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9 de abril de 2019

Borges execraba ...



    Borges execraba cópulas y espejos, quizás perseguido por el daemon de la multiplicación. Puedo comprenderlo. Pero cuando llego ocupado por murmullos de la multitud, porque durante seis semanas me perforó sin pausa el idioma de distancias (pregunto qué otra cosa es el poema), escucho a Cuttica Eugenio (1957: Buenos Aires, Nueva York, Milán), próximo, a la vez distante, y agradezco la repetición, esa plegaria. Él dice oración, que es murmullo devorando lejanías. Y lo acusan de ilusionista, de buscar texto en wikipedia, de guglear el poder femenino que aquí no encuentra, de copiarse del mar con las niñas de un oleaje que no acaba en Mar del Plata.
  No puedo responder más allá de la sensación, que en mi piel brota todavía pese a sumar diez años más que don Eugenio. Yo me quedo con las piernas de Anita, las extremidades múltiples de anitas transparentes, iluminadas, huecas, desde insinuación hasta evidencia. Y pregunto si esas piernas no son las del poeta. Cuando permiten descubrir belleza más allá del trigal, del humo, o conjunto de opinión, o paisaje remanido, exterior evidente digo. Acaso las piernas (con la silla) son propietarias de la imagen, pregunto, y me respondo: el mirador y la mirada, el ojo del dios que perdimos hace mucho, la oportunidad de levantarlo con el cuerpo. En el mar, en el aire, en la palabra, o el color.
Cuttica en Mar del Plata, al cabo
de otra compulsa


(c) Carlos Enrique Cartolano. Pajareras Imaginarias, 2018

Ilustración: Eugenio Cuttica (c)

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