19.
El
poema llega mientras me ducho, o antes, al levantar la persiana de mi
habitación. Es como alzar un muerto, o descolgar un ángel, girar la roldana cuando tira la correa. O
después, al escuchar el chasquido de explosiones fragmentarias, cuando los
chorros de agua golpean sobre mi cuerpo, el piso y las paredes. Supongo que
estos hechos son palabras sin lengua, un idioma adánico al que alientan los
chirridos y que todavía desconozco. El poema llega también con el corcho, con la
lágrima o el chorro, con un silbido, o aun con los tres o cuatro últimos
ladridos del can lejano, antes de que me tumbe el sueño. Y al soñar: llega el resto
del poema. Mis barras gráficas son cuchillos que guillotinan, tronchan pies y
tiempo. Es cuando ata en blanco la memoria, y yo desciendo por una escalera de carrara
donde cada escalón lleva un nombre. Por debajo la noche, ese océano que sobrevive
gracias a comer sus bordes, me habla.
Es el otro, que habla una lengua diferente a la mía. Ese que impulsa el sueño, como si fuera una muestra cinematográfica u operística, o un texto multisensorial, para que mi amanecido conozca y en consecuencia diga.
(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021
Ilustración: Arno Brecker (c)
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