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11 de noviembre de 2007

ANDAR Y TESTIMONIAR

Un viaje -más de cuarenta años atrás- signó mi vida. Desde entonces viajo diariamente. Para regresar, no para huir. El tiempo hace deseables los regresos porque altera los objetos del recuerdo, transportándolos más a lo imaginable que a lo real. Y en algunos casos, aún a lo inimaginable. También éstos son viajes paralelos: los del sueño, los del recuerdo entrañable. Se parecen a los ríos caudalosos que surcan el planeta partiéndolo en sectores enfrentados, dispersos y segregados. El curso de las aguas no cesa. Y el trabajo de recomponer las partes del cristal astillado parece interminable. Esa tarea es el testimonio.

La trampa de arena, mi primera novela, es una historia de vidas paralelas, desarraigo, persecusiones y discriminación. Se desarrolla en Punta Alta, mi pueblo natal, pero también en Bahía Blanca y en Buenos Aires. Cuando Enrique Lauría regresa al pueblo pocas semanas antes de las elecciones que llevarán a la presidencia a Héctor Cámpora, se encuentra con su amigo de la infancia -Esteban-, ahora militante político, y con el profesor de historia que continúa siendo su mentor -Fermín-. Los recuerdos infantiles, las experiencias comprobadas de sus mayores, el peso de la base naval de Puerto Belgrano sobre la vida de la comunidad y el germen de los sucesos que se avecinan, son detonantes de un cambio de actitud del personaje. Esteban es perseguido y se refugia en Buenos Aires, donde milagrosamente elude su detención en tres oportunidades. La hija de Fermín -Mercedes-, victimizada en La Escuelita de Bahía Blanca, es asesinada en un enfrentamiento simulado. Las historias de otros jóvenes que llegan a Punta Alta y son ilegalmente detenidos en el centro clandestino de la séptima batería, torturados y asesinados o desaparecidos, se suman a la trama. Enrique vuelve en 1982 a Punta Alta, tras la muerte de Fermín. En ese momento, otra generación de argentinos es injustamente expuesta en Malvinas. La novela verá la luz en 2008, de contar con editor.

Un anticipo de ¨La Trampa de Arena¨:

... Le señalaron un recuadro que había quedado al descubierto al retirar uno de los trinchantes del comedor. Un surco de un metro por un metro aproximadamente, trazado sobre la madera del piso, casi imperceptible aún retirado el mueble, marcaba el ingreso al tan citado aunque inhallable sótano de los Lauría. La tapa se levantó haciendo presión sobre el extremo de la cara opuesta a la pared, dejando a la vista una espesa malla de telas de araña y permitiendo ventear el aroma del abandono y de la desolación. Entonces, ambos sentimientos parecieron concluir.

Cuando se despejó el acceso, se trajo una escalera que permitiera descender y se prepararon linternas, pudo comprobarse que el sótano estaba muy bien aislado, y parecía haber sido destinado a guardar cosas de alguna importancia. Ocupaba lo que era toda la casa original de los abuelos Lauría y una parte de la casa contigua -la de la infancia de Quique- y que anteriormente fuera la casa de los tíos Luisa y Nicola. No era muy alto; seguramente no llegaba al metro con ochenta.

-Cuando se tienen cosas por decir, parece natural encontrarse de pronto con el continente de las palabras. Seguramente eso significó para usted el sótano, reflexionó Fermín.

-No sé. Me parece difícil encontrar eso que usted llama continente de la palabra. En la poesía puede ser seguramente una mujer, una tarde soleada o una noche solitaria. Pero en la novela, realmente no sé.

-La realidad, Quique. La realidad. Algo que parece tan distante e inexplicable en momentos de crisis, de pronto nos lleva por delante y nos pide que nos detengamos y que participemos. Lo hacemos con lo que tenemos más a mano, que es nuestra identidad, nuestra pertenencia.

-Lo que creo entender es que no podría escribir sobre otra cosa que no fuera mi vida, mi pueblo; esta realidad que a simple vista parece pobre, incompleta y de a ratos agresiva, parece ser la materia de mi novela. Aunque fuera fantástica...

-Sí. La fantasía también se apoya sobre la realidad. No importa hasta dónde tergiverse, viole o falsee la realidad. Eso parece ser su novela... ¿O acaso usted va a contar exactamente qué fue lo que encontró en el sótano?

-Esa es toda una cuestión. Lo que encontré es de por sí bastante fantástico, dijo sonriendo Quique. -Pero lo más trascendente es lo que ese día encontré dentro de mí, no allí debajo, en la oquedad del sótano.

-¿Por ejemplo?

-Este sótano era el sagrario de la familia. Respetado en la leyenda familiar; desconocido y por lo tanto temido. Celado por los abuelos e inconcebible para mí. Ni siquiera se suponía dónde estaba. Dentro de él debía encontrarse todo lo que no podía ser explicado racionalmente, todo lo que alguna vez se había perdido, todo lo que mi familia o yo de alguna forma extrañábamos o deseábamos. De manera que el solo hecho de encontrarlo significaba disponer del hilo que permitiese atar prolijamente todo lo vivido en una sola historia. Tarea mayúscula, por cierto. ¡Ah! Y el sótano era además, el sitio en el que vivía el monacello durante el día.

-¿Ese era un duende, verdad?

-Sí. Una especie de duende familiar, propio de cada grupo, traído desde la Lucania, y con mucho de diabólico.

-Lo que mata arriba es la calor, gritó la señora número uno, mientras recogía en una amplia pala metálica la tierra que había bajado un momento antes de las estanterías del sótano. -Me gustaría quedarme a vivir en el sótano, que está fresquito. ¿No, don?

Quique asintió mientras le ayudaba a la señora número dos a subir el tercer cajón con cosas, al parecer bastante pesado. Era razonable pensar que el hallazgo era fruto de una cadena de muertos y olvidos. Luego de las muertes del tío Nicola y de la abuela, en 1958, se redujo a cuatro la cantidad de personas que conocían el lugar exacto de la tapa del sótano y que alguna vez habían bajado a él: el abuelo, la tía Luisa, el padre de Quique, y el tío Néstor. Tanto el padre como la tía Luisa murieron sin dejar herederos del secreto, y cuando murió el abuelo en 1970, el tío Néstor nada dijo del sótano y menos aún intentó abrirlo.

-¿Por qué tenía que acordarse del sótano su tío Néstor? Si lo más probable es que lo considerara un depósito de trastos viejos..., concluyó Fermín.

-Porque había allí cosas bastante comprometedoras para los Lauría. Ya a esta altura sin valor material, por cierto. Ahora con saludable peso emocional para mí.

-Usted me va a hacer estallar un par de neuronas si continúa cambiando de tema, dijo riéndose Fermín. -A ver: ¿qué fue lo que sacó del sótano?
...

2 comentarios:

Bruno Fernández dijo...

Que tal Enrique. Link su blog al mío. Saludos y buen 2008.

Jorge Ramiro dijo...

Esta bueno poder conocer diversos blogs que nos brindan informacion tan importante como esta. Por eso cuando quiero aprender nuevos temas, suelo buscar para realizar cursos a distancia en chile y de esta manera ir mejorando en distintas cuestiones