-Horizonte
I-
La
brújula de Bartolomeu Dias
1488
Desde
que conozco el mar –y eso fue a mi corta edad, porque nací junto a él–, me
interesó mirar el horizonte durante lapsos bastante largos, imaginando el otro
lado, pensando cuál y cómo sería la orilla opuesta.
Al alcanzar
edad suficiente continué con mis observaciones, aunque con el cuerpo sumergido,
mi labio superior a ras del agua, desafiando al oleaje, y experimentando la
competencia que libraban gravedad y flotación a costa de mi cuerpo. Como si yo
fuera la aguja indecisa de un brújula declinando de norte en la superficie,
hasta sur en la arena del fondo.
Comencé
a imaginar aquella costa al frente con algún fundamento cuando me interné en
los atlas, y tracé líneas imaginarias desde las playas argentinas hasta las
presuntas orillas opuestas. Así descubrí el Mar Índico, tal como antes lo hizo
Bartolomeu Dias –o Bartolomé Díaz, en caso de castellanizarlo–, y supe que el
trazo pasaba rozando el sur de África, más precisamente por el Cabo de las
Agujas –o Cabo das Agulhas, como lo
bautizara el navegante portugués del título–. Y desde allí el mar se llamaba
con otro nombre, aunque era el mismo mar salado, como siempre sucede en el
planeta tierra, donde lo que no es tierra es agua de uno u otro sabor.
Por
supuesto, que el portugués llevaba su brújula, y en eso volvíamos a coincidir,
pero aquella era un artefacto aunque antiguo, con aguja hecha y derecha a su
fin, no como mi cuerpo oscilante que nunca tuvo demasiado de aguja. Y en la
brújula de Bartolmeu Dias, la aguja marcó el norte justito al llegar al extremo
sur de África, sin declinación ninguna. Como si la hubieran pegado allí, y la
punta extrema en cuestión fuera verdaderamente su lugar en el mundo.
La expedición de
Bartolomé Díaz es considerada uno de los logros de mayor importancia en la
navegación portuguesa del siglo XV. Esta consideración es debida a que Díaz
abrió una nueva ruta desde Europa hasta Asia, cruzando los océanos Atlántico e
Índico. Fue vital para la economía de su
tiempo el descubrimiento de la ruta hacia India. Díaz era un acompañante de la
Corte Real de Portugal, y también actuaba como superintendente de los almacenes
de la familia real, y maestro navegante de un barco de guerra llamado San Cristóbal. En 1486 el Rey Alfonso V,
encomendó a Díaz la misión de encontrar una conexión con el Océano Índico,
luego de las expediciones fallidas del navegante portugués Diego Cao. En 1488,
el explorador alcanzó el Cabo de Buena Esperanza, entonces llamado Cabo de las Tormentas, y continuando 150
km hacia el sur halló el paso tan deseado, al trasponer un segundo cabo. Este
nuevo accidente geográfico, fue bautizado por Bartolomeu como Cabo das Agulhas, porque allí la
declinación magnética era nula. Es decir, coincidían –y coinciden hasta hoy– el
norte geográfico y el norte magnético. Justamente, este es el punto donde las agujas quedan clavadas, inmóviles.
En fecha no
precisada de 1488, conforme Britannica.com
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