147.
Otra vez el
itinerario Corinto-Delfos-Tebas, y después la peregrinación en tinieblas de
Edipo. Nuevamente la pitia me habita a través del film de Pier Paolo Pasolini
que vuelvo a presenciar –ahora con calma, más fina observación, y esta
inapreciable posibilidad de ir adelante y volver al inicio el Edipo digital de
recientes tecnologías de reproducción–.
La esfinge
anuncia los abismos de su matador, pero no existe aquí acertijo a responder,
hay una misma espada que resuma sangre al cabo de seis muertes, y resulta al
fin ilusoria la liberación en Tebas. Yocasta es amante y madre negadora, pero aquí
es, además: boca, ojos y nariz de Silvana Mangano, esta de prodigios en
corazones y entrepiernas, aun en su rol de ahorcada.
Las
profecías de Tiresias, la sangre que chorrean cuencas vacías, la vuelta a
nuestro tiempo de ciego y nuncio, nos colman con el más meneado de los mitos.
Sin dudarlo, digo, en la mejor versión que conozco.
Mi madre falleció cuando yo
contaba solo diecinueve años.
Mi padre había fallecido a mis diecisiete. Como huérfano relativamente temprano el mito me acompañó durante la mayor parte de mi vida. No digo que fuera marcado por él, sino más bien que razonaba a partir del mito, interpretando situaciones y personajes familiares. A Silvana Mangano la aprecié desde muy chico, cuando pegaba en mi álbum de artistas las fotos de Arroz Amargo (1),
(1) 1949, Giuseppe de Santis, con Vitorio Gassman y otros.
(c) Carlos Enrique Cartolano "Scherzo", 2021
Ilustración: Mangano
No hay comentarios.:
Publicar un comentario