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10 de marzo de 2022

Viajo en un colectivo ...


 

46.

  Viajo en un colectivo, que otros llaman microbús. Junto a mí planea sobre el cristal una hormiga reina. Camina sobre el brillo deslumbrada por un azul intenso que transparenta la mañana, junto al mar. ¿Será una reina de linepithema humile, la hormiga argentina? En este caso me sobreviviría en catorce años por lo menos. Va y viene la hormiga reina, buscando la fisura que induce su instinto de insecto himenóptero; ella, la especialista en orificios, conductos y galerías por los que alcanzar aire y suspiros de mi ciudad. Pero no lo logra, fracasa y cae una y otra vez, usando sus pequeñas alas solo para volver al paralelo del cristal. Va y viene fundando la esperanza. Cree en la salida, y en el dulzor del áfido, su favorito. Después cae sobre mi pierna, y presiento su fin, la explosión del culo de quitina, el alambre de sus patas plegadas, y mirándome la palma digo como si me dijera: –de algo hay que morir. Pero no la mato; ella asciende el cristal otra vez. Viene bien para alguien que no cree, como yo, contemplar a quien confía por instinto y no desde manuales de trilladas filosofías.

 Pequeños besos de la muerte. Parábolas que nos obsequia el reino animal, y dentro de él sus miembros más pequeños, no por eso irreales. La hormiga es quizá más consciente de la realidad que muchos humanos. También yo admito la ceguera, mi adhesión irracional al sueño y la metáfora.

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: CRhoy (c)

 


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