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25 de julio de 2010

La foto que deploro no tener



                                                                                                                                Por Fernando Lema (*)

Siempre me (nos) ha cercado la misma pregunta, a la vez inquietud y acusación. ¿Por qué no sacaron fotos…? ¿Teníamos respuesta? Varias o una sola. Que una cámara incordia, que sacar fotos distrae y no aprovecharíamos el momento, que si todos sacáramos fotos ciertos lugares turísticos parecerían una carrera de obstáculos (yep, eso acaece)… Pero la respuesta más sólida es la que no necesitábamos una foto para llevar incorporado hecho alguno. La vida está en la memoria, gracias a Dios.

Pero hay una foto (no sacada por nosotros) que me gustaría tener. Primero, unas pinceladas sobre la Fuente de Saint Michel. Ubicada en un recodo de Saint German des Pres, luce como una continuación de Notre Dame, sobre la rive gauche. Es una hermosa fuente, obra del escultor Daviudor, emplazada en 1860. Tiene una historia libertaria, significativa para los parisinos: cinco meses después de la ocuparación ciento y pico de franceses se reunieron para planear una ilusoria, entonces, liberación. Casi todos los autoconvocados desaparecieron. Viven hoy en la historia del heroísmo.
No es raro, entonces, que la fuente sea un centro de protesta. Grupos minúsculos se reúnen, sobre el mediodía, o próxima la caída de la tarde, para reivindicar sus causas, variopintas, inagotables, etc. Los circunstantes siempre escuchan, muchas veces con la intención de superar la propia ignorancia de no conocer “una injusticia de la sociedad”.
Por supuesto (y esta expresión es una apelación a quienes lo recuerdan a Javier), era nuestro punto de reunión. Nos sentábamos sobre el borde de la fuente, un panini en la mano de ambos. Venía algún grupo. Javier asumía su posición de tercer dragón alado. Y, fuera cualquier fuese su protesta, la apoyaba con todo, con cánticos, repartía volantes, aplaudía. Para Javier, libertario de cuna y de tumba, la protesta siempre, era invariablemente, un síntoma de que la sociedad no lo debatía todo, que los outsiders del mundo, en consecuencia, se reunían en San Michel y que-sumárseles-era-un-imperativo-ético.

Estoy sentado en un borde de la fuente. Principio de julio. Pienso en lo relativo de las fotos para recordar (un mail de la querida Vivian) cuando viene un grupo de nicaragüenses que reivindican la libertad de compañeros en un embajada (no entiendo demasiado). Son seis (tres nicaragüenses) y tres franceses que acompañan con un macarrónico EL PUEBLO UNIDO JAMÁS SERÁ VENCIDO. Por supuesto, percibo la presencia incorporal de Javier entre ellos…y sonrío. ¿Para qué necesito una foto…?
De repente, en un tris, cambio de idea: hay una que quisiera tener. Un invierno de los 90. Hacía frío. Javier con un montgomery con capucha. Todavía se vendían cds de ópera (se lo prueba a mi memoria un paquete grande de FNAC). Un grupo de aparece. Libreros del Parque George Brassens. Según ellos, se ha ejercido censura en la venta de libros. Cantos, folletos… Javier se les suma. Un fotógrafo de incierto diario los fotografía. Pero Nano el incrédulo, el escéptico, se alerta: pelo demasiado corto en los seis, una esvástica en el dorso de una mano. Busco, en forma célere, en LE MONDE. Saint Michel me ayudó a encontrar la noticia con rapidez: habíase incautado material neonazi en kioscos de libros del Parque George Brassens.

Javier no respondió a mis señas. Tuve que decírselo minutos después en una brasserie. Estupor. ¡Cómo podía ser…en el Parque George Brassens…! (Día después fuimos al parque….je,je…se vendía, incluso, material reivindicatorio de la monarquía). El pánico le ganó el alma. ¡Iba a salir en los diarios en una foto con un grupo neonazi!! ¡Cómo justificarlo…! …No hubo necesidad. Compramos los diarios importantes durante dos días…y nada, la noticia sin fotos. ¡Respiró…!

Él respiró… Hoy yo entristezco por no tener esa foto. Veo la fuente y lo veo. Es cierto. Pero me falta la prueba de la excelsa torpeza de un alma noble. Queda la anécdota…, que muchos amigos integraran a otras similares, pero no, no lo tengo a Javier, con el rostro enmarcado por la capucha del montgomery, en una situación impar. Existiría así, acaso, para mí no otra mayor certeza de que la vida es un equívoco extravagante que termina resumiéndose, siempre, siempre, en el sortilegio del encanto del imprevisto.

(*) Compañero de estudios. Afín en gustos. Hace cincuenta años que lo conozco. ¡Es un viejo pero nuevo siempre amigo! Copié este texto del facebook de Fernando. ¡Una maravilla! ¿No?

1 comentario:

Marcelo Cafferata dijo...

Si, sin dudas, una maravilla.

Veo que en el perfil que pronto coordinará talleres. Muchisima Suerte!

Mandenos informacion para difundir!