28.
Encontrarme en la fronda para olvidar. Solo aquí, sin mi otra soledad. Por descubrir la tristeza
en cada cosa, calzo huellas del vacío original. En trance de ser: la forma que
sueña la piedra, dijo Miguel Ángel Buonarroti, o el poema que se desgañita
grito por grito, verso a verso
–si de esta unidad se habla mañana, cuando la corriente fragüe–, en bocas de Allen
Ginsberg y Charles Bukowski vueltos a la vida.
Suponer que entonces descubro entre muslos y senos olvidados, la voz de Billie
Holiday, cantando Sos mi emoción, seguramente
cuando solo llevo dos años vivo y descubro el primer contagio, quizás debuto al
retener o forzar una lágrima. Billie canta con su primera voz, virgen de
alcohol y cocaína, ¡qué privilegio!, y en mi pecho canta. Ella canta y yo
descubro el contagio: la emoción. Como una mancha de pintura indeleble, como
endemia del ser en su universo.
¿En
qué lengua Billie? ¿Acaso aquella olvidada por siempre? Eva primera de la
palabra, anglófona de lengua mordida, suave dama morena vestida con satén.
Contagio con la belleza: eso enciende el arte. Estoy seguro de que las primeras señales fueron intrauterinas, y que las lecturas de mi madre, como así la música que se escuchaba en mi casa de la infancia, fueron señales para alumbrar al consciente, abriéndole camino en la expresión.
(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021Ilustración: Billie Holiday
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