84.
Se tiene un maestro en la existencia
literaria; solo uno, creo ahora. Mientras se avanza en años y textos, hay tres
o cuatro escritores que se acercan, personalmente o por reiterada lectura, complementando
lo aprendido del primer y único maestro. Pero en todo caso, siempre confirman
su legado.
Recuerdo ahora una comunicación telefónica de 1997, cuando yo daba a
conocer los poemas de La resurrección de
Neruda. Estoy gravemente enfermo
me dijo entonces. Vivió siete años más, aunque no volví a verlo. Soy deudor de
lo mucho que recibí de él; culpable por no haberlo frecuentado más asiduamente,
entre los años 82 y 97, pero he sido fiel a sus enseñanzas y recomendaciones. Y
es esto último, finalmente, lo que en poesía importa. Cada poeta ha de ser enlace
en la evolución del género, testimoniando legados, época y compromiso social.
Reflexiono
en torno a las palabras enlace y evolución. Cuando escribo este texto, Rafael
Felipe Oteriño acaba de decirme que aunque yo proceda de Joaquín O. Giannuzzi, he
dejado de transparentarlo.
Entre dos maestros
compuse este texto; ahora advierto por qué cito a Rafael, cuando recuerdo a
Joaquín. Es que fue Giannuzzi quien me presentó a Rafael, allí por los ochenta.
Las casualidades no existen.
Ilustración: Joaquín Giannuzzi
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