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31 de marzo de 2011

Tres textos de Borges


A LEOPOLDO LUGONES

Los rumores de la plaza quedan atrás y entro en la Biblioteca. De una manera casi física siento la gravitación de los libros, el ámbito sereno de un orden, el tiempo disecado y conservado má- gicamente. A izquierda y a la derecha, absortos en su lúcido sueño, se perfilan los rostros momentáneos de los lectores, a la luz de las lámparas estudiosas, como en la hipálage de Milton. Recuerdo haber recordado ya esa figura, en este lugar, y después aquel otro epíteto que también define por el contorno, el árido camello del Lunario, y después aquel hexámetro de la Eneida, que maneja y supera el mismo artificio:
Ibant obscuri sola sub norte per umbras.
Estas reflexiones me dejan en la puerta de su despacho. Entro; cambiamos unas cuantas convencionales y cordiales palabras y le doy este libro. Si no me engaño, usted no me malquería, Lugones, y le hubiera gustado que le gustara algún trabajo mío. Ello no ocurrió nunca, pero esta vez usted vuelve las páginas y lee con aprobación algún verso, acaso porque en él ha reconocido su propia voz, acaso porque la práctica deficiente le importa menos que la sana teoría.
En este punto se deshace mi sueño, como el agua en el agua. La vasta biblioteca que me rodea está en la calle México, no era la calle Rodriguez Peña, y usted, Lugones, se mató a principios del treinta y ocho. Mi vanidad y mi nostalgia han armado una escena imposible. Así será (me digo) pero mañana yo también habré muerto y se confundirán nuestros tiempos y la cronología se perderá en un orbe de símbolos y de algún modo será justo afirmar que yo le he traído este libro y que usted lo ha aceptado.

Buenos Aires, 9 de agosto de 1960.

de ¨El Hacedor¨



DELIA ELENA SAN MARCO

Nos despedimos en una de las esquinas del Once.
Desde la otra vereda volví a mirar; usted se había dado vuelta y me dijo adiós con la mano.
Un río de vehículos y de gente corría entre nosotros; eran las cinco de una tarde cualquiera; cómo iba yo a saber que aquel río era el triste Aqueronte, el insuperable.
Ya no nos vimos y un año después usted había muerto.
Y ahora yo busco esa memoria y la miro y pienso que era falsa y que detrás de la despedida trivial estaba la infinita separación.
Anoche no salí después de comer y releí, para comprender estas cosas, la última enseñanza que Platón pone en boca de su maestro. Leí que el alma puede huir cuando muere la carne.
Y ahora no sé si la verdad está en la aciaga interpretación ulterior o en la despedida inocente.
Porque si no mueren las almas, está muy bien que en sus despedidas no haya énfasis.
Decirse adiós es negar la separación, es decir: Hoy jugamos a separarnos pero nos veremos mañana. Los hombres inventaron el adiós porque se saben de algún modo inmortales, aunque se juzguen contingentes y efímeros.
Delia: alguna vez anudaremos ¿junto a qué río? este diálogo incierto y nos preguntaremos si alguna vez, en una ciudad que se perdía en una llanura, fuimos Borges y Delia.

de ¨El Hacedor¨



ELVIRA DE ALVEAR

Todas las cosas tuvo y lentamente
Todas la abandonaron. La hemos visto
Armada de belleza. La mañana
Y el claro mediodía le mostraron,
Desde su cumbre, los hermosos reinos
De la tierra. La tarde fue borrándolos.
El favor de los astros (la infinita
Y ubicua red de causas) le había dado
La fortuna, que anula las distancias
Como el tapiz del árabe, y confunde
Deseo y posesión y el don del verso,
Que transforma las penas verdaderas
En una música, un rumor y un símbolo
Y el fervor, y en la sangre la batalla
De Ituzaingó y el peso de laureles,
Y el goce de perderse en el errante
Río del tiempo (río y laberinto)
Y en los lentos colores de las tardes.
Todas las cosas la dejaron, menos
Una. La generosa cortesía
La acompañó hasta el fin de su jornada,
Más allá del delirio y del eclipse,
De un modo casi angélico. De Elvira
Lo primero que vi, hace tantos años,
Fue la sonrisa y es también lo último.

de ¨El Hacedor¨



26 de marzo de 2011

Poemas inolvidables



Ya está a la venta –en la red mundial AMAZON- la antología de poesía hispanoamericana POEMAS INOLVIDABLES, que me incluye. Agradezco el interés que esta edición ha despertado y me apresuro en aclarar que en este caso se trata de ¨papel¨, no de e-book.

Amazon Japon:
http://www.amazon.co.jp/Poemas-Inolvidables-Latin-Heritage-Foundation/dp/0983245045/ref=sr_1_1?ie=UTF8&s=english-books&qid=1301146395&sr=8-1

Amazon Francia:
http://www.amazon.fr/Poemas-Inolvidables-Latin-Heritage-Foundation/dp/0983245045/ref=sr_1_3?ie=UTF8&s=english-books&qid=1301146202&sr=8-3

Amazon Germany:
http://www.amazon.de/Poemas-Inolvidables-Latin-Heritage-Foundation/dp/0983245045/ref=sr_1_2?ie=UTF8&s=books&qid=1301145919&sr=1-2-catcorr

Amazon USA:
http://www.amazon.com/Poemas-Inolvidables-Heritage-Foundation-Spanish/dp/0983245045/ref=sr_1_2?s=books&ie=UTF8&qid=1301145275&sr=1-2

Amazon Canada:
http://www.amazon.ca/Poemas-Inolvidables-Latin-Heritage-Foundation/dp/0983245045/ref=sr_1_2?ie=UTF8&qid=1301145624&sr=1-2

Amazon England:
http://www.amazon.co.uk/Poemas-Inolvidables-Latin-Heritage-Foundation/dp/0983245045/ref=sr_1_3?s=books&ie=UTF8&qid=1301145782&sr=1-3

El libro tiene 380 páginas y pesa 1.7 libras. Sus dimensiones son 6.69 x 9.61 pulgadas (ancho por largo). De serme posible, proporcionaré una estimación de los gastos de envío, ya que en Amazon –por el momento- sólo se consigna el precio de tapa. En pocos días más estarán dos de estos links disponibles en mis blogs: el de Estados Unidos para compras latinoamericanas, y el de Francia para compras europeas.

3 de marzo de 2011

Tres relatos brevísimos




El cepillo

Él sonríe cuando el cepillo de ella, que antes recorrió el saco, se empeña en restarle pelusas al pantalón. Sus ojos de él atraviesan paredes; parado en su día, repasa la víspera y proyecta. Ella  la arrodillada, muda, lívida, entre fronteras, sirve. No ve.

Pavana


Ha seleccionado la partitura y se sienta en el sillón, el atril por delante, empuñando la flauta oscura y brillante, con destellos de plata. Brota Ravel no sólo del instrumento, sino de todo plano que se le resista, inundando la atmósfera. Al fondo del estar, junto a una pila de libros cuyo orden alguien suspendió, comienza a crecer el ataúd de la infanta sobre dos bases con destellos de plata, negro el sudario, la madera brillante.

Insomnio

En el ladrido-llanto del perro lejano escucho la gruesa enumeración de faltas de las que (sin duda) será posible acusarme. Una vez más, trato de dormir.




(c) Carlos Enrique Cartolano. De Hormiguitas operarias, 2010-2011