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20 de junio de 2011

Dos poemas

 

MI CASA ES UNA PARTE DEL UNIVERSO
 
por Alfredo Veiravé
 
Los que la vieron dicen que la tierra
es una esfera en el espacio, un planeta
más bien pequeño
del tamaño del dedo pulgar de los astronautas.
Yo no lo dudo porque he visto las fotografías
y porque ahora estoy a casi medio planeta de mi casa.
Lo mejor de todo esto es que en ese pulgar
también mi casa es una parte del universo.
Cómo no serlo si en el patio del fondo
hay un filodendro de gigantes hojas y también gusanos bajo
    la tierra 
aptos para la pesca, y ahora que me acuerdo
el olor de los helechos contra la pared
la cara de Delfina o Federico entre los árboles
y aquel canario que se nos voló de noche.
de Puntos luminosos, 1970
 
 
 
 
EL SAPO
 
por Alfredo Veiravé



Toda la poesía está “henchida de dobles sentidos” 

que resultan imposibles traducir:

Li Po en el otoño del 724 D.C. escribe un poema de 14 

versos sobre un eclipse lunar, causado, según la tradición china

por un batracio que vive en la luna y que de cuando en cuando 

devora un trozo del astro. 

El Emperador y la Emperatriz en el poema son el Sol y la Luna.

En el poema de Li Po, la luna representa a la Emperatriz y el 

Sapo a una favorita del Emperador; en el poema

el árbol que no da frutos denuncia la esterilidad de la Emperatriz

y el sapo 

las noches de amor de la cortesana, la parte 

que se comen mutuamente los amantes.

Toda la poesía está henchida de dobles sentidos, 

por eso se sigue utilizando al sapo en las pruebas de embarazo.





de Historia natural, 1980






Alfredo Veiravé. Nació en Gualeguay, Entre Ríos, en 1928. Falleció en Resistencia, Chaco, el 22 de noviembre de 1991. Entre sus libros figuran El Imperio Milenario (1973), La máquina del mundo (1976), Historia natural (1980), y Radar en la tormenta (1985).  Alfredo Veiravé vuelve a nombrar las cosas del mundo. A nombrar y a crear de nuevo, porque ese es el destino de todo poeta que entiende la poesía como una ceremonia inaugural. No en vano uno de sus libros se titula Historia natural y otro, cuya lectura puede resultar en extremo provechosa para quienes han andado otros caminos y han perdido la brújula, se titula El Imperio Milenario. Y para que no quede duda sobre el espíritu fundacional de esta poesía, otro libro de Veiravé se llama Laboratorio Central, guiño de homenaje al gran Max Jacob, pero nueva señal también, para que el lector sepa que el poeta continúa fiel a su delirante y eficaz propósito de que cada objeto, cada ser, cada paisaje y cada ámbito vuelvan a nacer aquí por obra de un milagro incesante que se llama poesía y que durará lo que dure el hombre sobre la tierra. Por eso Veiravé es, a mi juicio, uno de los grandes de nuestra época y de nuestra lengua. Para quien dude de que toda poesía de esta condición es una manera de orar, que lea los libros de Veiravé con el espíritu preparado para las más altas sorpresas. © Antología de poesía argentina, de Ketty Alejandrina Lis.

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