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Los anaqueles repletos de lecturas, y una nómina de estantes que en
breve necesitaré. La caja forrada donde apilo papeles con lecturas que extraigo
de la red, e imprimo para usos múltiples. El conjunto es la biblioteca dicha –Jorge Luis Borges–, porque el acento está en
la voz, y solo después llega la escritura. Ida y vuelta en la oralidad, el oído
atento a cuanto suena en derredor: los recitales, las grabaciones, una moda del
audio libro, que aquí esperamos todavía.
Aunque muchos no lo crean, primero hacía fe la palabra; mucho después
dijo el latino verba volant, y los
documentos nos esclavizaron.
Acaso ahora, cuando
me confino, la tecnología me propone un vuelo de palabra que alcance gloria al
compartirse. Algo, digo, que supere perezas del lector, precios de impresión, descrédito
de editores. La compañía de imágenes me convence; todos necesitan ver antes que
escuchar.
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