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27 de enero de 2022

Estoy en una mesa ...




 

5.

  Estoy en una mesa del fondo. Un dios de sangre y huesos infla odres con alcohol. Este cuerpo es mío aunque a veces no lo sepa. Ojos y oídos intoxicados, cuando la realidad multiplica espejos en los que no logro contemplarme. Yo, este que así me llamo, no fotografío: pertenezco a una magnitud de manchas blancas o negras, con la más completa escala de grises en medio.

  Un hombre me habla a la distancia; está en la mesa vecina y no lo escucho. Como yo mismo, este hombre es abrasivo y progresivamente fungible. No se mira; no me miro. Se pierde; me pierdo. No ve un dios en él; a veces me cuesta verlo en mí si no bebo.

  Ahora su dios, parecido al mío, se asoma al peligro de los despeñaderos. Su cabeza cuelga de la silla y sus pies están arriba. Los poderosos se aprovechan de los desequilibrios; de los del hombre que sigue a mi lado y de los míos. Es que ellos tienen un dios aparte, dicen: un dios que los acompaña por fuera de sus cuerpos, como simple sombra. Mata por ellos, miente por ellos, esclaviza y viola por ellos. Lo veo venir hacia mi mesa: es, y son Asmodeo, Belfegor, Mors, Macaria, Dis Pater en solo uno; lleva pelucón amarillo.

  Entonces le pregunto a gritos al otro, si acaso me tomó por tonto.

Los líderes me resultan extemporáneos. Son imagen de la irrealidad, monigotes peligrosos, así los pienso. Debemos rebelarnos. Cuando comunico estas valoraciones, resulta habitual que me quede solo.

(c) Carlos Enrique Cartolano. Scherzo, 2021

Ilustración: The dreaming metal museum (c)

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