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12 de marzo de 2019

En torno a la corona II





en torno a la corona II

  Es extemporánea la nobleza. El vasallaje a nobles es en este tiempo, al menos extraña.  Y toda servidumbre, por supuesto, es siempre bochornosa. Creo que por eso resulta atrayente e ilustra la serie inglesa The Crown, lanzada en 2016, que ya lleva rodadas dos temporadas.  Su autor, Peter Morgan, ha puesto foco en los personajes principales de corte y gobierno, además claro de los centrales: Isabel Segunda y Felipe Duque de Edimburgo. Se los ve como personas comunes encadenadas a las exigencias del protocolo, y no siempre bien asistidas por políticos avejentados, débiles, o en el peor de los casos, enfermos.
  Además, nunca mejor oportunidad para profundizar el conocimiento del enemigo. Así, repetía Raúl Scalabrini Ortiz –y Perón valoraba su consejo-, nos mantendremos mínimamente protegidos, en un país que ha recibido ya más de una docena de invasiones inglesas.
  Son interesantes los retratos que elaboró The Crown, de los tres Primeros Ministros que formaron gobierno en los diez años inaugurales del reinado de Isabel II. De los tres, el más conocido es Winston Churchill, que gobernó bajo los laureles del triunfo aliado en la segunda gran guerra. Personaje a propósito del cual caben todas las ironías. Su poder se fundó en la oratoria y ejerció marcado verticalismo sobre sus correligionarios conservadores durante dos períodos de gobierno. Pero a este Sir Winston, ni por poesía ni por prosa,  sí por supuestas sangre, sudor y lágrimas, se le adjudicó uno de los más inexplicables y escandalosos nobel de literatura. E hizo públicos sus merecimientos (o mejor dicho inexistentes créditos), cuando irónicamente sugirió que se le otorgaba el premio por su protagonismo en el triunfo aliado. Actitud que en suma quiso significar: no soy tonto… sé que no lo merezco y que me premian por otra cosa. Y no podía ser el Nobel de la paz, por cierto, ya que había ordenado ejercer la ley del talión con los bombardeos en Berlín que cobraron cuantiosas víctimas civiles, precio quizás para solventar tantos británicos muertos por la aviación y las V2 alemanas. De manera que fue el Nobel de Literatura.
  ¿Reconocía en su aceptación el sire Winston que para ser escritor le faltaban kilates? ¿O se valoraba entonces el relato y crónica históricos como literatura? Reconocimiento, este último, que aún hoy se encuentra “verde”.
  En las escenas finales del último capítulo de The Crown dedicado a Winston Churchill, Peter Morgan nos presenta al Primer Ministro renunciante que prende fuego al retrato con que la Cámara de los Lores lo ha agasajado al fin de su mandato. En él se ve tan viejo y caduco como en realidad está. El sire no lo admite, ya que siempre pretendió atribuir para sí la lozanía e impertérrita belleza que se admira en la corona británica. Un maestro de enmascarados, con tantas caretas como le fueron necesarias. Un hipócrita como pocos.

Un poema escrito por el ex primer ministro británico y Nobel de Literatura Winston Churchill, el único que le ha sido atribuido en edad adulta, no encontró comprador en una subasta celebrada en Londres. El poema encontrado por casualidad y hasta hace poco inédito, había sido estimado por la casa Bonhams en 23.000 dólares. La pieza, titulada “Our Modern Watchwords” y de 40 versos, fue escrita por Churchill cuando era un joven oficial del cuarto Regimiento de Húsares
británico y tenía unos veinticinco años de edad, antes de 1901, según Bonhams. Se trata de un tributo al Imperio Británico, en el que el autor lista algunos de los frentes extranjeros en los que su ejército trataba de avanzar en aquel momento, entre ellos ciudades de China, Japón y Nigeria (…). El poema subastado hoy es el único escrito lírico conocido de Churchill, primer ministro conservador desde 1940 a 1945, y de 1951 a 1955, a excepción de “The Influenza”, que compuso cuando tenía
quince años y con el que ganó un concurso escolar. Roy Davis, un coleccionista de manuscritos de Haseley, en Oxfordshire, fue quien descubrió este poema, cuya calidad literaria, según reconoció, no está al nivel de la famosa oratoria de quien fue primer ministro británico durante la Segunda Guerra Mundial. La excelencia de sus discursos, así como su “dominio de la descripción histórica y biográfica”,
le valió a Winston Churchill en 1953 el Premio Nobel de Literatura de la Academia Sueca.
Fuente:http://emol.com -10.04.2013-



(c) Carlos Enrique Cartolano. Recuerdos del olvido, 2018

Ilustración: Sir Winston Churchill ...

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