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23 de abril de 2019

Realidad. Quién ...



  Realidad. Quién sabe. Mirada y su producto, la palabra: aquí todos pueden, pero antes deben comprender. La ecuación estética, ese tumor alojado en el cerebro, es distinto en cada cual, mantiene el tamaño de un grano de maíz, o se expande hasta alcanzar ambos globos oculares. Shae De Tar, lo ha educado fuera del cerebro, y lo ha prodigado, aunque cada noche vuelva a introducirlo al cobijo de su natural evolución, lo amure cercano a las caricias de otras miradas afines, prodigiosas.
  Ella se mueve del mainstream al vintage, reinventa surrealidad, sicodelia y lo sensual, la verdadera regencia del corpus –su ser desnudo confronta-: brote en la piedra, leño floreado, fuente del agua, parte de chispa y pluma, inversión de color, migración aviar, semilla-flor-fruto-mujer. Qué de estas fotos sin la mano de Shae De Tar, su pincel y su paleta.
  Hoy quedé pendiente de tres fotografías intervenidas por la artista. Así consisto en los últimos poemas, esos de fin y cierre. Con la ya conocida sensación de una potencia para expresar algo indecible, dilatado en tiempo y descampe. Aunque con vínculos de lo generoso, múltiple.
  En una de ellas, el cuerpo se reprodujo a través del doble espejo, ofreciendo dos mujeres de piel y pelo azules y caras casi tan rojas como la pintura de sus labios. Me he sentido absorto ante la evidencia de la gemelitud presente en cada cosa, en todo recuerdo y toda sensación. Por supuesto también en cada persona, como lo está en mí.
  En otra, el tacto sobre un cuerpo de mujer convenientemente cubierta, alcanza dimensión fantasmagórica. De sombra, al menos. Se siente pesada esa caricia; el deseo inyecta vida y muerte en dosis semejantes.

  Y en la última, acaso la obra que más despierte en mí, una mujer viste de blanco transparente, atemporal. De pie, sin identidad porque carece de rostro, se ha detenido de espaldas al agua, mientras la población de aves la rodea invitándola a volar. Algunas especies parecen a punto de picotear el blanco escaso que encierra el marco: me refiero al centro de la imagen, el cuerpo de pie, inmóvil, atento a ciertas leyes de herencia y mutación.

(c) Carlos Enrique Cartolano. Pajareras imaginarias, 2018

Ilustración: Shae De Tar (c)

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