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24 de abril de 2022

Horizonte 1: La brújula ...

 


-Horizonte I-

La brújula de Bartolomeu Dias

1488

  Desde que conozco el mar –y eso fue a mi corta edad, porque nací junto a él–, me interesó mirar el horizonte durante lapsos bastante largos, imaginando el otro lado, pensando cuál y cómo sería la orilla opuesta.

  Al alcanzar edad suficiente continué con mis observaciones, aunque con el cuerpo sumergido, mi labio superior a ras del agua, desafiando al oleaje, y experimentando la competencia que libraban gravedad y flotación a costa de mi cuerpo. Como si yo fuera la aguja indecisa de un brújula declinando de norte en la superficie, hasta sur en la arena del fondo.

  Comencé a imaginar aquella costa al frente con algún fundamento cuando me interné en los atlas, y tracé líneas imaginarias desde las playas argentinas hasta las presuntas orillas opuestas. Así descubrí el Mar Índico, tal como antes lo hizo Bartolomeu Dias –o Bartolomé Díaz, en caso de castellanizarlo–, y supe que el trazo pasaba rozando el sur de África, más precisamente por el Cabo de las Agujas –o Cabo das Agulhas, como lo bautizara el navegante portugués del título–. Y desde allí el mar se llamaba con otro nombre, aunque era el mismo mar salado, como siempre sucede en el planeta tierra, donde lo que no es tierra es agua de uno u otro sabor.

  Por supuesto, que el portugués llevaba su brújula, y en eso volvíamos a coincidir, pero aquella era un artefacto aunque antiguo, con aguja hecha y derecha a su fin, no como mi cuerpo oscilante que nunca tuvo demasiado de aguja. Y en la brújula de Bartolmeu Dias, la aguja marcó el norte justito al llegar al extremo sur de África, sin declinación ninguna. Como si la hubieran pegado allí, y la punta extrema en cuestión fuera verdaderamente su lugar en el mundo.

 

La expedición de Bartolomé Díaz es considerada uno de los logros de mayor importancia en la navegación portuguesa del siglo XV. Esta consideración es debida a que Díaz abrió una nueva ruta desde Europa hasta Asia, cruzando los océanos Atlántico e Índico. Fue vital para la economía  de su tiempo el descubrimiento de la ruta hacia India. Díaz era un acompañante de la Corte Real de Portugal, y también actuaba como superintendente de los almacenes de la familia real, y maestro navegante de un barco de guerra llamado San Cristóbal. En 1486 el Rey Alfonso V, encomendó a Díaz la misión de encontrar una conexión con el Océano Índico, luego de las expediciones fallidas del navegante portugués Diego Cao. En 1488, el explorador alcanzó el Cabo de Buena Esperanza, entonces llamado Cabo de las Tormentas, y continuando 150 km hacia el sur halló el paso tan deseado, al trasponer un segundo cabo. Este nuevo accidente geográfico, fue bautizado por Bartolomeu como Cabo das Agulhas, porque allí la declinación magnética era nula. Es decir, coincidían –y coinciden hasta hoy– el norte geográfico y el norte magnético. Justamente, este es el punto  donde las agujas quedan clavadas, inmóviles.

 

En fecha no precisada de 1488, conforme Britannica.com


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