo no es capaz de tejer traumas interesantes; nadie se atreve a comprobar que si alguna primacía tiene este siglo sobre los anteriores, esa primacía es la de las tramas. Stevenson es más apasionado, más diverso, más lúcido, quizás más digno de nuestra absoluta amistad que Chesterton; pero los argumentos que gobierna son inferiores. De Quincey, en noches de minucioso terror, se hundió en el corazón de laberintos, pero no amonedó su impresión de unutterable and self-repeating infinities  en fábulas  comparables a las de Kafka. Anota con justicia Ortega y Gasset que la ¨psicología¨ de Balzac no nos satisface; lo mismo cabe anotar de sus argumentos. A Shakespeare, a Cervantes, les agrada la antinómica idea de una muchacha que, sin disminución de hermosura, logra pasar por hombre; ese móvil no funciona con nosotros. Me creo libre de toda superstición de modernidad, de cualquier ilusión de que ayer difiere íntimamente de hoy o diferirá de mañana; pero considero que ninguna otra época posee novelas de tan admirable argumento como The turn of the screw, como Der Prozess, como Le Voyageur sur la terre, como ésta que ha logrado, en Buenos Aires, Adolfo Bioy Casares.

Las ficciones de índole policial –otro argumento típico de este siglo que no puede inventar argumentos- refieren hechos misteriosos que luego justifica e ilustra un hecho razonable; Adolfo Bioy Casares, en estas páginas, resuelve con felicidad un problema acaso más difícil. Despliega una Odisea de prodigios que no parecen admitir otra clave que la alucinación o que el símbolo, y plenamente los descifra mediante un solo postulado fantástico pero no sobrenatural. El temor de incurrir en prematuras o parciales revelaciones me prohíbe el examen del argumento y de las muchas delicadas sabidurías de la ejecución. Básteme declarar que Bioy renueva literariamente un concepto que San Agustín y Orígenes refutaron, que Louis Auguste Blanqui razonó y que dijo con música memorable Dante Gabriel Rossetti:

         I  have been here before,
         But when or how I cannot tell:
         I know the grass beyond the door,
         The sighing sound, the lights around the shore...

En español, son infrecuentes y aún rarísimas las obras de imaginación razonada. Los clásicos ejercieron la alegoría, las exageraciones de la sátira y, alguna vez, la mera incoherencia verbal; de fechas recientes no recuerdo sino algún cuento de Las fuerzas extrañas y alguno de Santiago Dabove: olvidado con injusticia. La invención de Morel (cuyo título alude filialmente a otro inventor isleño, a Moreu) traslada a nuestras tierras y a nuestro idioma un género nuevo.

He discutido con su autor los pormenores de su trama, la he releído; no me parece una imprecisión o una hipérbole calificarla de perfecta.

Jorge Luis Borges

Prólogo a La Invención de Morel de Adolfo Bioy Casares. Editora Nacional
-Biblioteca de Clásicos de la Literatura-. Madrid, 2001



20 de octubre de 2011

Poesía llama viva



Poesía llama
Viva: pabilo ardiente
Por el que respira el alma.

Voz del amanecer
Llama viva
Hilos de oro y plata
Sus palabras:
Encolumnadas
Lumbres
Bordadas.

Ella la poesía
Llama
Ata y desprende
Prende y desata
Imagen y reflejo
Cielo del cristalino.

Una línea mínima
-Sobre el horizonte
Sus fogatas
Múltiples-
O tan sólo una letra:
Suficiente
Luz despojada arroja luz
Resucita el alma.

La palabra
Cuelga de palabras.
Atado
Colectivo de miradas
Arteria divina:
La poesía destierro
Del cielo
Deshielo sobre la tierra.

(c) Carlos Enrique Cartolano. De Brida, 2011

6 de octubre de 2011

El que busca, encuentra: Dos poemas




por Tomas Tranströmer (Estocolmo, 1931)
Premio Nobel de Literatura 2011

La plaza salvaje

Cansado de todos los que llegan con palabras, palabras, pero no lenguaje.
Parto hacia la isla cubierta de nieve
Lo salvaje no tiene palabras.
¡Las páginas no escritas se ensanchan en todas direcciones!
Me encuentro con huellas de pezuñas de corzo en la nieve.
Lenguaje, pero no palabras.


de El cielo a medio hacer. Traducción de Roberto Mascaró.


El reino de la inseguridad

La jefa de oficina se inclina y traza una cruz
y oscilan sus pendientes como espadas de
Damocles.

Así como la frágil mariposa se hace invisible en
el suelo
confluye el demonio con el diario abierto.


Un casco que nadie lleva ha tomado el poder.
La tortuga madre huye volando bajo el agua.


De Góndola fúnebre. Traducción de Roberto Mascaró


Siete poemas



por Ali Ahmad Saaid Esber (Adonis)

Espejo de un sueño

El héroe en vela como ola
duerme.
Nuestra tierra es una niña que duerme
sin cabeza y sin almohada
y el rojo pensamiento depredador
es un cadáver dormido.
¡Oh, ceniza de los miembros!
¡Oh, vías de los humores
de mi cuerpo, del cuerpo del arabismo!
¿Desde cuándo y cómo despertaré a los durmientes?



Espejo de una pregunta

Pregunté y me dijeron:
la rama cubierta de fuego es un pájaro,
y me dijeron que mi rostro era una ola
y el rostro del mundo espejos,
suspiros de marinero y faro.
Y vine.
Tinta era el mundo en mi camino
y cada estremecimiento una frase.
No sabía que entre nosotros
había un puente de hermandad,
de pasos de fuego y profecía.
No sabía que mi rostro
era un barco navegando en una chispa.



Espejo del Siglo Veinte

Ataúd vestido con el rostro de un niño,
libro escrito en las entrañas de un cuervo,
fiera que avanza llevando una flor,
roca que respira con los pulmones de un loco:
eso es,
eso es el siglo veinte.



Espejo de las nubes

Alas,
pero de cera,
y la lluvia que cae
no es lluvia
sino navíos para las lágrimas.



La ola

Eterna,
una pena en torno a la cual
florecen las ramas.
Eterna,
un viaje cuyos ojos
hunde el río en sus aguas.
Una ola me enseñó
que la luz de las estrellas,
el rostro de las nubes
y el gemido del polvo
son una sola flor...



Extravío

Una vez me perdí en tus brazos
y eran mis labios una fortaleza
que anhelaba una conquista insólita.
Se enamoraron del asedio
y avanzaron.
Tu talle era un sultán,
tus manos la fatiha* del ejército,
tus ojos una guarida y un amigo.
Nos unimos, nos perdimos juntos,
penetramos en el bosque de fuego.
Trazo el primer paso hacia ti
y abres el camino...




El color del agua 

Tu color es el color del agua,
oh cuerpo del lenguaje
allí donde el agua es
levadura, rayo o fuego.

El agua se convierte en rayo, se convierte
en levadura y en fuego,
en nenúfar
que pide mi almohada
para dormir...
O río del lenguaje,
viaja conmigo dos días, dos semanas por la levadura de los secretos,
recogeremos mares, descubriremos madreperlas,
lloveremos rubíes y ébano,
aprenderemos que la magia
es un hada negra
que no se enamora más que del mar.
Viaja conmigo, aparece aquí... desaparece allí...
y pregunta conmigo, oh río del lenguaje,
por la concha que muere para convertirse
en nube roja
de lluvia,
en isla
que camina o vuela,
pregunta conmigo, oh río del lenguaje,
por una estrella cautiva
en las redes del agua
que lleva entre sus pechos
mis últimos días.
Pregunta conmigo, oh río del lenguaje,
por una piedra de la que brota el agua,
por una ola de la que nace la roca,
por el animal del almizcle, por una paloma de luz.
Desciende conmigo por el tragaluz de las tinieblas
al lugar
donde habita el tiempo roto
para que el lenguaje sea
un poema que se viste con el rostro del mar.





Fuente: Poesía árabe
Versión: María Luisa Prieto


A propósito de este post: No encontramos buenas traducciones de Tomas Tranströner -flamante Nobel de literatura-, por lo que homenajeamos a Adonis -¡realmente poeta sin par!-, que muy cerca estuvo de obtener el premio. Volveremos con Tranströner, en cuanto resulte digno hacerlo.

4 de octubre de 2011

Nuestro Jonás


NUESTRO JONÁS




Compartimos del profeta
-no importan las edades–
La senil sordera y juicio
De vida a vida o muerte.

Paralelos son los tiempos
De gemelas prostitutas.
Entre torres demolidas
Cartelean droga y armas.

¿Quién distingue bien de mal?
Si apuntan al paraíso
Y amenazan compartir
Mujer/ plato y herencia.

De ciegas fugas expulsados
Retornamos al redil
Los talentos misioneros
Y quienes vestimos sayal.



I. PARTO
…Pensé: Me has arrojado
de tu presencia;
¡quién pudiera otra vez
ver tu santo templo!...
Jonás 2, 5

Tarsis: oro soñado. Eso baste
Para urgencias del primer navío.
Porque eminente es la palabra
Ni tierra ni mar obligan. Ellos
Son fosas para tiempo y reyes.

Gritando a sus dioses despertaron
Al sordo/ desobediente o infiel
Jonás el encrespador de océanos
El corredor en sentido contrario:
Quien rehúye obligaciones.

En el umbroso vientre de la culpa
Contenido: él mismo se hundió
Permitió que el pez cenase
Y abandonó Tarsis. Los sueños
Esfumaron y la túnica secó.

Tras contracciones el vómito
Fue alumbramiento. ¡Destapen
Los oídos/ abran los ojos a Jonás!
Y el náufrago sembró de hogueras
La playa coronando el compromiso.

Las escrituras no dicen
Qué encontró en los vientres
Del barco y del gran pez. Ni cómo
Sobrevivió tres días. Ni cuánto
Demoró entre la playa y Nínive.

Tampoco cuentan los autores
Bíblicos que un perro lo esperaba
Y lo llevó ante la alternadora
Cubriendo el camino que es ritual
De lucha/ prueba y privaciones.


II. Nínive

…A ver si Dios se arrepiente,
calma el incendio de su ira
y no perecemos…
Jonás 3, 9


Primera visión:
Un palomo puesto a morir
De espaldas pecho en tierra
Marca frontera al aleteo
Y funda rito de podas.

Contempla Jonás
Desde lo alto:
No llega a ver
Ciento veinte mil penitentes
Sentados sobre ceniza
Ni numerosos rebaños
Suficientes para tiro de mil carros
O alimento de dos ejércitos.
Todos vistiendo su sayal
Y en ayunas.

Multiplicación
De número y palabras
Reflejos de testimonio y justicia:
Sus clones despiertos
Serpentean las callejas
De Nínive. El agua
Golpea las paredes
Y fluye bajo sus puertas.

El cuello del palomo en estertor:
Se mantiene interrogante
Y vacila: aunque te multipliques
-dice- como langostas o saltamontes
Aunque fugues nuevamente
Terminarás cayendo.

Contempla Jonás
Desde sombras del ricino:
Habrá mañana
-Misericorde sueño-.
El palomo hunde en polvo
Su pico. Esta muerte
Cobra parte del imperio:
Es Nínive que comienza
A morir desde las alas.


III. Polvo de sus pasos

…Nínive es un estanque
cuyas aguas se escapan…
Nahún 2, 9
Del gusano que secó el ricino
Al juicio y condena. Del alarido
De Jonás hasta el fin de iniquidad
(cuando ardió –digo- con Nínive
El odio milenario: azote de los antiguos)
Escasearon relatos del biblista.

O culminó la profecía o poco
Afectaron al imperio admoniciones
De un hombre de fe devuelto a fidelidad.
Porque cuando Jonás salió de Asiria
La feria volvió al máximo esplendor.
Hasta que Él interpuso la fuerza del enemigo.

El que durmió a los pastores y tumbó
A los capitanes de Nínive. El que dispersó
En los montes sus tropas y la hirió
De muerte. El que celebró con esclavos
Y sirvientes al caer la última gota
De acíbar del imperio. El que barrió
Polvo de murallas y hierba de los prados.

¿No fue partícipe Jonás de la justicia
De Dios? ¿No vivía ya en vecindades?
¿No asistió a la consunción de los cerrojos?
No. Esperaba confiado en el sheol el paso
De otras veinte generaciones. Después
-quizás- alcanzó la gloria.



(c) Carlos Enrique Cartolano. De Brida, 2011. 

Ilustración: Acrílico de Jerónimo Bórmida 

2 de octubre de 2011

Escrito a mano


por Guillermo Jaim Etcheverry*

¿Cuánto hace que no experimentamos el placer de recibir una carta manuscrita en letra cursiva? La caligrafía es una habilidad humana en rápida extinción, porque ya casi no se enseña en las escuelas.

Cuando se emplea una lapicera, en general se lo hace para escribir con letra de imprenta. Stefano Bartezzaghi y María Novella de Luca, periodistas italianos interesados en el tema, se preguntan si la preocupación por el ocaso de la escritura cursiva responde a la nostalgia o constituye una emergencia cultural. Muchos expertos se inclinan por la última alternativa.
 
En Inglaterra se vuelve a usar la estilográfica para que los estudiantes aprendan la grafía. En Francia también se considera que no se debe prescindir de esa habilidad, pero allí el problema reside en que ya no la dominan ni los maestros.
 
Aunque el mundo adulto no está aún preparado para recibir las nuevas inteligencias de los niños producto de la tecnología, la pérdida de la habilidad de la escritura cursiva explica trastornos del aprendizaje que advierten los maestros e inciden en el desempeño escolar.
 
En la escritura cursiva, el hecho de que las letras estén unidas una a la otra por trazos permite que el pensamiento fluya con armonía de la mente a la hoja de papel. Al ligar las letras con la línea, quien escribe vincula los pensamientos traduciéndolos en palabras.
 
Por su parte, el escribir en letra de imprenta, alternativa que se ha ido imponiendo, implica escindir lo que se piensa en letras, desguazarlo, anular el tiempo de la frase, interrumpir su ritmo y su respiración.
 
Si bien ya resulta claro que las computadoras son un apéndice de nuestro ser, hay que advertir que favorecen un pensamiento binario, mientras que la escritura a mano es rica, diversa, individual, y nos diferencia a unos de otros.
Habría que educar a los niños desde la infancia en comprender que la escritura responde a su voz interior y representa un ejercicio irrenunciable.
 
Es ilógico suponer que la tendencia actual se revertirá, pero al menos los sistemas de escritura deberían convivir, precisamente por esa calidad que tiene la grafía de ser un lenguaje del alma que hace únicas a las personas. Su abandono convierte al mensaje en frío, casi descarnado, en oposición a la escritura cursiva, que es vehículo y fuente de emociones al revelar la personalidad, el estado de ánimo.
 
Posiblemente sea esto lo que los jóvenes temen, y optan por esconderse en la homogeneización que posibilita el recurrir a la letra de imprenta. Porque, como lo destaca Umberto Eco, que interviene activamente en este debate, la escritura cursiva exige componer la frase mentalmente antes de escribirla, requisito que la computadora no sugiere.
 
En todo caso, la resistencia que ofrecen la pluma y el papel impone una lentitud reflexiva. Muchos escritores, habituados a escribir en un teclado, desearían a veces volver a realizar incisiones en una tableta de arcilla, como los sumerios, para poder pensar con calma. Eco propone que, así como en la era del avión se siguen tripulando barcos a vela, sería auspicioso que los niños aprendieran caligrafía, para educarse en lo bello y para facilitar su desarrollo psicomotor.
 
Como en tantos otros aspectos de la sociedad actual, surge aquí la centralidad del tiempo. Un artículo reciente en la revista Time, titulado Duelo por la muerte de la escritura a mano, señala que es ése un arte perdido, ya que, aunque los chicos lo aprenden con placer porque lo consideran un rito de pasaje, "nuestro objetivo es expresar el pensamiento lo más rápidamente posible. Hemos abandonado la belleza por la velocidad, la artesanía por la eficiencia. Y, sí -admite su autora, Claire Suddath-, tal vez seamos algo más perezosos.  La escritura cursiva parece condenada a seguir el camino del latín: dentro de un tiempo, no la podremos leer¨. Abriendo una tímida ventana a la individualidad, aún firmamos a mano. Por poco tiempo.
 
* Guillermo Jaim Etcheverry (Buenos Aires, 31 de diciembre de 1942) es un médico, científico y académico argentino que fue rector de la Universidad de Buenos Aires (UBA) entre 2002 y 2006. En la actualidad es presidente de la Fundación Carolina de Argentina, estrechamente relacionada con la Fundación Carolina de España cuyo Patronato preside el Rey Juan Carlos I. En 2009 fue designado Doctor Honoris Causa por la Universidad de Morón, provincia de Buenos Aires, Argentina. En 2010 recibió la Medalla del Bicentenario otorgada por el Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Ilustración: Fragmento de Ordenanzas de Sandoval de la Reina (1516)