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28 de abril de 2022

Pigo gancho...


 

95.

  Pido gancho, el que me toque es un chancho. Cuando jugábamos a la mancha cuidábamos la rima, pero sobre todo marcábamos las vocales en chancho, con particular contundencia. Que la expresión se recordase sin esfuerzo, se volviera pegadiza, y que el insulto tatuara al oponente.

  En las últimas marchas en apoyo a un presidente que perdió las elecciones, mujeres y hombres de clase media en mi país, volvieron a utilizar el apelativo, marcando otra vez las vocales, bien abiertas, con inusitada contundencia. Decían:  no les den de comer a los chanchos. Otra vez los oponentes, la agresión social, la discriminación, el pretendido regreso a un país de elegidos y a salvo de los morochos. Nunca más inclusivo, querían decir.  Otro nunca más, ahora bien diferente: un paraíso para mal llamados gorilas (*).


  Desde que en 1946 un diputado crease una metáfora desafortunada, tildando a los nuevos congresales de aluvión zoológico, muchos animales han participado en acontecimientos nacionales.  Además de gorilas y chanchos, se recuerda a quienes como moscas u hormiguitas caían de los aviones en vuelos de la muerte, como así supo haber peludos, palomas o aguiluchos en la política, y también comadrejas que exterminar, en la mal llamada conquista de un desierto que no era tal.

(*) gorilas, llamaron los estadounidenses, en la Guerra de Corea, a los nacionales que defendían su país de la invasión yanqui. Eso porque los esperaban en la espesura de las copas de los árboles, atacándolos desde lo alto. Todo lo contrario de lo que gorila significa hoy en mi país: un antiperonista, o si lo prefieren: un vendepatria. 


(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Discriminado... 

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