33.
Durante
esta vida mía, varios amores terminaron calcinados en la hoguera de la pasión. Para
algún amor fui inmaduro, aunque siempre los frutos de una relación imprimen
memorias en las que el olvido no cabe. En otros hubo amor de regreso a las
fuentes –que me hizo experimentar nuevas fuerzas y un entusiasmo casi adolescente–.
Supe que las relaciones a distancia se debilitan. Pese al rejuvenecimiento que
acompaña a toda relación con sana entrega, se está ausente de la contemplación
y el espejo de la intimidad se empaña con facilidad. Así, alguna vez se
renunció al amor cuando las esperanzas de entrega se mantenían en pie. Mi
relación de la madurez, no exenta de pasión, me acompañó durante todo el tiempo
de escritura de este libro. Hubo también atracciones intelectuales, amores de
compañía y mutua asistencia, que sin ser apasionados como otros, me han
permitido caminar hasta aquí, con satisfacciones y crecimiento en sociedad y
legado.
La escritura es
siempre un reflejo del estado de hálito. Así, mis poemas del período 2012 a
2015 –sobre todo los quintetos, que me devolvieron inconscientemente al culto
de Francisco Luis Bernárdez, es decir a mis veinte años-, fueron aterrados por
la carne, y la condena de lo efímero. Pero, me repito ahora: la vida misma es
perecedera, y los momentos vividos entonces fueron glorias que, si pudiera,
repetiría.
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