AMA
Mujeres del mar
2007
Me
interesa indagar el origen y sentido de las fotografías de Eishin Osaki (1920-¿?), y en tal búsqueda asisto a la proyección
del documental Amas Pescadoras de Japón,
producción de CanalSur de Andalucía. He concluído que el límite más cruel de la
existencia común reside en lo incompleto del conocimiento humano. Y en este
hallazgo lo confirmo.
Siempre
me ha interesado la palabra ecúmene,
tanto por ella misma –su sonido, su sugerencia–, como por su significado amplio
y en consecuencia engañoso: tierra
habitada. Conocemos el medio físico en el que vivimos, aunque quizás no
totalmente, porque viajamos, contemplamos, dialogamos para compartir certezas,
intentamos documentar nuestros descubrimientos a través de la escritura –en lo
inmediato confirmado, y también en lo mediato supuesto y entrevisto–, pero todo
esfuerzo es insuficiente. Preguntémosle al admirado Leopoldo Teuco Castilla, viajero incansable,
¿acaso su conocimiento alcanza lo que razonablemente podríamos llamar
totalidad? Seguramente no.
Decir ecúmene, significa además insinuar anaecúmene –lo aún no habitado–, palabra
que dice de la incapacidad humana por ocupar, conquistar y desentrañar el
sentido de lo existente, eso que llamamos naturalmente, y con algún desinterés,
realidad.
Anaecúmene que atribuimos a las mayores
alturas de la tierra, y a las profundidades del mar, a ciertos seres vivientes,
a ciertas reacciones de la psicología humana, a los alcances del amor y sus
opuestos desamores. Y claro: a partir del siglo XX, con esta palabra nos
referimos al espacio exterior, del cual sabemos poco y casi nada.
Pero
vuelvo a las Ama –mujeres del mar–,
las recolectoras de perlas de la costa de Shima, en Japón. Digo, a las
fotografías de Eishin Osaki. Yoshiyuki Iwase o Fosco Mariani, y digo a los innegables aportes del arte para
desvestir la realidad y echar luz sobre los nudos de la sociedad humana. Estas
mujeres que se sumergen en las profundidades con solo un cuchillo entre los
dientes, son el retrato de una comunidad matriarcal que existe desde hace más
de mil años, tal como lo revela una primera constancia en el poemario Manyóshu, datado en el 759 dC. Las Ama comienzan a formarse en el oficio a
los 13 años, alcanzan la plenitud profesional a sus cincuenta, y trabajan hasta
pasados los setenta.
La
tarea se realizó desde sus orígenes en parcial desnudez, para facilitar
libertad y rapidez en los movimientos. Sin embargo, la ecúmene incorpora una
mirada cultural crecientemente occidental, que en el afán de conocer más y más,
acaba por mutar aun las tradiciones milenarias.
Y lo
banal, la sensualidad, común denominador de nuestro tiempo, todo lo confunde.
Tradicionalmente,
estas mujeres eran recolectoras y mariscadoras, y el hallazgo de una perla era
un golpe de fortuna que podía garantizar
el bienestar familiar durante varios años. Esto cambió cuando el
empresario local Kokichi Mikimoto consiguió cultivar las primeras perlas de
manera artificial. A partir de entonces, muchas Ama comenzaron a trabajar en el
cultivo de perlas, siendo las encargadas de extraer las ostras a la superficie,
donde se les insertaba el núcleo extraño que daría origen a la perla, y devolverlas
al lecho marino para su posterior recolección. La actividad pronto comenzó a
atraer al turismo extranjero, y Mikimoto solicitó a sus empleadas que
comenzaran a cubrirse con paños blancos, debido a la contrariedad que producía
entre los turistas su desnudez.
David B Gil, en El peso del aire, blog de internet
Corriente arriba
llama a su amor la rana.
Se hace de noche,
tiene las mangas frías:
¿dormirá con su amada?
Fragmento de El
Man’yoshû, “Colección de las diez mil hojas, o las diez mil generaciones”, la
más antigua colección de poesía japonesa, recopilada alrededor de 759. Esta
serie de poemas aparece en el libro X, 2161 - 2165. Japón es tal vez el único
país para cuyos poetas las ranas no croan, sino cantan. Es que no se trata de
las ranas de los arrozales, sino de las de los bosques, que en efecto tienen
una voz similar a la de las aves.
Aurelio Asiaín, traductor
(c) Carlos Enrique Cartolano, "Recuerdos del olvido", 2019/ 2022
Ilustración: Fotografía de Eishin Osaki