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29 de diciembre de 2015

Lenguaje poético intenso y evocador



Acerca de “Apología del viento” de María Cristina Di Lernia


  Había supuesto la dificultad propia de este libro importante, por cierto intenso y extenso, en el pleno sentido de esas cualidades. Por eso fui planeando durante varias semanas alternando poemas, y después hice dos lecturas completas. Acabo de concluir la segunda y creo que mis juicios sobre la poesía de “Apología…” han madurado lo conveniente. Claro, sin que ello sea garantía de aciertos, ni aún de beneplácito de la poeta. 
  Casi sin quererlo utilicé “maduración”, tal una de las características de los trabajos contenidos en este volumen. Largamente esperado, largamente anunciado, pacientemente tejido por su autora; maduro, y por ello jugoso, intenso y extenso como dije al comenzar.
  “Apología…” consta de seis secciones o series de poemas. La primera de ellas, si verdaderamente se trata de “Poemas Secretos”, consiste en una violación del eventual “secreto”, ya que aquí encuentro franca apertura expresiva, tales como  en “Juro”:

… esta costilla
ha dolido desde el génesis
y habrá que extirparla
un día cualquiera,
sólo para que el corazón
disponga de un espacio
apropiado
a la tensión de sus latidos (Pág 17)

  La poeta enamorada busca espacio para que su corazón reboce en paz; esa su realidad, pero también devela deseos:

… Quiero la tarde en la que el páramo
huele a paraíso
y la espesura
desde la sombra urde el destino… (“Quiero”, pág 18)

  Impecable uso del lenguaje, sintaxis clara y limpia, absolutamente directa si es que algo puede ser catalogado de simple y directo en esta poesía de arterias tensas. Destaco aquí la belleza de los siguientes versos de “Dosis”:

… Siempre que no lleguen
los paseantes de a veces
que se instalan hasta disolver mis equipajes
y parten… (Pág 19)

  Como puede notarse, voy página a página anotando pasajes que considero de absoluta importancia. En rigor, merced a mi recurrencia al texto, han quedado pocos poemas donde no haya señalado algún verso o conjunto de versos. Con afán de síntesis, omitiré algunas de mis observaciones. Diré que considero valiosísimas la serie de imágenes de “Las otras” mujeres que coexisten en la poeta, esas…

… concilien los reclamos de mi sangre
y suelten sus sacos
de buitres o de alondras
y cabalguen sobre el fuego
de las vírgenes rotas de amor… (Pág 21)

y que valoro el tratamiento de la conjunción carne/ espíritu de la presencia poética, patente en todo el libro, y especialmente en este pasaje de “Cruz”:

sobre este cuerpo que casi reconozco
de tanto andarle adentro… (Pág 29)

  Hacia el final de la primera serie, considero central el poema “El lugar”. Aquí, la poeta se plantea la razón del “ontos” desde la “estancia”, es decir la potencia de “el estar” para echar raíces y gestar la esencia personal. Un licor añejo seguramente…

Hay un lugar
del que puedo volver sin olvidarme,
y regresar
cada vez que sea necesario parir la vida,
retomar esta carne,
esta manera de andar por el mundo,
sin olvidarme.

  La poesía, se ha dicho, confirma que el olvido no existe; la experiencia poética sinfín reitera la vida depurándola, la aclara y alivia.

  En la segunda serie, María Cristina Di Lernia, refiere a los “Poemas del Amor”. Y puntualizo desde ya que la poeta no es una mujer que llora; al contrario, parece ser una heroína que vuelve victoriosa de toda batalla. Es una mujer fuerte, y lo demuestra verso a verso en esta serie de poemas de amor. Hace poco, un poeta español expresaba en una red social su hartazgo por “los mocos” femeninos. Más allá de acordar o no con esta expresión, o con razones de un eventual cansancio, debo destacar que la postura de la autora de “Apología…” es novedosa entre nosotros, y se vincula con la mejor poesía de “resistencia de género”, representada entre otras por Gioconda Belli. Una mujer fuerte que da la espalda siempre, que combate el humo y mira a los ojos…

“… Puedo, desde el entrecejo de la loba,
herir de muerte las cenizas, enterrarlas…”

Aunque:

“… Puedo también el amor.
Puedo”  (“Puedo”, Pág 38)

  La fortaleza femenina permite a la autora limpiar el terreno, ver con claridad meridiana, aunque con la necesaria dosis de ternura:

“… la voracidad de las uvas
la vez…
la otra vez del cielo con las manos,
la otra vez de los pies en el infierno” (“Volar”, Pág 40)

  Y también en estas imágenes de las más bellas del libro:

“… cuando el alma
rebalsaba el corpiño de la noche
y la verdad era simplemente un pájaro
un hijo inconsulto de la tierra
la sed
la vez primera.” (“Magia”, Pág 45)

  Vuelvo a saltear multitud de notas, paso por sobre uno de los mejores poemas del libro: “Deserción y milagro” y me detengo en el que considero central en esta serie: “Sobrevivirse”. Está explícito aquí lo que comentaba al principio, acerca de la fortaleza femenina y la poeta “heroína”:

“… cruzar los límites y andar
como un héroe anónimo entre las barricadas
contra la destrucción y el mito.
Mientras allá lejos, como un alfil sin condiciones ni raíces
que sucumban,
nómade desde siempre,
aventurero sin huellas ni vestigios,
deambula, simplemente, el amor.
Lejos de la permanencia inconclusa
en la que se hunde cada vez el desacierto
hasta tocar el fondo del abismo
y regresar,
ciento por ciento
a sobrevivirse,
malherido y entero”. (Pág 55)

  La tercera serie de “Poesía Insomne” encuentra su climax en “La Piedra”, un poema depurado, redondo, de perfecta expresión sustantiva y verbal:

“Hay una piedra. Siempre.
Entre las rodillas de la luna. Siempre.
Bajando por las trenzas de la tarde. Siempre.
En cada uno de todos los caminos.
En el idioma de los sabios.
Detrás de las cortinas del verano.
Entre las manos de los vivos.
Debajo de la almohada de los muertos…
Siempre”. (Pág 70)

  Hasta aquí, en mi opinión lo más notable del libro. En la serie de “Poemas alucinados”, he preferido el dedicado por la autora a su progenitor; allí se formulan larguísimas preguntas que ponen a prueba el arte de la escritura de María Cristina Di Lernia. Por supuesto, con resultados óptimos:

“… ¿Quién sostendrá mi aullido
y acallará tanto frío animal
tanta tristeza?
¿Con qué voz destejeré el pan
y soltaré el dolor
ahora que tu frente es celeste
y me lleva de ronda
hasta tu podio de algas,
hasta tus ojos de cielo demorado?...” (“En memoria II”, Pág 86/87)

  En “Poemas por la tierra”, me he quedado con “Culpable”, de notoria actualidad y franco rigor:

“… Quiero saber su nombre
qué bandera oculta sus discursos
si su descanso perturba a las naciones
si alguna vez sufrió cosechas en su sangre
si asistió al funeral de una gaviota
cuál es la estatura de sus ojos,
cuáles son los espejos de su rostro…
quién oculta su firma…” (Pág 94)

  Finalmente en los “Poemas acontecidos” la autora se dirige a los poetas, a su ciudad, al Atlántico –nuestro mejor vecino- y finalmente a su nieto, a quien nombra heredero en la siembra verbal:

“… Entonces, es necesario que crezcas hacia adentro
para que no olvides
la condición labriega
de esta humanidad de imponderables…” (“Canto para Tomás”, Pág 104)

  En suma, un libro que debe retenerse en la biblioteca. Alto estándar de calidad literaria, elevada exigencia de la autora en su escritura, notable equilibrio y contenido homogéneo. Destaco, finalmente, el acierto en la elección de los epígrafes cuya existencia es autónoma, y a la vez integran el contenido del libro sumando emoción.

Carlos Enrique Cartolano
27.12.2015





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