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13 de febrero de 2022

Coloco la copa...

 


24.

  Coloco la copa vacía a cincuenta centímetros, o quizás resulte menos. El cristal no es perfecto, y distorsiona lo que a su través puede verse; esto que viene armándose dosificado por la memoria: rasgos que rayan vacíos del aire. Hay facciones: primero los ojos, después la boca, al cabo un mechón de cabello que cubre el pómulo derecho, y que la mirada pone a mi izquierda. El filo del cristal refracta luz y oculta parte de la nariz. El conjunto se refleja en un segundo cristal, el que cubre mi mesa; entonces, las facciones de la mujer se invierten, y a mis ojos gobierna un extraño brillo en sus labios.

  La distancia y la memoria, asociados a la imperfección del cristal, mutan la imagen. No reconozco a esa mujer, quizás sí algunos rasgos por separado evocan un nombre, algún momento que ahora rescato de la bruma, palabras, de esas que suenan a mis espaldas. La firmeza del mentón me dice espera; el vacío de su mirada, desinterés; el brillo en sus labios lo puse yo. De esto último no me caben dudas. Pero la tarde me engaña con un reflejo débil. La distancia es misterio del tiempo, que mi hálito rehúye y a la vez extraña.

  Ella niega, me niega. Responde que no. Pone pieles seductoras por delante, aunque no son para mí. Sabe que no podré alcanzarla. Sé que más allá de la vista, todo es sinsentido. Sueños nada más. Sin carne, sin mañana.

Las horas de la tarde hermanan sombras y turbidez. El deseo me engaña; la belleza continúa lejos, y no sé si lograré alcanzarla. La necesidad es arma de doble filo; no la consuelan medias imágenes.

 

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: OK Chicas (c)

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