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7 de marzo de 2019

Intemperies...




  Intemperies de la conciencia es un oxímoron, sin duda. Las intemperies son para la expresión pública; esto es más cierto hoy que en días anteriores. La conciencia, en cambio, es por lo general íntima; respira bajo techo, en interiores. ¿Qué herida, o suma de ultrajes sellan mi boca con cicatrices? Esto que tironea por fuera impide encender luces del lenguaje; demoro largas horas en verbalizar, muchísimo para lo que miden mis tiempos habituales de escritura.
  Como si tuviera que mojarme los labios, permitirles estirarse y rejuvenecer. Tarea ímproba sin dudas, consciente de los antecedentes que transporto en mi vertical, con creciente curvatura de espaldas. Además mi boca, que es única, parece necesitar ahora su alter ego (como dos ojos, como otros tantos oídos…), porque mientras preparo un texto sobre el desenfado inglés en nuestra historia, no puedo dejar de contemplar qué sucede a la intemperie, y explicarme cuál es el paisaje con que lidio en interiores. Y estoy convencido de que las tres cuestiones son paridas por sólo un almácigo.
  Digo que respiro y me ocupa el mundo; lo que penetra es caos puro, difícilmente ya derive en laberinto, alumbre una salida, menos que menos dos ventanas de escritura. Estoy frente a la bestia, y no veo a nadie que me defienda desde la margen opuesta. La corriente es turbulenta; este es un tiempo de rápidos.
  Por igual me duelen presente y recuerdos… Como si quien me hiere fuera a un tiempo daimon y genitor. Otro artista fuera de mí, que baraja páginas en blanco. Yo mismo con tiempo ausente, sin marco. Sin palabras, pidiéndole refugios al olvido.

Pronunciamiento popular
(c) Carlos Enrique Cartolano. Pajareras imaginarias, 2018

Ilustración: Cadena 3 (c)

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