51.
Es
uno el puente que comunica placer con emoción en el hecho artístico; sea
durante propia creación, o al compartir la ajena. Es el mismo puente que
vincula dolor con recuerdo en la memoria. De uno y otro lado de este viaje, una
misma calle y el sentido inverso. Chicharra tras chicharra, alarma tras alarma.
Siempre escuché, y siempre escucho las voces que arma el silencio en poros del
brillo. Siempre. Pero hoy habito un resonador poblado de alarmas, ida y vuelta
de mi espina, bocinazos, golpes del misterio, alaridos de un minotauro herido,
llantos del cíclope cuando en soledad clama por nadie.
El
taxista me ha dicho que los brazos se duermen por no abrazar, que el corazón
envejece y con cada año angosta su caudal circulatorio hasta las manos. Será por eso que perdí la memoria del tacto,
no soporto el calibre de una lapicera, sólo me reconozco en presión y roces.
No
sabe el médico de todo esto, o es que simplemente sus sentidos no presencian mi
longevidad.
Y tendré que ponerme al día con abrazo y
beso; solo se puede vivir en el compartir. Aunque practique voluntariamente la
soledad en mi escritura –nada mejor para ordenar las justas palabras a tono con
cada idea–, reconozco que el cuerpo languidece cuando la llama del deseo enciende
a distancia. De ese fueguito hablo, del piloto
de pasiones.
Ilustración: Pablo Picasso (c)
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