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22 de abril de 2011

Viernes Santo 2011


¿Viste a Claudia?


Trenzar sus cabellos, cubrirse con uno u otro lienzo como eligiéndolos, frotarse las manos y las plantas de los pies para acostumbrarlos a una seguridad representada. Cuando todavía los patios no se despoblaban. ¡Si! Cuando eran más los que corrían hacia la plaza. La vi con un anillo aferrado en su mano derecha, fuera del anular, claro. Abrazado.

Claudia había recibido esa piedra morada como señal de amor; yo la vi. Así él advertía por segunda vez que aceptaba sus deseos; que no había estado errada acompañándolo al extranjero, allí donde una mujer nunca sigue a un funcionario de gobierno si la recta costumbre se cumple. Pero ya se sabe; una mujer sueña y profetiza. Interrogaba al anillo. Yo la vi. Desesperándose porque  los esbirros de su marido recorrían las calles requisando y cautivando a los seguidores del enjuiciado. Y la vi quejándose de políticas ordenadas por la mentira y el miedo. Porque el poderoso, como es sabido, disfraza sus errores con medias verdades.

Claudia se puso en camino cuando la advirtieron.  Ella –rumoreaban- conspiró a espaldas de su marido con los mismos perseguidos.  ¡Qué disparate!. Yo mismo la vi.  Deslizarse por la ciudad como un fantasma vaporoso, llorosa, aferrando la esperanza de que ésta no fuera la última de una vulgar colección de traiciones.

Y yo la ví a Claudia Prócula, nieta del César, descorrer con desesperación los cortinados de la casa de gobierno, en el mismo momento en que su marido, Poncio Pilato,  se enfrentaba al bramido de la multitud y respondía: ¡Aquí tienen al hombre!




El precio

Aunque amanecida la luz del viernes, las monedas sin dueño continuaron color noche y reflejaron sangre y negro. Cuando los doctores descorrieron el cortinado el hombre, manos de tizón y corazón envenenado, se alejaba de todos y de él mismo. – Compraremos campos, dijeron – Estas no son tesoro, no tienen dueño, consideraron. El hombre se detuvo y ajustó el nudo: ¿Por qué le puso precio a la traición, si no le interesó el pago? ¿Para qué busca un árbol si rechazó la cruz?

(c) Carlos Enrique Cartolano, de Hormiguitas operarias, 2010-2011

2 comentarios:

Marina dijo...

Me encantaron, éstas, tus versiones con sello de estilo.
Saludos!

Carlos Enrique Cartolano dijo...

Preguntas... preguntas. ¡Gracias Cecilia!