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25 de marzo de 2022

Como lo hiciera...

 


66.

  Como lo hiciera Henri Matisse, con el divorcio dejé atrás cuarenta y dos años de convivencia. En ambos, la enfermedad atacó los intestinos. Mientras en el caso de Matisse, los resultados de la operación solo medianamente positivos por lo escaso de los medios, yo –que dispongo de los avances de la ciencia más de setenta años después–, sufro la incertidumbre de una cirugía varias veces postergada.

  Como Henri Matisse amo a los pájaros por su facultad de vuelo –no son palomas en mi caso, sino diminutos estorninos que conmigo madrugan y  regresan cada día–; y también con Matisse disfrutamos con la generosidad animal, del afecto en lecho y mesa de trabajo –aunque para él fueran gatos, y para mí perros–.

  Obedecí los consejos de Henri Matisse en cuanto a las artes compartidas; recorté los pinceles, mientras él restaba filos a su lengua. Claro que aún no sé qué sucederá a mi escritura al cabo de la senda; Matisse empuñó tijeras. Creo que en mi caso, las compañías serán ondas y micrófono.

  Henri Matisse puso cuerpo y hálito en manos del arte; pagó con colores diáfanos y un mosaico de formas irrepetibles. Yo intenté un poema en más de cinco mil quiebres del silencio, y no alcanzo aún la capacidad del propio juicio.

 

  Pretendo la escucha, practico del susurro al alarido; si toda condición es de la forma y su color, también será de sonido y reverberación. Aún tiembla la gramilla en torno a asfódelo, esa flor algo verde, / igual que un botón de oro/ sobre su tallo bifurcado/ -si no fuera porque es verde y leñoso- …, advirtió William Carlos Williams, médico habitante del vientre de la guerra. Y como él viví una vida colmada de flores, dispuesto al aroma de las infernales, en tanto aguardaba la escucha, conocer el destino de mi voz.

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Henri Matisse (c)


Cada mujer..


 

65.

  Cada mujer que conocí en mi larga vida, nació, gozó, tribuló y murió en albergues de mi cuerpo. Me pregunto qué encontrarán al rasgar mi vientre. Porque la pasión materializa perfumes cuya fuga demora. Y la frustración de caricias cifra el tumor.

  Acaso pueda en un reencuentro, repesar y despedir, distinguiendo por pares nombres y miradas. Cuanto encontraron había resultado apropiadamente digerido. Con todas esas mujeres que deseé, y en algunos casos amé, el cirujano estiró puntadas que sumaron virtudes y defectos. Esa fémina resultante habrá merecido el más apasionado y movilizador de mis amores. Porque hay fallas que arroban y dones que incomodan; es mistura lo que nombra y convoca amor.

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Verónica Pérez Karleson (c)


El hálito mira...

 


64.

  El hálito mira por mi cuerpo y dice. La llama se inclina temblando al noroeste, aunque arde todavía.

 

  La falla de origen, y sin remedio: demasiado contenido en cuerpo muy frágil.


(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Rafael Roa (c)


El don de mirar...


 

63.

  El don de mirar mis pies, y en panorámica del ojo ver detrás y por delante. ¡Albricias! La poesía viene por mí.

 

  Ella dice, me dice. Hace el amor conmigo y en mismo tiempo soy por ella alumbrado. Con el paso de los años son innumerables los orgasmos que obtengo de ella; ahora los imagino, y desde alguna noche de escritura apasionada diseño el propio 62 Modelo para armar.


(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Artmajeur (c)



Descosido de males ...

 


62.

  Descosido de males, descosido de amores –no siempre buenos–, me someto al lenguaje del aliento vital, el del único poema, el que señala tiempo y territorio. Ocasión de triunfos: la verdad sobrevuela las cuatro puertas del palacio de Siddharta Gautama, Buda, y me ilumina. Campo de batalla. Tiempo de palabra entonces, la única que conoce de eternidad y suma de destinatarios. Lanzas de Paolo Uccello. Devastan la cola y cortan los hilos, aunque al cabo lo dicho supervive.

 

  Heme aquí, mano a mano con el idioma. Según las ocasiones, es mi padre, es mi hermano, casi siempre me supera, porque es mi más hábil competidor. Pero mi enemigo, jamás.


(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Focuse Collection (c) 




22 de marzo de 2022

Calculo en cinco mil ...

 


61.

  Calculo en cinco mil los poemas que llevo escritos en los últimos sesenta años. Sin duda, mi escribiente en protagónico es escandaloso, y con su fárrago de letras, barras y silencios, desaprovecha la oportunidad de los grandes poemas de la vida, que se ofrecen en apenas una o dos decenas.

  El corpus poético de Konstantinos Petrou Kavafis suma apenas ciento cincuenta y cuatro poemas. Este griego de Alejandría, profusamente leído, proclamado, y siempre vivo tras más de cien años, es un héroe de la existencia humana. Un valiente en el común campo de batalla. Según mi modo de ver, en dos poemas sintetizó su vida y la de quienes le seguimos: Ítaca y Recuerda, cuerpo.

  Porque acaso alguien puede hablar de amor, con mayor justeza que quien lo ha perdido.

 

Kavafis es mi confesor y mi maestro. No hay quien más sepa de mí. Vida e interiores los ha recorrido conmigo; o mejor, yo con él: con su palabra y su deseo; con su respeto, su intensidad, su capacidad de amor. Pero por sobre todo: con su humildad, virtud que lo convirtiera en apóstol de lo verdadero.

 (c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Konstantinos P Kavafis


Cuando todo acaba ...

 


60.

  Cuando todo acaba en uno, el ojo gregario confronta, colaciona, brilla en la mochila. Pertenecemos a la humanidad porque nunca cegamos la mirada atrás.

 

¿Quién me sigue? ¿A quién sigo? ¿Qué doctrina? ¿Qué maestro? ¿Qué alumno? ¿Cómo dejo de ser hijo? ¿Cómo convertirme en madre y padre?

Acaso padré. Acaso compadré.

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Leopoldo Presas (c)

La muerte es exacta ...

 


58.

  La muerte es exacta, ha dicho Emil Cioran, aunque libre de ficciones porque no se vuelve de ella, y siempre será frustrante admitir que creímos nuestras propias mentiras. La vida, en cambio, nos oculta el calendario, al punto de permitirnos proyectar catedrales en vísperas del fin. Es suicida la existencia, pródiga, ciega; enajena a sus vivientes. Por eso terminamos temiéndole a la vida, agrega Cioran.

  Será por eso que la ciencia se entretiene en juegos de eternidad. Tras triplicar la duración de vida en ratones, se dispone ahora a experimentar con la naturaleza humana. Más cerca cada vez de los dioses –hechos a nuestras imagen y semejanza–, no nos conformamos con la esencia temporal. No soportamos el decurso del río interior, la repetición de puertos, el desbaratamiento de los puentes, la vejez, la forzosa lentitud de los reflejos.

 

Atribuimos a los dioses eternidad, y la tradición nos aconseja vivir emulándolos. No hay mayor engaño; sostengo que la civilización occidental fue puesta en remate por la hipocresía; que la peste que asuela se propone una nueva purga de la humanidad. Hago votos porque esta purificación comience por los poderes del norte imperial.

 

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Tilsa Tsuchiya (c)

Nuestro motor ...


 

59.

  Nuestro motor –dice el poeta–, consiste en la improbable satisfacción del deseo. En tránsito fecundo, el afán levanta ciudades, sabe a ojo y de oídas*; con el tacto se reconocen el cincel de Fidias y los muros de Roma, y el olfato distingue cuál de  cinco mares humedece sus plantas de viajero. Quien desea ama sin término, porque la memoria ve, oye, toca y huele, se inflama con sabores y desconoce el destierro.

*Poemario del autor, MdP 2013

 

En verdad, transcurrimos la vida proponiéndonos satisfacer el deseo de perfección, belleza y amor. La primera es imposible, la segunda difícil y por lo general incompleta, y el amor no es para toda la vida, como habían dicho los manuales. Pero hay una fórmula: amar con intensidad y dejarse amar. Hoy al menos, para que el mañana exista.

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Fidias

Un elfo de las abejas ...

 


57.

  Un elfo de las abejas, espíritu del aire que eligió ser visto –aunque no tan fácilmente como quisiéramos–, vuela de boca en boca. Es el más breve entre los sustantivados de la brisa, aunque también se parece a los verbos ver y oír, y algunos pensamos que el pronombre personal de tercera persona lo acompaña en cada maniobra aérea. Él o ella, es a quien también llaman pájaro mosca, pájaro abeja o picaflor zunzuncito, con cinco centímetros de pico a cola y menos de dos gramos de peso. Cuando atraviesa la pantalla, nos sopla en la frente un recién nacido.

 

Por razones de tamaño y belleza quisiera  parecerme al zunzuncito. Tendría una vida breve quizás, aunque colmada de dulzuras. Siempre he querido volar, pesar poco y pasar inadvertido.

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Elfo de las abejas 

Ayer, 8 de noviembre ...

 56.

  Ayer, 8 de noviembre, fue jornada para que las manos se expresaran otra vez. Con Lula liberado, Dilma explicaba a los periodistas que había adoptado la V que forman los dedos índice y mayor de la mano derecha –ocasionalmente también de la izquierda– para indicar vuelve, al estilo argentino. Allí popularizaban también la L, estirando dedos índice y pulgar de mano izquierda. Horas antes yo terminaba de subir una foto que adoro entre unas pocas atesoradas. En ella estoy entre Marcos Silber y Jorge Paolantonio, amigos queridos y extrañados; el primero porque está lejos y lo veo poco, y el segundo porque ya está del otro lado, y desde allí seguramente nos lee todavía. Pero las manos, porque  he querido referirme a la expresividad de las manos. En la fotografía, al cabo de la presentación de una antología poética de El Mono Armado en la Biblioteca Nacional, año 2016, me llaman la atención las manos que el fotógrafo congeló junto con el tiempo. ¡Bendito fotógrafo! La mano de Marcos Silber sobre mi hombro izquierdo; la de Alicia Márquez sobre el derecho de Jorge Paolantonio; la de Ramiro Silber sobre el hombro derecho de Flora Levi; las dos manos de Anamaría Mayol sobre hombros de sendos poetas circundantes cuyos nombres se me escapan. Y por supuesto el coro de miradas, entre las que ahora destaco mi alegría y la ternura de Bibi Albert. Obvias las chispeantes miradas de Anamaría, Mariel Monente, y Ramiro completan un paisaje entrañable del transcurrido reciente. Quisiera que esta escena continuara sucediendo, sentirme tan pleno y completo como ese día. Tener a tantos amigos en torno. Emplear con ellos ambas manos,  favorecer el contacto fraterno, concluyendo en tantos abrazos como jornadas contenga el resto de mi vida.

 

Habrá que esperar, sin embargo. Volvimos a encontrarnos, compartimos y disfrutamos durante los tres años siguientes; mi querido Jorge Paolantonio me dejó su palabra al cabo de vivencias entrañables. Con saludos de don Marcos, Mariel y Ramiro nos encontramos casi a diario a través de los vivos en las redes, y con muchos otros quedamos a expensas de una mejor oportunidad luego de suspender el MardelFIP 2020*. Hoy, de las manos y su poder expresivo, mejor no hablar; las lavamos muy seguido, las rociamos con alcohol, y continuamos acostumbrándolas a esta sequía de

apretones y abrazos.

* Festival Internacional de Poesía de Mar del Plata

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Manos de la gloria 

Este es tiempo de velar ...

 


55.

  Este es tiempo de velar por los que vienen detrás.

 

Para decir contra el tiempo, para que nos encuentren en la palabra pendiente, en la que rompe el cerco y salta las fronteras.

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Enrique Toribio (c)

Tiene razón Walter Benjamin ...

 


54.

  Tiene razón Walter Benjamin: es pura inmoralidad el comercio; puro engaño; una estafa. Por eso no vendo nada. Me resisto a vender canteros de palabras. Poemas, como pequeñas parcelas del hálito, digo. En este tiempo no quedan pasajes donde guarecerse, ni panoramas inmutables y totalizadores. Solo esta habitación donde me aíslo; la soledad. Y se trata de otra jugarreta comercial del poderoso: solo sobreviviré si compro. Me queda conspirar, y escribo.

 

Como cíclope desesperado, en medio de la isla, y sin que nadie se me atreva, armo el idioma. Que vengan, dijo alguien que cayó en justo olvido, ¡les presentaremos batalla! Escribo, escribimos.

 

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Ideal Es (c)

Dejame escribir ...

 


53.

  Dejame escribir, dios del cuerpo. Por un ratito callate. Haceme la gauchada. Te tuteo sí. ¿Acaso no somos íntimos? Nos hemos golpeado tanto juntos. Hemos gozado tanto, también. Vos sos el tipo de las medidas: hasta aquí; este es el límite; del otro lado no se pasa, decís. Y yo acá: contra tiempo, canon y costumbre. Siempre dispuesto a pegar el salto y contrariarte. Antes me dabas todo para que yo pudiera expresarme. Pero desde que perdiste la capacidad de fluencia, secreción y néctar, me quedé bastante solo. Y frente a la atracción de otras pieles me quedé con las palabras. Solo palabras. Aunque son lengua divina, por cierto; la propia versión del idioma adánico. ¿Acaso el poeta eras vos? En esos poemas de 2011, 2012, 2013, que amasabas con puras lágrima y saliva, ¿decías las mismas cosas que yo digo ahora? Sí. Termino siendo yo el poeta. Pero mirá que eso es una desgracia. Porque veo todo tal cual es, nada puede engañarme, y me quedo más solo cada día. Ahora dolés, vas de tirón a flaqueza, de suspiro a quejido. Te terminás para mi nombre, dios del cuerpo.

 

Es un dios puesto para fallar. Claro que hasta la primera renuncia lo creíamos soberbio, a la par de los dioses exteriores, como esos de templos, iglesias, celebraciones.  De pronto uno comprende por qué las religiones cargan con una mayoría de ancianos. Porque se recurre para pedir ayuda, cuando un no logra mejorar la conducta del dios del cuerpo. Los pedidos de ayuda domésticos, las lágrimas sobre la mesa invadiendo los alimentos, no son cosa buena. Nadie los soporta. Será que nos hemos creído inmortales mientras llevamos más de animal que de humano –confirmado, don Borges–, y cuando el pobre hombre se nos achaca, vemos el destino individual como una verdadera tragedia. Será.

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Clasicismo (c)

Diez cuarenta del viernes...

 


52.

  Diez cuarenta del viernes. –Deje  el cinturón desprendido y el cierre abierto, Carlos–  me dice la técnica de Diagnóstico por Imágenes. Los brazos arriba, bien altos y estirados, como para no poder sujetarme de nada, ni defenderme, ni hacer contacto con nadie. Y comienza el estudio. Pienso en Nadie Nada Nunca de Juan José Saer; pienso digo, que no pasa nada. Nada. No queda más nadie y la soledad me escupe en la cara, porque ella se ha refugiado en una salita contigua, desde donde comanda el tomógrafo. Pero en realidad todo pasa. Pasa de todo; la máquina está metida en mis interiores, mira, escarba, se queda. Para que la carne sea cosa juzgada.

  –Respire hondo, Carlos. –Respire Normal. Promedia el estudio. Veo que se acerca.

  –Levante la cola, Carlos. Me baja el pantalón y se me arruga la dignidad del resto. Descienden los pantalones, junto con la intimidad. Ella vuelve con el médico que me inyecta yodo en vena para establecer la transparencia. Para eso debían estar los brazos estirados, me digo. Descarta el derecho y se queda con el izquierdo. Aunque no es joven, sospecho que este médico debe ser de cabeza abierta; todos huimos de la derecha últimamente. Pero se equivoca y me llama Mario; después rectifica, pero es tarde; me ha demostrado que su impronta es la rutina y no el paciente.

  –Respire hondo; esta vez treinta segundos. Me cuesta pero llego. Resoplo liberando mis pulmones. –Ya está Carlos; puede levantarse los pantalones. ¡Ah! ¿Ahora me dejás a mí la función íntima? Ascienden los pantalones. Mis manos tiemblan al ajustar el cinturón. Soy otro, diferente al que fui a las diez de la mañana.

 

Las inspecciones se sucedieron, mientras la anunciada operación demoraba escalonándose opiniones, vistas de la obra social, recursos a distintos especialistas para confluir en el cirujano. La carne se marea, el deseo se diluye en oquedades, y se circula por yermos donde la belleza está siempre ausente.  Es tiempo de una palabra, quizás de un verso, pero el proyecto se dificulta y siempre olvido lo que no he apuntado. Se prolonga la  espera, esta confusión de la ciencia en otros, y la decisión parece ingobernable.

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Blausen (c)

Es uno el puente...

 


51.

  Es uno el puente que comunica placer con emoción en el hecho artístico; sea durante propia creación, o al compartir la ajena. Es el mismo puente que vincula dolor con recuerdo en la memoria. De uno y otro lado de este viaje, una misma calle y el sentido inverso. Chicharra tras chicharra, alarma tras alarma. Siempre escuché, y siempre escucho las voces que arma el silencio en poros del brillo. Siempre. Pero hoy habito un resonador poblado de alarmas, ida y vuelta de mi espina, bocinazos, golpes del misterio, alaridos de un minotauro herido, llantos del cíclope cuando en soledad clama por nadie.

  El taxista me ha dicho que los brazos se duermen por no abrazar, que el corazón envejece y con cada año angosta su caudal circulatorio hasta las manos.  Será por eso que perdí la memoria del tacto, no soporto el calibre de una lapicera, sólo me reconozco en presión y roces.

   No sabe el médico de todo esto, o es que simplemente sus sentidos no presencian mi longevidad.

 

   Y tendré que ponerme al día con abrazo y beso; solo se puede vivir en el compartir. Aunque practique voluntariamente la soledad en mi escritura –nada mejor para ordenar las justas palabras a tono con cada idea–, reconozco que el cuerpo languidece cuando la llama del deseo enciende a distancia. De ese fueguito hablo, del piloto de pasiones.

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Pablo Picasso (c)

10 de marzo de 2022

Abandonada a suerte ...


 

50.

  Abandonada a suerte de palabras, mi carne no recuerda. Cómo decía, o escribía aquel de mis ocho o diez veranos, cuando eran tan importantes rasguños, picazón, ardores del sol puesto de pienombre sobre la piel. Pregunto. Acaso ya veía como miro, imaginaba un interlocutor, escuchaba; si a mi niño escuchaban en su entorno, pregunto. Cuando él acariciaba los maderos grises, veteados, sus  infinitos surcos, ya secos, semienterrados en la arena: qué imágenes, cuáles y cuántos colores. Vuelvo a preguntar.

 Aquí mismo, puertas afuera, hay un chico de edad remota que patea con ritmo su pelota, patea y pica la goma contra mi pared. Solo, durante horas, solo. Conversa con el duende imaginario, lo culpa, y se culpa de haber colgado un balón sobre mi techo.

  ¿Vos también fuiste educado en la culpa, en los años cincuenta y sesenta del siglo XX? ¿Vos también fuiste solitario, y terminaste por inventar un amigo imaginario, al que solo vos veías? Acaso en ese tiempo, las metáforas ya te poblaban y veías una realidad diferente a la de tus mayores. ¿Pasabas al otro lado, entonces? Con gran facilidad, claro; te bastaba con subir al máximo el volumen de la música.

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Foro Peruano de las Artes (c)


Es sueño la patria ...

 


49.

  Es sueño la patria del poeta. Nadie como él, logra el salto al otro lado. El poeta no rehúye a la realidad del habla y existencia común; el mundo rechaza el poema por su decisión de entrega, por ser gratuito y al extremo desinteresado.

 ¿Y quién podrá ponerle precio? ¿Y qué precio? Porque, relacionado el poema con cuanto se dispone en la existencia, resultaría seguramente lo más valioso, y el precio más alto.

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Leila Amat (c)

 


Descreo de ...


 

48.

  Descreo de aquello que Roberto Bolaño dijo: nada quedará de nuestros corazones.  Sostengo que el músculo que tanto nos trae como nos lleva de palabra a escritura, y de escritura a ausencia, sobrevive al cabo en cuantos nos habrán leído o escuchado. Permanece, porque cada corazón encendido en la confianza del amor, es el más vivo de los recuerdos. Continúa latiendo sin estar, de franco aterrizaje en toda memoria que de tal se precie.

 Porque finalmente, en su debate con la mente, el corazón triunfa. Aunque no me convenga, sigo emocionándome, y pongo en riesgo a las coronarias. El logos fue vencido; el siglo XXI lo confirma a cada minuto. Ahora nos resta cubrir la avanzada con artistas, y dejar la voz a los poetas.

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Leila Amat (c)

Mi número es ...

 


47.

 Mi número es. ¡Mi número! Atravesé el tiempo y aquí resultó mi humano extemporáneo, mi credo de izquierda en 1974, mi complacencia de 1990, la juventud recuperada ahora, en 2019, cuando sé que toda especulación ha de ser social o no será. Es decir, vuelvo a la izquierda, al rito de mis libros; quiero decir: a sostener que hay vida perdurable y multiplicación de lectores. Todo lo atravieso, de atmósfera en silencio, a la más ruidosa demostración de poder. Están aquí la impudicia, violados y silentes violadores, la represión, el perdón especulativo, razones para grandes relatos, el país de los idiotas, un acero despótico siempre manchado. Vuelvo con medio futuro de tripas afuera, atrás Roberto Ferri, mi carne y mitos a reavivar sobre el campo de batalla.

  Alguna vez pensé que podría resistir con resultados francos. Que había verdades ocultas, y que yo debía arrancarle velos a la noche. Esa fue la tarea que pensó asumir cada hombre que habitó la tierra. Pero la intención se frustra porque los participantes en la decisión del soldado –logos y emoción, corazón y mente– no concilian.

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Tensegridad (c)


Viajo en un colectivo ...


 

46.

  Viajo en un colectivo, que otros llaman microbús. Junto a mí planea sobre el cristal una hormiga reina. Camina sobre el brillo deslumbrada por un azul intenso que transparenta la mañana, junto al mar. ¿Será una reina de linepithema humile, la hormiga argentina? En este caso me sobreviviría en catorce años por lo menos. Va y viene la hormiga reina, buscando la fisura que induce su instinto de insecto himenóptero; ella, la especialista en orificios, conductos y galerías por los que alcanzar aire y suspiros de mi ciudad. Pero no lo logra, fracasa y cae una y otra vez, usando sus pequeñas alas solo para volver al paralelo del cristal. Va y viene fundando la esperanza. Cree en la salida, y en el dulzor del áfido, su favorito. Después cae sobre mi pierna, y presiento su fin, la explosión del culo de quitina, el alambre de sus patas plegadas, y mirándome la palma digo como si me dijera: –de algo hay que morir. Pero no la mato; ella asciende el cristal otra vez. Viene bien para alguien que no cree, como yo, contemplar a quien confía por instinto y no desde manuales de trilladas filosofías.

 Pequeños besos de la muerte. Parábolas que nos obsequia el reino animal, y dentro de él sus miembros más pequeños, no por eso irreales. La hormiga es quizá más consciente de la realidad que muchos humanos. También yo admito la ceguera, mi adhesión irracional al sueño y la metáfora.

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: CRhoy (c)

 


Entonces, siendo escritores ...


 

45.

  Entonces, siendo escritores somos traductores; ajustamos al lector el idioma del día, ese que codifica el habla, para que todos comprendan y sepan.

 Y en tiempos de crisis, los lectores reinventan a sus escritores, o tal vez buscan otros que se ajusten a sus necesidades del momento.

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Frida Kahlo (c)

 


Al escribir me desvisto...


 

44.

  Al escribir me desvisto. El vestido de interiores se apila en la pantalla. Visto el idioma y él dice-lee mi esencia. Bajo la indumentaria … que son las palabras, y bajo su cuerpo, que son los mandamientos, está el alma, que es el misterio oculto, ha dicho el Zohar –escrito por Mosé Ben Sem Tob de León en el siglo XIII–. El poema queda a la vista, tal como partes animales y pasiones de mi carne se revelan, cuando quito las cubiertas exteriores para entrar al agua. Salgo del baño y me atraviesan las lociones; así como cuando traduzco misterios al poema, un lector se deja llevar por sueños y ajusta a letras su línea de flotación.

 Las realidad nos ha impuesto abluciones antes impensadas: el lavado de manos, la desinfección frecuente con alcohol; el distanciamiento social impone soledades respecto de quienes más queremos. Vuelvo algunos siglos atrás; en mi país, retrocedo varias décadas para explicar el desasosiego económico y la imposible proyección intelectual. Leo a los clásicos, releo La Peste de Camus. Mis actuales lectores son muy diferentes a los que vendrán; es lo único de cuanto puedo estar seguro.

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Servando Cabrera Moreno (c)

Era Ilión ...

43.

  Era Ilión, la guerra de cien años, noches de San Bartolomé tras cada atardecer. Se cultivó el olvido en fisuras abiertas entre generaciones. He de recordar a Tupac, descuartizado frente a su mujer e hijos, los sucesivos genocidios de originarios indoamericanos, la guerra declarada hasta el triunfo de winchester y telégrafo. Aquí permanecen los sobrevivientes enjaulados en la Exposición Internacional, y poblando museos en vida y muerte; las trincheras del aullido y campos alambrados al acecho del himen de París; la flota de tábanos incendiarios, kamikazes del sol naciente obedientes de la locura imperial; una playa encendida en Normandía, y miles de cadáveres a flote del dictado de un nuevo orden mundial; otros miles de moribundos rescatados en campos de exterminio; Cuba y Ernesto Guevara, el Che, llevando la revolución a sangre y fuego; otro mayo en París, y Sartre que acierta con el sacrificio de las juventudes americanas; Albert Camus, verdad de enfrente; la muerte de los más jóvenes asegura varias generaciones al margen del poder, el triunfo del capitalismo, y el neocapitalismo después. Los genocidios siempre; los gobiernos militares. El petróleo. Los dólares, Donald Trump, o una elección inexplicable. Explotación minera. Muros y barreras. Hoy Santiago de Chile: un vehículo de carabineros atraviesa a toda velocidad un barrio marginal de la ciudad; de pronto se abren las puertas y arrojan un cuerpo al pavimento. No sabemos si lo vaciaron por muerto o por testigo; suenan disparos para asegurar silencio.

  Ahora se aíslan las cámaras, pero son cientos, miles quienes presencian y filman. Y aunque se censure a muchos de quienes trasladan la verdad en las redes y contrarrestan la falsedad informativa, el olvido cede. La mayoría recuerda y echa sal gruesa sobre el lomo de las babosas.

 Antes se mentía; ahora se sabe lo ocurrido con escasas excepciones; los medios informativos penetran a mayor profundidad. Ahora se explica lo sucedido sin poner paños fríos. ¿Para qué? Antes se mentía, y se recordaba. Ahora se miente mucho menos, pero se olvida con verdadera facilidad.

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: El Ciudadano (c)

Callé tras detener ...

 


42.

  Callé tras detener el concierto en derredor. Esto que llamaron civilización olía a podrido, y vacilaba sin pie firme. Éramos Adanes de sexos variados, cernimos la tierra y canalizamos el arroyo; aprovechamos la frescura final del agua. En las pantallas, todavía con luz, la violencia del corto circuito insistía, filo contra filo, hasta oscurecer la realidad.

 Y no fue el último estallido, siguieron y seguirán otros. Mientras el hombre no se someta al imperativo de convivencia, compartir el planeta resultará insoportable. Las guerras, los incendios, la contaminación, esclavitud y explotación, y un larguísimo etcétera.

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Cornelis van Haarlem (c)


3 de marzo de 2022

Fui puesto ...


 

41.

  Fui puesto en las terrazas para la visión global; allí cultivé una flor y coseché los frutos necesarios. Tuve una única semilla, de un peso tal que se hizo última y cautivante. Fue un matrimonio de idioma y lengua, una confluencia en las miradas; los libros –en progresión de pasos–  me contemplaron, y el prado creció en verdor y propósitos.

  Las tierras altas me proyectaron siempre. Viví delicias del verano en las sierras; cuando por corto lapso me radiqué en Andalucía, lo hice próximo a las gastadas elevaciones de Córdoba. Ahora voy por partes iguales: el mar y las sierras. La mirada en largo y en torno cosecha el fruto y acuerda sentido a la existencia.

(c) Carlos Enrique Cartolano. Scherzo, 2021

Ilustración: David Czerny (c)


El anaquel más cercano ...

 


40.

  El anaquel más cercano a las manos contiene los libros que utilizo en mi trabajo diario. Los leo y releo al momento de compartirlos. Acaricio el papel; me sueña el arcoíris de sus lomos cuando el plano del estante se estira hacia la luz. Entre todos estos libros, aprecio el aroma de Otrosí digo, de Marcos Silber. Huelo una y otra vez el papel de esa antología que, sin viaje previo, me permitió conocer cómo huele Bogotá.

 Viajar con la lectura, claro. Siempre fue posible, y cuando lo necesitemos, volver con la memoria a viajes que merecen recordarse. No solo los transoceánicos, también los de cabotaje, las cercanías que nos reconocen en amor y belleza. Ahora no queda otra posibilidad, por cierto.

(c) Carlos Enrique Cartolano. Scherzo, 2022

Ilustración: Observatorio Tec (c)


¿Por qué digo ...


 

39.

  ¿Por qué digo que el amor queda a mi lado cuando las fraguas se enfrían? ¡Por qué sostengo que aquí permanece, me sigue y contempla? Porque él no olvida; he sido yo quien tras la nueva experiencia salí, cerré la puerta. Él es opus, se funde en idioma y sirve a los dioses; con cada nacimiento se renombra y resplandece. Al otro lado del mundo, el amor espera.

 Tales razones sirven para sujetarse a la letra de algún poema de 2014, que ayer incorporé a mi antología en preparación –la llamaré Cuando el otro escribió–. En ese poema, que titulé Acertijo, dije –y confirmo ahora, aunque con estadísticas actualizables–, que Edipo nace 153 veces por minuto, y no solo en el desierto.

(c) Carlos Enrique Cartolano. Scherzo, 2021

Ilustración: Zeus 


¿Por qué digo ...

 


38.

  ¿Por qué digo que mi cuerpo tiene dios, su dios? Porque no duda, no cuestiona ni pregunta cuando el deseo muerde, al experimentar excitación, o emocionarme. Reconozco en mi cuerpo la historia, mi adán de tiempo y lugar, mi cuestionador y faber, quien recupera y vuelve a ordenar sus prioridades cada día. Ese dios de mi cuerpo respira eternidad, pero mejor que nada o nadie presiente su fin. Es quien más conoce cuando más comparte. Persona y materia.

 Hemos ideado nuevas presencias, otros compartires, la compañía recuperada más acá de libros y filmes. La virtualidad fue pensada para un tiempo de aislamiento. Y ese tiempo llegó en 2020. Revivo La hora final, de Stanley Kramer –1959–.

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Hermes ...

Es cierto: el amor ...

 


37.

  Es cierto: el amor edificado permanece. Ya autónomo de forjas, es este que adora las repeticiones, ha dicho John Berger. Desafía al tiempo. Se planta en las esferas y las perfora; con suerte desigual conspira en cada artista. ¡Quién pudiera urdir en interiores, como tu amor construye en mí al amante! Pero pocos lograron dictar profecías de su hálito –su patria, un dios–.

  Materia en andamiaje, piedra y agua. Se levanta la persona que dice cuando sueña.


(c) Carlos Enrique Cartolano. Scherzo, 2021

Ilustración: Silvia Grav (c)