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21 de agosto de 2010

En Macedonia



Probable que Alejandro el joven
Interrogase al maestro
Desde su observación primaria
(humilde quiero decir despojada):
¿Cuál la materia/ el esqueleto
El fluido fundador
De la poética despierta en su candelero?

Y que el de Estágira –destruida todavía-
Descartase la imitación dramática
Como también probablemente
La palabra formal/ el eco
O la música del yambo
La disposición de la carne
Y hasta el poder del rey/ que es fatuo.

Es muy probable
Que Aristóteles bajase desde
Sentimientos bien altos. Del honor
El sacrificio y la entrega por otros.
Épica y elegía contuvo
Seguramente su respuesta:
Imitar diversamente
Crear el brillo a la criatura
Y hacer ver con ojos de poesía:
Jamás sofocados por polvo de años
Y distancia.

Y que en su maestría describiese
El susurro de pinos
O el murmullo de los dioses
La acústica festiva
Del templo de Hera con ninfas de soslayo
La profundidad del verde en la losa
Y el añil y el escarlata o púrpura
En la sucesión de escudos
Dispuestos frente a los arqueros.
Hasta quizás el temblor de un roce
Inesperado. Es probable.

Aunque sólo una sobreviviente
Navegó el fluido de esa tarde
Supuesta en Macedonia de lámpara
Clara y pupilo encandilado:
La palabra. La palabra. La pa-la-bra
Que define amor y respeto
Y santo temor y persistencia
Del cultivo y frescura perenne
Y verdad y regreso y primavera
Entre las manos. Y dijo:
Porque otros caminos llevan
Al ritmo/ a la armonía
Deja que la palabra muestre cómo
Todo es nuevo y sorprendente.


(c) Carlos Enrique Cartolano. De A ojo y de oídas, 2010-2011




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