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2 de marzo de 2019

muelle como ...




  Muelle como el muslo de una mujer, así fue la existencia anterior. Ahora se trata de la segunda acepción. Este tiempo es un puente que conduce al hoyuelo de zozobra y al ahogo. Pregunto si es líquido el final, digo por hundimiento,  o si acaso se trata simplemente del bloqueo aéreo. En la sala  de oncología, murmullan en torno al enfermo. Se han extendido veinte camas, de uno y otro lado, que separan cortinas plásticas transparentes.
  La esperanza se consume junto al olor a podrido. Porque las escaras no comprenden con qué propósito continúan cambiando a los moribundos, aislando los colchones con nylon y postergando los últimos dolores. Ellas sólo huelen advirtiendo de cuanto todos saben. Y el dueño de piel contrita viaja ya sin término aparente. Los que vienen de afuera sólo apelan al epitafio: esa palabra autorizada que establezca límites.
  Pregunto si hoy resuelven. El agua mineral se ha entibiado en su botellón y una mosca más negra que las comunes recorre la almohada. Por el fondo del pasillo avanza un médico con tres jóvenes en torno, y en pocos minutos más estará junto a mi cama para impartir su práctica.
  En su diccionario sólo hay una acepción para muelle: la superficie incómoda desde la que nadie retrocede y todos saltan al vacío.

(c) Carlos Enrique Cartolano. Pajareras imaginarias, 2018

Ilustración: Horacio Obaya (c)


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