218.
Esta
es la enumeración de heridas y armas causantes. Un tajo de cimitarra en el
vientre superior; mide unos veinte centímetros. Un disparo de mosquete en el
costado derecho –de aquí pendía una de las descargas de líquidos–. También
diferentes desgarraduras a ambos lados del vientre, que atribuyo a invasores
venusinos convivientes, que abundan en los quirófanos. Después, el cirujano me dijo
que allí se enterraron la luz y la cámara. Y en manos, muñecas y brazos:
disparos de cien dardos que arborizaron con azul la transparencia. Hay heridas ocultas
a la vista, como las de cuerdas vocales dañadas por el entubado.
Los
sentidos recuperan paulatinamente su temperatura. La mente está a salvo. El
poema retoma la senda de mi anhelo.
Hubo aviesas
traiciones de la herida principal y sus costuras. Emergentes incómodos, que
sobrenadaron los diluvios de interior. Los cuidados prosiguieron, después en mi
dormitorio, aunque sin lograr la
asistencia de mis médicos, cuando ya en vísperas de la emergencia sanitaria,
solo logré la colaboración de prácticos circunstanciales. Siempre presente, mi
amor de pareja compartió angustias inocultables.
(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021
Ilustración: Fogonazos (c)
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