¡llegan
los gurjas!
La
leyenda les atribuye lealtad, dulzura y aprecio por las tradiciones populares.
Cuenta que, hacia el siglo VIII, el joven príncipe Bappa Raval, integrando una
partida de caza en selvas de Rayastán, se topó con el asceta Guru Grokhanath a
quien se atribuían poderes mágicos por la práctica del yoga. El santón se
encontraba en profundo trance, y el cazador decidió permanecer junto a aquél
para protegerlo por todo el tiempo que durase la inmersión espiritual. Al
volver en sí, el gurú se conmovió por la devoción del visitante y le ofrendó la
daga típica, o kukri, comunicándole que a partir de entonces, los hombres del
príncipe serían conocidos en el mundo entero por su bravura, con el nombre de
gurjas, o discípulos de Gorjanath.
¿Qué
vínculo existe entre esta tradición de la realeza india, y aquellos jóvenes
demasiado jóvenes, ateridos de frío, mal pertrechados y escasamente
alimentados, que en 1982 no podían responder militarmente e intentaban escapar
de la infantería británica? Nada es gratis en la historia del imperio, y todo
apunta en él a continuar aplastando pueblos con un poder ominoso, apuntado a
mantener a toda costa la ventaja económica. No alcanza la leyenda entonces, y de
lealtad y dulzura nada queda.
En el
siglo VIII tampoco había misiones o protagonismos gratuitos, y el místico
impartió a los gurjas la misión de detener el avance de los invasores
musulmanes que amenazaban el entonces reino budista e hinduista de Afganistán
–área siempre problemática, entonces conocida como Qandahär-.
Durante
los siglos siguientes y hasta comenzado el XVIII, los descendientes del
príncipe Bappa Raval, conquistaron mayor territorio, y finalmente dominaron
Nepal, se instalaron en Katmandú, establecieron el hinduismo como religión
oficial del estado y dieron su idioma a los pueblos sojuzgados. En 1814, al
intentar ampliar los nepaleses su territorio hacia el sur, chocaron contra los
intereses de la Compañía Británica de las Indias, en pleno proceso colonial.
Entonces, cuando en nuestro país se discutía el nombramiento de
representantes para la celebración de un Congreso que decretara la
independencia, al norte de la India estalló la guerra Anglo-Gurja. Sus hostilidades
culminaron con la firma de un tratado de paz, aunque reconociendo la “utilidad”
de estos guerreros para servir a los intereses coloniales británicos.
Los gurjas
sirvieron en muchas campañas bélicas inglesas, entre 1817 y 1857, hasta
convertirse en parte del ejército indio británico, y conocidos como el segundo
regimiento de fusileros gurjas o Fusileros de Simoor. En la Primera Gran Guerra
participaron en Mesopotania y Gallipoli, y en la Segunda Guerra Mundial se los
sumó a la campaña Birmana. Entonces desempeñaron un papel de gran importancia
en la ocupación y defensa de Meiktiea y en las batallas de Kohima/Imphal en la
India. Se distinguieron como avanzadas y exploradores de los famosos
“Chindits”, del General Orde Wingat, y se adentraron en la Birmania ocupada por
los japoneses, explorando profusamente la selva y tras las líneas enemigas. Más
tarde, hicieron los mismo junto a los Rangers americanos, conocidos como “Merrill
Marauders” o merodeadores del General Merrill.
En su
libro “Derrota a la Victoria” del General William Slim, quien comandara el
ejército británico en Birmania, se cuenta la siguiente anécdota:
“Una
patrulla gurja regresando de sus incursiones, traía en una cesta las cabezas de
tres japoneses, las que arrojaron sobre una mesa frente a mí, contando los
pormenores de la acción. Y luego invitaron a comer de sus pescados, que se
encontraban en la misma cesta de donde habían extraído las tres cabezas”.
El
equipamiento bélico de los gurjas coloniales estaba compuesto por las armas
reglamentarias, más el kukri, arma nacional nepalí. El inconfundible cuchillo
tiene diversos tamaños, pero en común su hoja es curva. Dicho acero comienza en
el mango con una forma redonda y estrecha, y luego se ensancha en forma plana
hasta terminar en una punta afilada.
En
espacios reducidos, el kukri se maneja mejor que una bayoneta; sus heridas son
más importantes que las de cualquier otra arma blanca. Con ella, los gurjas
ganaron la fama de ser mortales en la lucha cuerpo a cuerpo, porque es
legendaria su técnica para cortar una cabeza humana limpiamente. Esta habilidad
es consecuencia de un adiestramiento que comienza en la infancia de cada
guerrero gurja. Aunque se trata de un arma eficaz, el efecto psicológico del
kukri en el combate ha sido enorme, y muchos enemigos han preferido huir, antes
de enfrentarse al cuchillo gurja.
Algo
así dicen ahora que sucedió en Malvinas. Las confidencias gurjas tienen que ver
además con un trato injusto en el seno de las fuerzas armadas británicas.
Las tropas
argentinas se rindieron “anticipadamente” en la Guerra de Malvinas porque les
“temían” a los gurjas, antes que por deficiencias estratégicas o armamentistas,
como sostienen las teorías más difundidas. La curiosa e insólita versión sobre
el desenlace del conflicto del Atlántico Sur fue explicada por un grupo de
miembros de este afamado batallón de origen nepalés que integró la fuerza de
tareas enviada por Gran Bretaña en el conflicto armado de 1982, y que organizó
recientemente una protesta frente al Parlamento en demanda de un “trato
igualitario” con los militares retirados británicos (…)
El orgullo y la
arrogancia de sus memorias contrastan claramente con su realidad: ninguno de
los que se jubilaron antes de la devolución de Hong Kong de Gran Bretaña a
China en 1997, percibe haberes similares a sus ex compañeros británicos que
lucharon en Malvinas o en guerras
anteriores a ese
año. “No sólo cobramos la cuarta parte del sueldo de un británico, sino que no
nos quieren dar la visa para que podamos vivir hasta el día de nuestra muerte
en el país por el que peleamos”.
Medio centenar de
gurjas colocaron las medallas que algunos de ellos habían recibido por su
participación en Malvinas, Afganistán y Kosovo en una caja, para que les fueran
“devueltas” al primer ministro Gordon Brown en manos de Nick Clegg, líder del
Partido Demócrata
Liberal y principal
organizador de la marcha. Mediante un altavoz, uno de ellos manifestó su
“tristeza y preocupación” por tener que retornar
las
condecoraciones, aunque confió en que este acto “le sirviera” de llamado de
atención al primer ministro británico.
Entrevista a Braham
Chantra Gru y otros. La Nación, 17 de marzo de 2008
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