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15 de agosto de 2011

Tres poemas sobre odas de Horacio




1. Viajes

Nihil astra praeter
Vidit et undas
(No se ve más que estrellas
y ondas)
Horacio. Odas III, XXVII

Quién sabe si en partidas
O tras la fortuna del destino conté
Y reconté esos mil olivos
Alzados entre piedras al fondo del telón
Y desde el riel que tensa su velocidad.

Algunos crispados apuntan al vacante
Espacio del dominio público. Otros sumidos
Sobre la piel del planeta (epidermis áspera
por cierto) flexionan sus humanidades
Vegetales ovilladas/ Desovilladas hasta el infinito.

Así también el viaje. Deslumbrante
Y monótono a la vez. La naturaleza
Puede siempre descifrarse desde la ventana
Sin ovillos. Sin caracoles
Ni vueltas ni engaños. Sin cortinas egoístas.

El inexperto/ Parcial e impotente: ése es el ojo
Avizor críptico. Cristal de mentiras y estafas:
No ha completado su ciclo con el hombre
Viene confeso de culpa. Anda perdido sin remedio
Y no alcanza a ver sino árboles y piedras.


2. La marca

No te está permitido (…)
explorar la frontera en que los dioses
detendrán (…) tus días y los míos.
Horacio. Odas I, XI

Será un punto en la piel. Un gesto tardío o un perno
Que oprimir u olvidar erguido. Algo que convocar
O eludir: una línea que separa hechos visibles
De recuerdos. Ardor de sedas. Quietud y agitación.

¿Este estar visible y ser sobre la silla
Del estar entre letras o ser detritus de quimeras
Es frontera del tiempo sensible? ¿O es compartimentada
Memoria del mar universal en constante avance?

¿Quién mira desde una marca en el tiempo
Y quién se deja contemplar? ¿Quién tensa el arco
Es dueño del dardo? ¿O acaso son desconocidas
Estas manos que escinden vida de muerte al avanzar el día?

3. Colores

Con pie imparcial golpea la pálida muerte
en la morada del pobre y del rey ¡Oh Feliz Sestio!
Horacio. Odas I, IV



Nada te sorprende Quinto Horacio Flaco
Nacido en Venusia Potenza en tierra de lobos
Ni siquiera que compartamos raíces como interiores:
Claro que los tuyos llevan iguales crepúsculos
Que instantes parpadeaste.

Y alumbran mi corazón en cambio
Tantas resurrecciones como pueden contarse
Amores de sobrevuelo y también celestes
Despojados de piel y sin embargo apasionados:
Felizmente todo me sorprende todavía.

No corrió un río por tus venas ya que en Roma
Se arrojaban al Tíber deudores y rebeldes
Por tornar más placentera la existencia.
Y aunque el verso fuera áureo argumento
La espada y la muerte condenaron al poeta.

Yo en cambio canto a favor de todo río
Ignoro la palidez que de la muerte tanto mentas:
Pueden sumarse brillo de guijarros y riquezas interiores
Amaneceres con gorjeos. Piel de tigres sometidos
Con voluntad divina y esperanza.

(c) Carlos Enrique Cartolano. De Brida, 2011.

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