Duele
al ponerme de pie. Será por transcurrir setenta y un años a los saltos, dice
Giuliodibari Sergio, poeta merodeador de fondos oceánicos y abismos invertidos,
cimas hasta donde el oxígeno alcance. Y por cierto nos convoca un mismo
apeadero: allí los corceles patean inquietos, prueban alcance en longitudes y
aliento. Mi caballo de naipe y su caballo de ajedrez invierten colores; uno
negro, otro blanco, tal como funden las casillas del tablero. De espada el
suyo, de copa el mío, distan filo y trago lo que vida y muerte.
Acaso
resten caballerizas sin amanecer, se extreme la noche tras mis párpados, no consiga enroscar
nuevas lágrimas para adelantar el orden de saltos, tal como René Char
supuso que nuestros días encadenaban de uno y otro lado de esta historia. O
como Georges Perec, al agotar olvidos subvierta el yo, y salto tras salto borre
fronteras por entrever roca en la respuesta.
Duele
al ponerme de pie. Cifro mi angustia antes en el conocimiento imperfecto sin
remedio, que en mi ignorancia del vacío. El espíritu sigue a salvo de la
artrosis.
Amanecer del 15 de
enero de 2018,
cuando reparo en este
poema que dedicó Sergio
(c) Carlos Enrique Cartolano. Pajareras imaginarias, 2018
Ilustración: Ajedrez 32 (c)
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