104.
Restan doce días, pero el verano ya se muestra
en piel y ventanas. Mis vecinos sacan medio cuerpo afuera al asomarse, y se
despojan de cuanto les molesta en las manos. Yo soy el inferior, y pareciera
que gobernara leyes de la gravedad en mi edificio. Pero no; recibo
involuntariamente los desprendimientos vecinales. He pensado en detallar un
inventario de planta baja; es fácil consignarlo en torno a mis ventanas. A
saber: medios broches de ropa; bollos de papel tissue, estrujados tras usos
diversos; colillas de cigarrillos a granel de largos diversos; algodones y
gasas multicolores, utilizados para quitar pintura de uñas, maquillajes, y vaya a saber qué otras
substancias que fugazmente cubrieron cuerpos superiores; comprobantes de
compras o pasajes; faltantes de despensas y heladeras; envoltorios varios de
alimentos; latas de cerveza; bolsas de
espesores y colores siempre caprichosos, algunas que denuncian orígenes
comerciales; cajas deformadas; tapas de cajas que permean la humedad; cáscaras
de frutas; restos de polvo; sobrantes de materiales de construcción; trozos de
azulejos y otros revestimientos; heces de animales, tan reiteradas como las
colillas de cigarrillos.
Las
quejas son inoperantes; los carteles son causa de burlas, tachaduras y
groserías por escrito. Todo es aquí tan anónimo como los factores naturales, la
desidia se contagia y envilece, la voluntad individual no alcanza para contener
la lluvia de elementos. Y cada cual se abstrae en sus problemas de existencia,
sin que sepamos si pretende resolverlos o endosárnoslos. En algunos casos, los
vecinos demuestran ser conscientes.
Un
ejemplo: con motivos obvios y reiterados durante la jornada, a las nueve de hoy
salí con mi perra, y coincidí con el dueño del perro blanco que suele
desprenderse del contenido de intestinos frente a mis ventanas, y no en el
espacio verde que pertenece a su edificio. Al verme, el vecino, atónito, sólo
atinó a tomar distancia y buscar un espacio alternativo.
A un año y medio de habitar el edificio, la situación se mantuvo sin cambios. El terreno se ha contaminado bajo mis ventanas; los senderos pavimentados están poblados de heces caninas. Se trata de un reducido retrato del mundo contemporáneo; y a las quejas suceden impotencia y silencio.
(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021
Ilustración: Los protegidos (c)
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