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2 de marzo de 2019

Voyt a decir ...




  Voy a decirles qué, cómo y cuándo. Ahora someteré al resto un ideal, ya avejentado, o curtido quizás por la indecisión. Será el segundo viaje del nuevo libro; el primero comenzó hace dos años con una idea desnuda. En presencia íntima de la concepción, me había parecido fácil traducirla a tinta y diferentes tipos de papel. Después el tiempo, el azar de los moldes, inclemencias para quien se ajusta al trayecto, dolieron a través de repetidas modificaciones impuestas por las circunstancias. Sucede claro, con todo lo que debe adaptarse a la medida común de dinero e intercambio. Eso y no otra cosa es el mundo.
  Además el cúmulo de libros responde con desierto, suma de árboles derribados,  contaminación. Y hablo de la poesía, que continúa de espaldas al bullicio, inventando un lenguaje que dentro de mucho, muchísimo, quizás sea utilizado por pocos. Al resistir, intenté el camino rápido del libro virtual, porque la voracidad de la hoja en blanco me arrebata el sueño y todo momento libre. Y porque un libro sólo es tal con la lectura ajena. Pero muy pocos se conforman leyendo en la red.
  Concluido el trabajo que hoy conocen, escribí alrededor de quinientos poemas más, en otros cinco libros de los cuales tres edité hace poco en forma virtual, antes que este, pese a ser posteriores en su escritura.
  Hoy estoy poniéndole letra a la circunstancia, imaginándome cómo se verá el nuevo libro en manos de cada uno de sus lectores. Quiero decir, de los que comiencen a leerlo, que serán seguramente muchos menos de los que lleguen a la última página.
  Esta escritura está fuera del comercio; eso ya está dicho. También se sabe que ustedes, lectores, aspiran a lo instantáneo, a la sorpresa develada en pocos trazos, a la satisfacción que les cambie el humor, a la línea positiva que releve del brutal destino del siglo XXI. Basta de melancolía, de humores oscuros, de los quejidos que llegan –dicen- del infierno y sus profundidades. De manera que como muchos otros, debo ensayar buenas razones para que unos pocos me lean, en este y en los anteriores. Y por cierto: van treinta y ocho concepciones, de las que sólo dos continúan inéditas.  En esta suma incluyo cuentos, microcuentos y ensayos. Quizás ya no pueda quedarme quieto.
  No comprendo a quienes se retiran y eluden la certeza del fin. Creo que la muerte comienza por negar lo que se ve en torno, volviéndose mudo y desollado. Retirarse es como dejar de amar. Escribir, por tanto, es dar crédito al amor y a la sorpresa en los sentidos.
  La idea central de este libro es reconocer que somos sólo una suma de fragmentos; cada día es producto de su azarosa composición, la mezcla diferente al infinito en un calendario que debe parecerme eterno. Por eso, la intención de poner en evidencia la verdad, consiste ahora en un conjunto de borradores, en muchos fragmentos de escritura, ordenados además según diferentes consignas de trabajo o búsqueda, y, finalmente en la confesión de mi humana incapacidad de completitud. Una vida nos lleva ponernos de acuerdo sobre lo que completa, eso que falta o aquello que sobra. Todo libro, como éste entonces, pasa a ser aporte para una posible definición de género, lenguaje y poesía. 
  Concluyo con un fragmento de mi amigo español, guía poética permanente de estos últimos años, don Miguel Veyrat, que continúa escribiendo como yo, sólo que él –con “otra cuadratura de horizonte”- lo hace en Sevilla.
         Uno nunca sostiene a otro
salvo al entregarle su angustia envuelta para
regalo en papel azul como agente
y frontera del Logos —en la memoria escrita
del Abajo. Restos de lenguaje sin
aliento, pecios que regresan a lo real: más allá
del principio de placer, la angustia 
siempre será aquella respuesta que no engaña.

Presentación de "Cuadratura del Horizonte", en El Argentino, Bar. Diciembre 2017



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