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Difícilmente, el mismo gorrión se pose dos veces en mi ventana durante
el verano. Tampoco el estornino, aunque es probable que meses después lo hagan
muchos de sus descendientes. Las calandrias, en cambio, se acostumbran a
despertarnos y deambular en nuestro derredor por varios años; durante mi vida
he creído reconocer a más de una de ellas por cada lustro.
La debilidad del cuerpo consiste en sentirse lejos de pájaros y ángeles. Parece imposible seguirlos; pero es necesario, aunque más no sea, escucharlos cantar.
(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021
Ilustración: Mi calandria
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