36.
Francesca
Woodman, y Alejandra Pizarnik al otro lado de la pantalla. De obras a la vista,
inalcanzables en cuerpo. Una fotografió cuanto la otra dijo; ambas derrotaron marcas
y moneda. Prosiguen la búsqueda en cada uno, y aún preguntan. ¿Qué esperamos
para responder al horror de la belleza en lo profundo?
El arte en ellas fue
profético: imagen y grafo, escritura y fotografía. Hoy me parece que caminaban
juntas, abrazadas llegaron a tocar mi puerta, habitaron mi sueño, ocuparon mi
ropa, vistieron mi nombre. Sé, sin embargo, que no se conocieron, que
maltrataron a los dioses de sus cuerpos, y acabaron suicidadas por sus
melancolías.
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