14.
Desde el más digno recato –¡oh, la sagrada, hechicera feminidad! –, ella
susurró pidiendo que no le quitase el sostén. Él, esclavo del propósito, no la
escuchó, y desprendió la última prenda que restaba al cuerpo para presenciar una
gloria imaginada muchas veces. Los pechos eran delgados y por cierto no se
sostenían, pero en aquel paraíso reinaban atezados los pezones, los retoños más
turgentes de cuantos antes fueran vistos, que adornarían labios de él durante las
siguientes horas.
(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021
Ilustración: Enoc Perez (c)
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