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9 de abril de 2019

Al servicio del dios





    Charles creció observando el cielo; traía consigo la estirpe de su padre, el almirante William Henry Smyth, quien lo sembró napolitano haciendo madre a la soñadora Annarelia. A sus dieciséis observó, desde el Cabo de Buena Esperanza, el Cometa Halley,  y aún como asistente de Thomas Maclear, también hizo honores al Gran Cometa de 1843. Desde muy joven, Charles Piazzi Smyth experimentó la vocación de un elegido y se preparó para responder a las preguntas básicas del hombre. Supo del estrecho vínculo que relacionaba el objeto de sus estudios con los fundamentos del poder occidental. En 1845 fue nombrado Astrónomo Real de Escocia, con sede en el observatorio de Calton Hill, y profesor de astronomía en la Universidad de Edimburgo. En plena luna de miel en Tenerife, descubrió las bondades de la atmósfera limpia. Y junto a su compañera Jessie, ya no dejó de fotografiar.
  A sus cuarenta años, el batallador Smyth había vaciado el cielo, y supuso que los mares estaban soberanamente bien ocupados o trazados, desde su padre en adelante. Por lo que volvió a la superficie terrestre y se dispuso a interrogar a Giza y sus pirámides. Para ello, viajó a Egipto acompañado por una cámara especial que le permitió fotografiar el interior de la gran pirámide –porque pudo iluminar sus disparos con magnesio-. Y entonces creyó poder contestar quién la construyó y para qué… Al explicar los nuevos conceptos de pulgada piramidal, pinta,  sagrado codo y temperaturas del monumento egipcio, publicó su libro “La Gran Pirámide”, texto fundante de la piramidografía, que desencadenó la piramidología. De paso hizo acción necesaria al despojo de tesoros egipcios, favoreciendo el interés por visitar el Museo Británico de Londres.
  A partir de entonces, trabajó noche y día, para alzar una cruz sobre el vértice de la pirámide. Tal fue su monumento mortuorio en Saint John de Sharow, cerca de Ripon. Porque el poder del hombre –que por conveniencia o descargo él atribuye a su dios- todo lo devora.


… Sobre la base de sus cómputos, Piazzi Smyth confirma el famoso año
4004 a.C. como fecha de creación del mundo según el Génesis.
Y en función de la longitud de ciertos pasillos de la pirámide, tampoco se priva de verificar las grandes fechas de la historia sagrada. Incluso llega a pronosticar la fecha de la segunda venida de Cristo, primero para el año 1882, luego para 1892, y más tardeen varias fechas más, hasta 1911. Uno de sus discípulos más famosos será Charles Taze Russell,
fundador de los Testigos de Jehová. Sin embargo, no tendrá ningún éxito en cuanto a la fecha efectiva del Apocalipsis…
Philippe Delorme, en Teorías locas de la historia (Edición en castellano - 2017): sobre la edición de “La Gran Pirámide”, 1859

(c) Carlos Enrique Cartolano. Recuerdo del olvido, 2018

Ilustración: My Bcic (c)


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