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16 de enero de 2020

Confesión que ofende...




  Confesión que ofende: la de un juzgador. Experiencia dolorosa, porque abusa al sensible, revela aristas del juicio sufrido, transparenta directivas de quien paga salarios, o copia posturas ideológicas impensadas en un juez.
  No pueden sentar a la poesía en el banquillo. ¡¿Quién podría imponerle sentencia de exclusión?! La poesía crea o no, es factor de mutación o no, subvierte o no, sopla pureza o no, dice diferente o no, es única o no anima en el poema. Juzgarla supone su desnaturalización –devolverla al simple texto–, a todos los no, a lo anodino. La poesía carece de jueces naturales. No se le conocen juzgadores que logren violar intimidades de cuantos con ella vibren y renazcan.
Juicio imposible


(c) Carlos Enrique Cartolano. Pajareras Imaginarias, 2019

Ilustración: Sekigan (c)

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